El descomunal ataque de la gestión de Macri contra la mayoría de la población corroe las bases sobre las que se asienta el sistema democrático. La barbarie de gobernar sólo para los ricos pone en riesgo la paz social.
Escribe Claudio Siniscalco, especial para Infobaires24
El saqueo perpetrado por el dream team de gerentes que lidera Mauricio Macri, logró cambiar la fisonomía de la Argentina en poco más de cinco meses. Alcanzan los dedos de una mano para enumerar las medidas (ya conocidas por todos) que necesitó el gobierno para producir semejante cambio: megadevaluación, tarifazos, quita de retenciones, fomento del desempleo y apertura de las importaciones pueden citarse como las principales, aunque no son las únicas. (También hay mucha corrupción, aunque muchos ni se enteren)
Cualquiera de estas medidas, por sí sola, sería perjudicial para la mayoría de la población. Pero aplicada en forma aislada podría justificarse desde el oficialismo como una consecuencia no deseada, un error o un mal menor para corregir la “pesada herencia” recibida.
Sin embargo, su ejecución simultánea configura un paquete, un plan económico que no admite ninguna justificación anclada en la realidad, ya que sus consecuencias devastadoras afectan a la mayoría y sólo dejan a salvo a los sectores que se desea beneficiar.
Trabajadores (registrados o en negro), desocupados, autónomos, pymes, profesionales, comerciantes, cuentapropistas informales, organizaciones sociales, instituciones educativas, comunidad científica, todos sufren la situación de estar peor que antes y, lo que es peor, ven el futuro con escepticismo.
Legitimad de origen y de ejercicio
Si bien hay distintas concepciones sobre el significado de la democracia, podemos coincidir en que existen algunos elementos constitutivos básicos de un sistema democrático y republicano, tal como es concebido actualmente en Occidente.
1) Las autoridades son elegidas en elecciones libres.
2) Los ciudadanos votan entre las distintas opciones basándose en las propuestas que los partidos políticos formulan durante la campaña electoral.
3) Una vez electas, las autoridades gobiernan mediante tres poderes independientes (ejecutivo, legislativo y judicial), que gestionan el aparato del Estado con el propósito de buscar el bien común, el bienestar general.
4) En este contexto, los diversos actores que son parte de ese contrato social tienen la expectativa de que sus representantes tenderán al desarrollo integral y armónico de los distintos sectores.
Cualquiera suscribiría este esquema. Pero, ¿qué sucede si de todos estos requisitos sólo se cumple el primero? ¿Qué pasa si uno de los candidatos gana las elecciones diciéndole al electorado lo contrario de lo que planea hacer? ¿Qué pasa si los medios de comunicación hegemónicos, con la complicidad de algunos jueces, actuán como un poder paralelo montando operaciones político-mediático-judiciales para perjudicar a un adversario o beneficiar a un aliado? ¿Qué pasa, finalmente, si se utilizan las herramientas del Estado para deteriorar las condiciones de vida de la mayoría de la población?
Fue electo en elecciones libres, sin fraudes, sin proscripción de candidatos ni de electores. ¿Pero es un gobierno democrático? La noción de bien común involucra el concepto de justicia. En una sociedad compleja, con realidades muy diferentes e intereses contradictorios, con sectores más vulnerables que otros, se espera de un gobierno que actúe con justicia, con equilibrio, mediando en los conflictos de intereses, tendiendo a asegurar igualdad de oportunidades, protegiendo a los más débiles, poniendo límite a la voracidad de los poderosos.
Cuando todo eso no ocurre, los millones de personas perjudicadas sienten malestar; cuando además las autoridades niegan la realidad y responden con cinismo, a esos millones de personas les provoca irritación; y cuando ven que nunca llegará el futuro de bienestar que les prometieron a cambio de ese sacrificio, es decir, cuando pierden la esperanza, muchos pasan a la acción.
Si a una mesa le cortamos las patas, es imposible que no se caiga. Si derribamos los pilares que sostienen un sistema de convivencia razonablemente equitativo y civilizado, no podemos esperar que no haya consecuencias.
Las reglas de juego se cambian antes de empezar el partido. Macri las alteró bruscamente, pero en la campaña electoral no avisó que lo haría. Prefirió apelar a la estafa electoral.
La sociedad está en todo su derecho de intentar restablecer el sistema de valores que regía antes de esta ruptura. No va a ser sencillo consensuar criterios, formas de acción. Pero el desafío requiere esfuerzo, imaginación y dejar de lado los personalismos. El desafío lo impone. Está en juego la democracia.