Roberto Caballero: «Macri recibió un Senado de regalo»
Importan los números. Importan otras cosas en la vida, claro, además de los números. Pero en política las cifras muestran correlaciones de fuerza, materiales o simbólicas, que operan sobre las decisiones y la legitimidad, real o aparente, que éstas encuentran para volverse primero concebibles y luego ejecutables.
Dicho esto, afirmar que la primera consecuencia del holgado triunfo buitre en el Senado (54 a favor, sólo 16 negativos) fue el tarifazo en el transporte (75 a 100%), el agua (300 a 500%), la luz (500 %), las naftas (12 % acumulado en el año), la telefonía móvil y fija (180 a 300%), la medicina pre-paga (9%), el monotributo (18 % promedio), los colegios privados (24,7%) y los peajes (hasta 400%), aunque parezca raro, es algo que se verifica en los argumentos que el oficialismo utiliza para justificar un formidable ataque al bolsillo colectivo como no había hace tiempo.
Lo que el gobierno de Mauricio Macri recibió de los senadores es un descubierto infinito en la cuenta corriente de sus políticas pro-mercado, que destruyen empleo, paralizan la producción y guadañan el poder adquisitivo. No sólo lo habilitaron a endeudar al país nuevamente estos senadores. Eso es grave, aunque en el contexto que se avecina es lo de menos. Hay que pensar que Macri ganó hace cuatro meses por el 51% de los votos en un balotaje ajustadísimo. Su legitimidad institucional para aplicar las gaseosas políticas que balbuceaba en campaña era escasa. Sin embargo, a través del chantaje expreso y los sanguchitos con mate frio consiguió una fuerza parlamentaria operativa que se acerca a los dos tercios en Diputados y a tres cuartos en Senadores. Parecía imposible. Sólo parecía. Lo logró. Eso le dieron.
Por supuesto, hay que asumir que el macrismo sembró en campo fértil. Hay una corriente de legisladores del FPV que incumplió el mandato de sus votantes para ser oposición y se volvió macrista. Eran oficialistas con CFK y ahora vuelven a serlo, aunque de Macri, como si uno y otro fueran lo mismo. La única convicción que mantuvieron patéticamente inalterable es la de ser leales a su conveniencia. Pichetto generó incluso los celos de Angel Rozas, que quedó como menos oficialista en el debate. Como si el jefe de la bancada de Cambiemos fuera el rionegrino y no el chaqueño. Porque fue Pichetto y sus gobernadores los que le regalaron el Senado a Macri.
Mérito doble el de CFK, con esta misma gente tan ocupada en defender sus privilegios, haber construido un modelo de mayorías que, según el Indec de Todesca, hizo crecer el país durante 2015 un 2,1% en un contexto global de recesión. Sobre todo, cuando en igual lapso, Brasil, nuestro principal socio comercial, achicó un 3,8% su propio PBI aplicando políticas muy parecidas a las que hoy aplica Macri en nuestro país.
Los 26 senadores de 42 que integran el bloque del FPV, que hace un año y medio votó a favor de las leyes de Pago Soberano y Cerrojo, y ahora decidieron que había que derogarlas por pedido de Singer, Macri y Griesa cometieron un pecado peor que subordinar a la Argentina a la usura internacional traicionando la estrategia de negociación dura que antes apoyaban junto a Axel Kicillof. Convalidaron el proceso económico, político, social y cultural que el Ejecutivo lleva adelante con secuelas ya visibles en nuestra sociedad, en apenas cuatro meses: revanchismo, odio y violencia dominantes en el discurso público, censura por la hiperconcentración comunicacional derivada del desguace de la Ley de Medios, colonización de todos los rincones del Estado a mano de los poderes corporativos, incremento exponencial de la tasa de desocupación tanto en el sector público como privado, asunción del castigo penal a la disidencia política como ocurre con Milagro Sala, persecución judicial abierta y demonización del kirchnerismo o todo lo que represente el modelo vigente hasta el 10 de diciembre pasado, la vuelta del monitoreo del FMI y sus planes de ajuste para la Nación y las provincias, la caída de las moratorias previsionales y el incremento en las edades para jubilarse, el esquizofrénico aliento a recetas recesivas en combinación con el aumento de precios, el deterioro de todo el andamiaje de seguridad social y la caída del salario real como variable económica central del plan de gobierno y las empresas, bancos y embajadas que lo apoyan.
