¿Se puede evitar la próxima guerra?
Apenas conjurado el mayor riesgo en Asia Oriental, el Pentágono y B. Netanjahu quieren incendiar Medio Oriente, mientras los demás se reacomodan, incluido Trump
por Eduardo J. Vior
Aunque el diálogo entre ambas Coreas y la derrota de los islamistas en Siria e Irak dan la impresión de que el mundo alcanza una cierta calma, las abiertas provocaciones del gobierno israelí y el intento de sus socios norteamericanos de sabotear las relaciones con Rusia y China alertan sobre la urgencia de todas las potencias para reubicarse en el escenario mundial. Alemania lo está haciendo aceleradamente.
No todo son sonrisas
El pasado lunes 12 el equipo unificado de hóckey femenino sobre hielo de Corea perdió 8 a 0 frente a Canadá, pero a nadie le importó. El verdadero partido lo jugaron en las tribunas las teloneras de ambas Coreas que competían entre sí con su belleza, sus cánticos y sus atuendos.
En los Juegos Olímpicos de Invierno en Pyeongchang (120 km al este de Seúl) el Norte y el Sur sobreactúan, invitando al mundo a creer en la reunificación pacífica de la península. El mayor ejemplo lo dio el viernes 9, en la ceremonia inaugural, Kim Yo-yong, la hermana menor del presidente norcoreano Kim Yong-un, al apretar la mano del presidente surcoreano Mun Yae-in y sentarse a pocos metros del vicepresidente norteamericano, Mike Pence. El gesto emocionó al público casi tanto como el desfile de la delegación coreana unificada bajo una nueva bandera en la que, sobre fondo blanco, se veía en azul el mapa de la península.
Después de meses de bravuconadas entre Washington y Pyongyang la diplomacia secreta entre las potencias y ambas Coreas da sus primeros frutos: el presidente norcoreano invitó a su colega del Sur a visitar Pyongyang y delegaciones militares van a encontrarse para coordinar medidas de confianza mutua en la zona desmilitarizada del paralelo 38. El líder norcoreano declaró el martes 13 que “el ambiente de diálogo y reconciliación entre ambas Coreas debería avanzar un paso más”, mientras agradecía «la impresionante» recepción ofrecida a su hermana. Sin embargo, los juegos terminan pronto, Japón no quiere ser marginado, en Washington no faltará quien lo secunde y, si no se derogan las sanciones que ahogan al Norte, Kim Yong-un se verá tentado a proferir nuevas y más altisonantes amenazas contra el Sur. La competencia entre las teloneras es simpática, pero es sólo el prólogo de conversaciones más serias.
Sin opciones, Bibi juega la carta bélica
Después de un año de investigaciones un informe de la policía israelí conocido el martes 13 aconsejó procesar el primer ministro Benjamin “Bibi” Netanyahu por coimas y por la compra ilegal de apoyo periodístico. Tozudo, el mandatario quiere seguir gobernando Israel. Para ello, necesita una nueva guerra contra Siria y Líbano.
Israel sufrió el martes 6 un duro golpe psicológico, cuando –por primera vez desde 1982- un caza F16 fue derribado por cohetes sirios cerca de las alturas del Golán, en el sureste del país, cuando atacaba objetivos iraníes en Siria, como represalia por la irrupción de un dron de ese país sobre la zona ocupada que fue derribado por la defensa antiaérea.
Según voceros israelíes, la aviación israelí bombardeó cerca de Damasco un centro de investigaciones sobre armas químicas, aunque el secretario de Defensa norteamericano, Jim Mattis, ya había descartado que Siria posea dicho arsenal. Según la Red Voltaire (http://www.voltairenet.org/article199698.html) en el centro atacado, en realidad, estaban trabajando técnicos iraníes en guías de precisión para cohetes de largo alcance. Israel sabe que, si ataca Siria o Líbano, el norte del país sufrirá durante semanas un intenso bombardeo que haría imposible la vida civil. Por esta razón busca anular la artillería de su enemigo con ataques preventivos.
Para no ir a la cárcel, “Bibi” Netanyahu quiere involucrar a Rusia y EE.UU. en una guerra regional. Sus contendientes no caen en la provocación, pero no está claro si los tres generales que rodean a Donald Trump (Mattis, MacMaster y Kelly) son tan sensatos.
