
¿QUIÉN CONDUCE EL FUTURO EN UNA ARGENTINA AL BORDE?
Los Comensales vuelven a reunirse en una mesa cargada de inquietud y de decisiones urgentes. La crisis económica, la manipulación estadística, la persecución política, la presión geopolítica y la batalla dentro del propio peronismo se entrelazan. Perón, Cooke, Ferla y Cafiero —llamados por la memoria militante— dialogan con los compañeros de la mesa grande para intentar responder la única pregunta que de verdad importa: quién tiene plan, quién tiene poder y quién tiene pueblo.
La noche estaba espesa. Sobre la mesa larga se iban acomodando el anfitrión, Fermín, Melisa, Fernando, Miguel, Tony, Diego, Ricardo, Germán, Aníbal, Horacio, Nora, Hipólito y Mimí. Nadie quiere admitirlo, pero todos llegaron a la reunión con ese nudo en la garganta que se volvió habitual en la Argentina de Milei. Cada semana el clima se volvía más denso, más urgente, más cargado de señales contradictorias. En la pantalla del televisor corrían titulares que parecían escritos para confundir más que para informar: que Caputo dibuja el superávit, que el Indec es incapaz de medir la vida real, que los jóvenes no consiguen trabajo, que Sturzenegger promete empleo formal mientras destruye derechos, que China avanza mientras Milei se arrodilla ante Trump, que Villarruel choca con Caputo por cobrarle peaje a peregrinos, que un represor organiza una marcha por la impunidad desde su casa, que periodistas recurren a la CIDH porque en Argentina ya no existe libertad de expresión. Y al lado, otra secuencia: la fuga de bloques, la presión para aislar a Cristina, la estrategia para romper al peronismo, y un silencio cada vez más tenso del propio sistema político.
El living está cargado. No es humo de cigarrillo, pero pesa igual. Quizás sea el clima del país. El anfitrión sirve el vino y dispara con la primera pregunta, que cae como piedra en agua quieta: —Compañeros, compañeras… ¿qué estamos leyendo? Porque los títulos parecen aislados, pero todos hablan de lo mismo: un país gobernado sin rumbo, con prepotencia y sin estado de derecho. ¿Qué opinan, General?
PERÓN enderezó la espalda y puso esa media sonrisa de quien sabe que la historia nunca es lineal: —Lo que falta acá —dijo— es conducción. No de un individuo, sino de un proyecto. El adversario puede ser torpe, puede ser ignorante, puede ser servil… pero cuando el movimiento está desordenado, hasta el más incapaz parece poderoso. Milei no sabe, no puede y no entiende. Pero está solo en la cancha porque el resto cedió su rol. Cuando el peronismo deja de marcar el paso, lo marca el capital financiero.
MIGUEL levantó la mano. —General, ¿y qué hacemos con la inflación que nadie reconoce? El peronismo salió a construir su propio índice porque Lavagna ya no representa la realidad. Entre tarifas, alquileres, prepagas y transporte, una familia deja el 70% de sus ingresos. Y encima Caputo oculta los intereses de la deuda para dibujar un superávit que no existe.
COOKE intervino antes de que Perón respondiera: —Eso no es casualidad. Es un discurso perverso. La inflación se subestima, la pobreza se oculta, el endeudamiento se esconde. La mentira no es un error: es un método para disciplinar al pueblo. Porque si la realidad es insoportable, pero la estadística dice otra cosa, entonces la culpa recae en el trabajador que “no se adapta”, en el jubilado que “es caro”, en el joven que “no produce”. Es el viejo truco del neoliberalismo recalentado.
MELISA, con bronca contenida, agregó: —Y la persecución política, compañeros… Lo de Cristina no es un hecho aislado. La quieren silenciar como sea. La Justicia no investiga corrupción, sino que produce operaciones. Y los periodistas tienen que ir a la CIDH porque acá ya no pueden trabajar sin miedo. ¿Hasta dónde vamos a aguantar?
CAFIERO, con su tono reflexivo, respondió: —Todo esto ocurre, Melisa, porque hay una desaparición de lo social y de lo político. Como dice Pilar Calveiro, el neoliberalismo borra comunidad, borra Estado, borra proyecto. Miles de jóvenes sienten que trabajar es una misión imposible. ¿Qué futuro ofrece un país donde el trabajo es privilegio y no derecho?
FERLA pidió la palabra con calma. —La pregunta es otra: ¿qué contraofensiva estamos construyendo? Y ahí quiero traer lo que sí pasó esta semana y que nadie parece registrar del todo: Cristina reunió en San José 1111 a un equipo con 80 economistas detras, que elaboraron un documento de 400 páginas para reconstruir un plan integral. Por primera vez en mucho tiempo, el campo nacional y popular tiene una propuesta seria, sólida, técnica y política y que la abre al debate. No estamos improvisando. Estamos preparando la etapa que viene.
HORACIO asintió lentamente. —Pero mientras tanto, nos rompen los bloques. La tentación de dividir al peronismo no es espontánea: es inducida. Y algunos compañeros parecen no entender que sin unidad estratégica no hay futuro posible. La oposición tiene plan económico, sí, pero también necesita conducción política para aplicarlo.