No hay nada en el discurso de Miguel Angel Pichetto explicando su voto buitre que lo haga menos macrista que Macri y lo ponga a resguardo de lo que Macri hace (o deshace) con el país y su gente. Tampoco nada lo salvará de las consecuencias que esto vaya generando. Ni a él, ni a los gobernadores que alegremente piensan endeudarse para pagar salarios, es decir, gastos corrientes: tarde o temprano van a quebrar igual, el Patacón y el Lecop están a la vuelta de la esquina. Porque te prestan plata para que las pagues más cara cuando la devuelvas, no es que te la regalan. Y la tasa a la que van a endeudarse, a pesar del pacto con los buitres, va a ser del 8%, idéntica a la que se tomaba deuda cuando el litigio continuaba irresuelto.
Lo que el gobierno de Mauricio Macri recibió de los senadores es un descubierto infinito en la cuenta corriente de sus políticas pro-mercado, que destruyen empleo, paralizan la producción y guadañan el poder adquisitivo
No hay provincias que puedan salvarse si el país se hunde, ni gobernadores exitosos cuando todo se estrelle. Es absurdo pensarlo de ese modo. Como ocurre en Brasil, una vez que el PBI se contraiga producto de la recesión, aunque la quieran disimular con endeudamiento, las economías regionales van a tornarse cada vez más frágiles e inviables. Lo que se estaba discutiendo en el Senado no era la justeza de un sentencia, o si había que pagarla o no. Lo que estaba en juego era un modelo de país, un perfil productivo, un diseño de integración social, en fin, qué tan igualitaria o desigualitaria va a ser la Argentina de los próximos años.
Pero cuando se ven los números, el modelo que ganó es uno que destruye las nociones básicas de la convivencia social. Uno que pone en el cadalso a los 200 mil empresarios pyme que generan 8 millones de puestos de trabajo y hoy no sólo están empezando a despedir personal, sino que miran azorados como las tasas crediticias trepan a las nubes y ya decidieron no comprar más maquinaria. Y todo para beneficiar al país corporativo que integra el Foro de la Convergencia Empresarial, el de la Amcham, la Sociedad Rural, la AEA, que sostienen apenas 400 mil empleos.
¿Estamos seguros de que el 70 por ciento de la sociedad, según el grado de representación política aparente que alcanzó el macrismo en el Congreso, apoya este modelo que enriquece a una minoría y empobrece a la mayoría de los argentinos?
Claro que no. Porque si bien es cierto que el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes, habrá que preguntarse qué pasa cuando esos representantes traicionan el voto de ese pueblo. La respuesta es una: van perdiendo legitimidad real. Y la pérdida de legimitidad se traduce en lesión a la gobernabilidad, y eso es crisis institucional. Ausencia de representación. Colisión de intereses entre el Estado y los ciudadanos.
Pablo Moyano describió a Macri como “un Menem sin patillas”. Se equivoca. Macri, con el apoyo del pejotismo va camino a parecerse a Fernando de la Rúa, que llegó con todo y se fue solo, mientras las aspas del helicóptero le despeinaban las canas y en la Plaza de Mayo quedaban decenas de cadáveres. Cualquiera que revise los diarios del 2001 va a ver a los mismos gobernadores supuestamente opositores apoyando el Megacanje, y cuatro meses después el país estalló por el aire. Los argumentos eran los mismos. ¿Por qué habrían de cambiar los resultados?
Y algo es seguro: Pichetto y el resto de los senadores que le entregaron más de la mitad del bloque del FPV a un gobierno como éste va a correr la misma suerte que corra Macri.
Por ahora, los números, que son importantes en política, los muestran exitosos. Sonrientes. Ganadores.
El único límite a tanta desfachatez es el hartazgo social.
Que crece, aunque no esté organizado todavía.