Alemania define su ubicación estratégica
Apenas el miércoles 8 se anunció el acuerdo entre demócrata cristianos (CDU), socialcristianos de Baviera (CSU) y socialdemócratas (SPD), para formar una gran coalición hasta 2021, los observadores anunciaron el comienzo del fin de la “era Merkel”. Es que la Canciller hizo a sus socios concesiones tan grandes que se teme por su capacidad para conducir el país. Muchos comenzaron ya a conspirar. En la CDU no asoman todavía los magnicidas, pero en el SPD estalló un conflicto dirigencial en el que se dirime la ubicación estratégica de Alemania.
El lunes 12 se anunció el desistimiento de Martin Schultz a postularse como ministro de Relaciones Exteriores de la nueva coalición y la eventual continuidad allí del actual titular Sigmar Gabriel. Antes de ser elegido presidente del SPD en mayo pasado, Schultz había hecho una larga carrera en la política europea. Es un hombre de la burocracia de Bruselas que desde el ministerio habría contribuido a profundizar la integración y cohesión del bloque.
Gabriel, por el contrario, está estrechamente ligado a Volkswagen, a más tardar desde su mandato como ministro-presidente de la Baja Sajonia (1999-2003), estado que posee el 18% de las acciones del gigante. Es un cuadro del complejo automotriz alemán, hoy severamente golpeado por las multas y sanciones en EE.UU. y obligado a reconvertirse hacia el transporte eléctrico después de la decisión china de abandonar los hidrocarburos.
Angela Merkel tiende a esperar a que los conflictos maduren y sólo toma decisiones, cuando puede imponerse. Así gobierna desde 2005. Sin embargo, el crecimiento de la ultraderechista Alternativa por Alemania (AfD, por su sigla en alemán) en las elecciones de septiembre pasado y el giro del Partido Liberal (FDP) hacia la derecha reducen el espacio político. Para no repetir la elección general, entonces, la Canciller estuvo dispuesta a entregar al SPD los ministerios de Exteriores, Interior y Finanzas y a aceptar gran parte de sus demandas. Para recuperar la estabilidad, el nuevo gobierno deberá integrar a los casi dos millones de inmigrantes que llegaron desde 2015, pero también reubicar a Alemania en la escena internacional, afirmando su rol entre las primeras potencias, pero sin pelearse con nadie. Se trata de una cuadratura del círculo perfecta, como le gusta a Merkel. A lo mejor la despedida dura todavía algunos años…
Encerrado, Trump se defiende avanzando
En medio del enfrentamiento con el FBI por la investigación de sus relaciones con Rusia durante la campaña electoral de 2016, el presidente Donald Trump presentó un pesupuesto federal que aumenta el gasto de defensa, el de control de la inmigración y un plan billonario de reconstrucción de la infraestructura. Es que, sitiado por el “Estado oculto”, el presidente se defiende atacando y comprometiendo a sus oponentes en sus propias iniciativas.
El proyecto de presupuesto prevé un gasto de 23.000 millones de dólares para controlar la inmigración, 686.000 millones para renovar el equipamiento militar y 200.000 millones como parte de un programa gigantesco de obras públicas. En un año electoral la propuesta se ajusta milimétricamente a las necesidades republicanas y, aunque recorta drásticamente los gastos sociales, aumenta un 10% el gasto público y dispara el déficit hasta casi el billón de dólares, quita a sus contradictores buena parte de sus argumentos. Además, la baja contribución federal al plan de obras públicas aumenta la presión sobre estados, municipios y empresas para que se adhieran, generando una forzada solidaridad nacional.
El aumento del 14% en el gasto militar se concentrará en reforzar la disuasión nuclear, en nuevos tipos de municiones y sólo secundariamente en aumentar el número de efectivos. El presidente seduce a sus generales y almirantes con nuevos equipamientos, pero trata de limitar las intervenciones con tropas. Coherente con su política de “America first”, trata de mantener la hegemonía mundial debilitando a sus adversarios y preservando las fuerzas propias. En estas condiciones, el establishment deberá pensar dos veces, antes de arriesgarse a un conflicto constitucional con un presidente que está en la ofensiva.
Las posibilidades de replanteo de las relaciones internacionales que ofrecen las derrotas que el proyecto globalista ha experimentado en los últimos dos años aún no aseguran una paz duradera. Las provocaciones e intentos de desestabilización internas y externas alertan sobre la necesidad de primar la cooperación e integración internacionales como modo de relación entre los estados. El peligro de nuevas guerras todavía no está superado y debe concitar la máxima preocupación mundial.