Si Evita viviera, ¿sería feminista?
«Fueron solamente siete años en la vida política y pasó a la inmortalidad. Hay un antes y un después para las mujeres a partir de la emergencia de Eva como líder popular. Es una figura bisagra. Ella inaugura un período de creciente presencia de las mujeres en la vida pública y en la política», dice Estela Díaz, la autora de esta nota.
Si entendemos al feminismo como un movimiento social por la emancipación de las mujeres, podemos afirmar que si Evita viviera sería feminista. Evita fue una feminista práctica, empírica, intuitiva. Con una potencia plebeya, revulsiva para sus contemporáneos, que signa su historia y la actualidad de su legado.
No faltará quien diga que es una afirmación inaceptable. Que puede comprobarlo desde algunas definiciones en sus escritos de rechazo al feminismo. Incluso los detractores cuentan a su favor con un imaginario que sobredimensionó el enfrentamiento de Evita con las feministas de su tiempo. En verdad, la única referencia explícita que encontramos puede leerse hacia el final de La razón de mi vida (1951), en una cita algo graciosa. Hay una apelación a su juventud y belleza, como algo que la exime de necesitar masculinizarse, ser mala, vieja y fea, como para necesitar ser feminista. También en el mismo libro, sostiene reconocerse en un feminismo distinto al hegemónico en su tiempo. Uno que no reniega de la femineidad, ni del hogar, ni del complemento con el varón. Declaraciones que requieren leerse en contexto.
Fueron solamente siete años en la vida política y pasó a la inmortalidad. Hay un antes y un después para las mujeres a partir de la emergencia de Eva como líder popular. Es una figura bisagra. Ella inaugura un período de creciente presencia de las mujeres en la vida pública y en la política.
La recordamos especialmente por el voto femenino, pero además construyó al Partido Peronista Femenino (1949) que logró crear más de 3000 unidades básicas en dos años. En la primera elección que votaron las mujeres, el peronismo fue el único partido que llevó candidatas. Se eligieron en 1951, 26 legisladoras nacionales y un centenar de diputadas provinciales en todo el país.
La preocupación por el trabajo de las mujeres, las condiciones de explotación y el reconocimiento del trabajo doméstico, invisible, están presentes en su acción y los textos. Con una gran intuición política, ella reclama la necesidad de pensar la construcción de autonomía económica para las mujeres. Define al hogar como el lugar y destino para las mujeres, pero a la vez también como la cárcel. Un lugar donde no llega el Estado y reina el poder del hombre. Faltarán varias décadas para que se desarrollen los estudios feministas sobre economía y trabajo, sin embargo, ya están vigentes estas preocupaciones en Evita.
Llega a poner en cuestión la idea de amor romántico. Para todas, por la opresión que deben soportar en el seno del hogar. Pero en el caso de ella, porque ama incondicionalmente a Perón, pero lo ama a la vez como líder, por su proyecto y como hombre. Ella misma se pregunta si ama más al hombre o al proyecto. Dice no poder separar ambas cosas. Es llamativo que no tuvo hijos y jamás pareció lamentarlo. Más allá de contradicciones propias de un contexto de época, su accionar y liderazgo claramente han sido un ejemplo infinitamente potente y multiplicador.
Ella hacía acción social, desde una perspectiva de derechos. Deploraba la caridad. Pero además en la fundación, ocupaba una parte del día, para recibir a los delegados gremiales. Actuaba como nexo entre el movimiento sindical y Perón. Los descamisados, los obreros, las mujeres son su causa. Apela permanentemente a ellos, nombrándolos, en una enunciación subjetivante. Es llamativo lo poco que usa el masculino como inclusión. Reitera una y otra vez: trabajadores, descamisados, mujeres de mi patria.
Cuando la pensamos, desde estos tiempos de resistencias neoliberales, no podemos dejar de reconocer ciertas continuidades y entramados históricos. Las luchas contra el neoliberalismo fueron fruto estos años del movimiento sindical y de mujeres. Las gigantescas movilizaciones populares, por la defensa de derechos conquistados, e incluso, por la ampliación, pueden ser inscriptas en la tradición de su legado. Si hay un mandato de Evita es ser sujetos protagonistas de la construcción del propio destino y el de la Patria.
Cuando Cristina asume la primera presidencia (2007) cierra su discurso interpelando a sus congéneres. Nos dice saber que le iba a resultar más difícil por ser mujer. Porque así es para las obreras, empresarias o profesionales. Luego cita a Eva, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Allí trazó una identificación entre ella y todas las mujeres en esta sociedad patriarcal, porque siempre para nosotras es más difícil. Pero además en una genealogía política de mujeres líderes y emblemas.
Varios años después y ya como ex presidenta habló de patriarcado y re-significó su visión feminista. Es más, definió en la histórica sesión del 8 de agosto del año pasado, cuando votó a favor del aborto legal, que el proyecto político debía redefinirse en lo nacional, popular, democrático y feminista. Pero también nos recordó, que su feminismo está íntimamente ligado en las necesidades del pueblo: “…También deberíamos ser cuidadosos cuando decimos que unos defienden la vida y otros no. Yo defiendo la vida cuando voto en contra de políticas económicas que significan que la gente esté peor. Precarizar derechos es votar contra la vida”.
Si Evita viviera…
(Por Estela Díaz, publicado en APU)