TONY golpeó suavemente la mesa. —Y mientras discutimos, China se vuelve el actor más determinante de nuestra economía, incluso con Milei haciéndole reverencias a Trump. Hasta Trump lo entendió: por eso negocia con Lula, baja aranceles, corrige medidas. El imperio siempre piensa en su interés. El problema es que acá tenemos un presidente que piensa en el interés del imperio antes que en el propio.
DIEGO intervino: —Y mientras tanto en casa, el gobierno les cobra peaje a peregrinos en Misiones. ¡Peaje por caminar! Es una mezcla bipolar de ineptitud y crueldad. Y la propia vicepresidenta del gobierno —¡del gobierno! — sale a denunciarlo. Esto ya ni siquiera es disputa interna: es descomposición estatal.
GERMÁN agregó otra capa a la preocupación: —Y aparecen represores organizando marchas por la impunidad desde su casa. El negacionismo no es una corriente aislada: es un proyecto político. Buscan borrar la memoria para poder avanzar sobre los derechos de hoy.
NORA preguntó lo que muchos estaban pensando: —¿Qué lugar queda para el pueblo en medio de este caos? Porque lo que se ve en Ezeiza por De Vido, más allá de los matices, demuestra algo: la persecución política genera reacción popular. Las operaciones no controlan todo.
PERÓN retomó la palabra, como si quisiera ordenar la dispersión: —Compañeros… No se equivoquen. El adversario no nos teme por lo que somos hoy. Nos teme por lo que podemos volver a ser. Lo que está en juego no es el presente, sino la posibilidad de reconstruir un movimiento nacional que vuelva a representar al pueblo trabajador. Por eso nos dividen, por eso nos silencian, por eso nos persiguen. La pregunta no es si Milei puede gobernar: la pregunta es cuánto tarda el peronismo en recuperar la conducción histórica del país.
El anfitrión intervino para acercar la mesa a la discusión estratégica: —Y ahí vuelvo a lo que planteaba Fernando: ¿estamos dispuestos a ordenar la ofensiva? ¿Estamos listos para asumir que no alcanza con resistir? Porque el documento técnico está, la voluntad de unidad existe, la militancia está viva. Falta convertir esa dispersión en fuerza organizada.
CAFIERO cerró con una reflexión que dejó a la mesa en silencio: —La historia se acelera cuando nadie la conduce. Y hoy Argentina está acelerada. Si el pueblo no conduce, conducen otros. Si el peronismo no organiza, lo organizan desde afuera. Si no recuperamos la política, nos quedamos sin país.
FERMÍN, que había escuchado sin hablar, resumió con una frase que tensó el aire: —Compañeros… o volvemos a ser un movimiento o nos condenan a ser un recuerdo.
Fue entonces cuando habló HIPÓLITO, que hasta ese momento había escuchado en silencio, con un vaso en la mano y gesto inquieto: —Compañeros, escuchen esto: el pueblo no está esperando que ustedes le expliquen el desastre. El pueblo ya sabe. Lo que está esperando es que alguien marque un camino. Ustedes hablan del documento, de la unidad, de la persecución… todo cierto. Pero la pregunta que falta es la más incómoda: ¿quién conduce?
Hizo una pausa. —El peronismo no puede ser un coro de lamentos. Tiene que volver a ser una fuerza que dice hacia dónde va. Sin conducción, no hay proyecto. Sin proyecto, no hay pueblo organizado. Y sin pueblo organizado, nos gobiernan desde afuera.
El comentario cayó como una piedra en el agua. Nadie lo contradijo.
PERÓN retomó la palabra, como para ordenar la energía de la mesa: —El adversario no nos teme por lo que somos hoy, sino por lo que podemos volver a ser. Por eso nos dividen, por eso nos silencian, por eso nos hostigan. La pregunta no es si Milei puede gobernar: la pregunta es cuánto vamos a tardar en recuperar la conducción histórica del país.
El anfitrión acercó el foco: —Y ahí está la clave: ¿vamos a organizar la ofensiva o vamos a seguir describiendo la derrota? Porque el documento está, la voluntad existe, la militancia, aunque maltrecha, está viva. Falta convertir la dispersión en fuerza.
CAFIERO cerró con un análisis profundo: —La historia se acelera cuando nadie la conduce. Y hoy la Argentina está acelerada. Si no conducimos nosotros, conducen otros. Si no recuperamos la política, nos quedamos sin país.
Y en ese instante, como si la historia hiciera un guiño, PERÓN levantó el vaso. —Para eso estamos acá. Para reescribir el futuro. Y para recordar que cuando el pueblo se organiza, no hay imperio, estadística ni operación que pueda detenerlo.
La mesa quedó en silencio. No por resignación, sino porque todos sabían que la discusión recién empezaba.
Y que la semana próxima —como cada viernes— la historia volvería a sentarse entre ellos.
«La historia no se borra, la memoria no se clausura, la justicia no se negocia, la soberanía no se entrega y la apatía es la derrota que ningún pueblo puede permitirse.»
José “Pepe” Armaleo – Militante, abogado, magíster en Derechos Humanos, integrante del Centro Arturo Sampay y de Primero Vicente López.
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