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San Cayetano: La unidad se inicia abajo, las alturas precisan límites

Un mensaje en las calles

Alejandro C. Tarruella

Viendo la lección del pueblo en el día de San Cayetano, no cabe sino, entre otras revelaciones que surgen al paso de la multitud, que recordar aquello que decía Eduardo Galeano, es importante recordar que lo único que se hace desde arriba son los pozos. Todo lo demás se hace desde abajo. Si se sabe, se siente y se trabaja el camino lleva al destino merecido. Lo sucedido el 7 de agosto es un ejemplo más que puede explicarse, entre otras cosas, en la percepción de que el arriba, incluso en el campo popular, no alcanza a escuchar el mensaje, el clamor y el sentimiento del abajo popular y profundo.

Días antes, la marcha de los discapacitados en el centro porteño, mostró a nuevas generaciones y familias de niños, adolescentes y otros, moverse en la esperanza herida de una mano y un Estado solidario. No estaba, pero se sentía el reclamo vibrante de miles de personas sencillas y dolidas.

No es cuestión de enojarse sino de reflexionar con el sentimiento a flor de piel. En medio de la vorágine mundial de locura sanguinaria de la globalización en retirada, no está mal aquí, imaginar la pausa del Flaco Menotti no para detener las cosas, sino porque la pausa es el espacio de la reflexión. Y la reflexión debe llevar al conjunto de la dirigencia a ponerse en la piel de quienes marcharon, la piel de los jubilados, los discapacitados, los trabajadores excluidos, los expulsados, los que aún trabajan en condiciones a veces casi de esclavos, las mujeres, los enfermeros, los médicos, los universitarios, los científicos y el ancho campo de la cultura, los jóvenes y los niños. De otro modo, es imposible resurgir, es imposible sin la consideración del conjunto del país desde las provincias hacia el centro, desde los pueblos y los caseríos. El 7 de agosto, la lección la dio el pueblo que pedía con fe profunda, por un Estado de Derecho que respete los derechos ciudadanos y la dignidad de las personas.

Fiesta de San Cayetano en Argentina. Francisco: “Que nunca falte el  trabajo, que confiere dignidad” - FarodiRoma

El Papa Francisco dijo alguna vez que “El dinero debe servir, no gobernar” como si hubiese estado presente en la marcha que exigía, desde el esfuerzo de andar de miles de personas en estado de pobreza, muchas mujeres, que se acabe la fiesta de los poderosos y que se inicie un tiempo de comprensión de la dirigencia de los sectores populares, el peronismo en primer término para alcanzar la unidad en el sentimiento que se expresó en la jornada.

No es lugar esta reflexión para abundar en internas agobiantes que nos someten. Se trata de percibir y ahondar lo que se vivió en una jornada histórica en la que las palabras eran un silencio hondo y expresivo que dejaba como estela vibrante en las calles, un mensaje estridente. Una jornada que se repitió en todo el país en un abrazo intenso que no dejaba lugar a dudas. Esa masividad no es escuchada hoy, salvo honrosas excepciones, en las direcciones políticas salvo honrosos casos, que los hay. Es necesario que el mensaje se masivo en la dirigencia para que acompañe la labor de los que están dispuestos a escuchar y actuar en consecuencia. El país está herido y en su dolor esta de pie, y da su opinión para compartirla en la transformación de las condiciones político, sociales y culturales. No se trata de analizar la realidad hablando las 24 horas de dinero, divisas, finanzas, si no hay un horizonte común que arribe a las necesidades del pueblo de la Patria. Hay que terminar con el sonsonete bancario que abruma desde la difusión llamada comunicación de los medios, que trabajan en gran parte, no todos, en exponer la voz del patrón y la usura sin medida, arrogante y negadora de la democracia y el Estado de Derecho de los argentinos.

El clamor de la unidad

Solamente la unidad, ese clamor que acompañaron las organizaciones del movimiento obrero, los movimientos sociales, de derechos humanos, la iglesia y otros, que estuvieron en las calles el 7 de agosto, puede sostener a una dirigencia que lleve adelante un programa de salvación nacional. Monseñor Jorge García Cuerva, arzobispo de Buenos Aires, dijo que “El pan no se niega y el trabajo no se mendiga” y “No podemos desentendernos de los que sufren. No podemos desentendernos de los que revuelven los tachos de basura buscando algo para comer, que no lo hacen porque les gusta, lo hacen por necesidad”. De lo que surge aquello que suelen repetir los gremios cuando plantean, que la dignidad no se negocia.

Respecto de la cadena nacional de Sinley, cabe preocuparse por aquellos a quienes se les soltó la cadena y van rumbo a lo incierto de un final abierto, perdón por la rima.

Hay un antes y un después en Argentina que se va verificar con toda seguridad en las urnas en la provincia de Buenos Aires, con un giro en la suerte de los que entregan el país a la fiesta del FMI y la usura internacional. Se trata entonces, de interpretar lo que el pueblo cuenta en las calles, día a día, marcha a marcha, que es la síntesis del dolor de un pueblo que es considerado no en su humanidad sino dentro de las leyes del mercado que no existe porque es un instrumento de los intereses ajenos al país.

Leopoldo Marechal dejó en “De la patria joven” su mensaje: “La Patria es un dolor/ que aún no tiene bautismo:/ sobre tu carne pesa lo que un recién nacido”. Ese dolor está inscripto en los argentinos. Es la hora de comenzar la etapa de la salvación nacional y la transformación.

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