El piquete y Milagro por la justicia social
Morales y Macri distanciados pero unidos bajo un alud. Escribe Alejandro C. Tarruella
El necio y el renegado
Una preocupación para Cambiemos pasa por el hecho de que Gerardo Morales, privilegió el odio por sobre la construcción política. El resultado fue que llevó el caso a nivel internacional y de un episodio que se resumía a la provincia de Jujuy, logró hacer un hecho internacional y sus consecuencias lo distanciaron del presidente Mauricio Macri y sus principales espadas políticas. Milagro Salas fue condenada por un falso armado judicial integrado por diputados que votaron la integración de un tribunal y luego pasaron a integrarlo por fuera de la ley. Mientras Macri y sus laderos le pedían que la liberaran ante la intervención de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y del Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria de Naciones Unidas y otros organismos internacionales. Tampoco Morales logró que su correligionario Leandro Despouy, el ex titular de la Auditoria General de la Nación, y embajador extraordinario para los DDHH de Macri, declarara ante la justicia contra Sala. Había estado en los episodios por los que la condenaron en 2008 y se insinuaba que iba a cargar contra la dirigente de la Tupac. Despouy retrocedió porque se sintió comprometido por la reacción internacional. Hay entonces arbitrariedad en el ilegítimo uso del Estado por las corporaciones. Morales insistía desde el odio con sus argumentos de facinerosos al asalto del tesoro. Le paso algo parecido cuando aprobó en 2001 saquear el 13 por ciento del magro subsidio de jubilados para comprar algunas comidas y medicinas, que llamaban jubilación. Como trasfondo, se encuentra el desprecio de los poderosos por el pueblo que se resume en el sugerido “comer y cagar” del funcionario de Estado impuesto por Techint, la “grasa militante” del fugado Prat Gay y las expresiones tristes del súbdito británico en el gobierno, Aranguren. Morales se inscribe en esa xenofobia.
La necesidad es un derecho
Cuando Néstor Kirchner inició su gobierno en 2003, se impuso una política de respeto y atención a las expresiones populares. Una de ellas fue el piquete, el que distintas franjas del pueblo expresaban sus reclamos sin violencia, marchando para lograr ser visualizados por el conjunto de la sociedad. Ese pueblo de “pata en el suelo”, como diría Yupanqui (“gente de pata en el suelo/ fueron mis antepasados/ criollos de cuatro provincias/ y con indios misturados”, cantó en el Payador Perseguido como anunciando a Sala), expresó durante más de una década en la calle, ese conjunto de necesidades que fueron resueltas parcialmente y que exigían aún varios años más de esfuerzos en la construcción de una auténtica justicia social. Kirchner había recuperado el concepto de Evita que rezaba, “donde hay una necesidad hay un derecho”.
Dentro de unos días, Sala cumplirá un año presa de Cambiemos. Macri pidió sin fortuna a Morales, a través de Garavano, de Frigerio y tal vez Peña, que saliera en libertad porque además, 2017, es un año electoral. En círculos de Cambiemos, preocupados ahora por el escándalo de coimas del jefe de sus espías, mientras produce el mayor endeudamiento exterior de las últimas décadas, dicen que “Mauricio le soltó la mano a Morales”. Una vez que se conocieron estas diferencias, un alud cayó desde los cerros sobre poblaciones como Barcena, Humahuana y Tumbaya Grande, obligando el cierre de la ruta 9 que atraviesa la quebrada. Morales perdió así también la batalla de la naturaleza para la que tendrá que poner las barbas en remojo. Hacía 40 años que Jujuy no vivía algo semejante. Para Napoleón, Morales sería un tipo para preocuparse, un hombre sin suerte.
El piquete como testimonio
Los piquetes fueron desde 2003, surgidos en las rebeliones de Tupac Katari en el Alto Perú colonial, un testimonio vivo de la injusticia. Representaron siempre a la incursión del pueblo de más abajo en el movimiento de la historia. Sin embargo, la Tupac Amaru con sus características regionales específicas, se hallaba en cierto modo circunscripto a la realidad de Jujuy hasta que el radical decadente de Morales, que olvida la historia política y social del radicalismo y a sus líderes como Hipólito Yrigoyen, Amadeo Sabattini, Raúl Alfonsín y otros, lo catapultó definitivamente a la gran escena nacional. Es ahí cuando, analistas de toda laya, y en particular dirigentes de Cambiemos, se preocupen porque junto al mandamás jujeño, lograron ese paso que al movimiento de Sala le costaba pese a su acción persistente y hasta obstinada. Hay que ser justos y reconocer que fueron ellos los que lograron que Juan Grabois, Raúl Zaffaroni, Eduardo Valdés y hasta Alberto Fernández, preanunciando en ese mismo marco, un quiebre en el Frente Renovador de Massa (aliado de Morales), se movilizarán a la provincia politizando la prisión antojadiza de Milagro. Hay que reconocer que Morales armó el circo de los testigos en una Jujuy ausente, no pagó a sus empleados para que llevaran a Sala al escenario de los hechos denunciados –donde no estuvo jamás- cuando el caso se hizo nacional. Lo hizo cuando tenía a Jujuy en su mano, cerrada a su antojo de tiranuelos descoloridos del tipo de Stroessner o el Tacho Somoza.
El movimiento piquetero, navarros más, chinos menos, logró avanzar en la discusión con el gobierno con algunas reivindicaciones que le permiten reafirmar su vigencia. Y eso sucedió cuando el caso Milagro Sala disparó a la gran mesa de la política la rebelión del pueblo de “pata en el suelo”. En ese punto de la discusión se encuentra hoy el caso de la dirigente de la Tupac. Deja entre otras cosas, una enseñanza que remite al general Perón cuando le preguntaban que iba a hacer y respondía: “¿Yo? Nada. Todo lo van a hacer mis enemigos”. Conviene que algunos dirigentes del campo popular tomen nota y observen que lo único permanente, como decía el compañero Heráclito, es el movimiento. Que no es solo uno, como podemos creer en la pequeña soberbia que a veces padecemos. El próximo 27 de enero, Milagro Sala cumplirá 53 años y ese día los actos políticos en favor de su liberación, mostraran una vez más que hay que tomar en cuenta cada uno de los giros del movimiento. En cuanto al odio de Morales, una parte yace sepultado bajo el lodo de un alud cuyas consecuencias las sufre el pueblo de Jujuy.