Perdió Vidal, luego, perdió Macri
María Eugenia Vidal perdió por 14 puntos en la provincia de Buenos Aires en su intento de quedarse con las cajas del Estado, ante la locomotora de Axel Kicillof y debido al rechazo firme de millones de bonaerenses ante el desastre que abandonó a su paso. Macri perdió por ocho puntos en un conteo que merecería ser repetido, porque es posible que la diferencia haya sido mayor.
Escribe Alejandro C. Tarruella
La derrota y la huida del macrismo. Por qué se rajan los ricos
Vidal, la impiadosa gobernadora que se negó a construir hospitales y sostiene aún hoy, aunque no lo exprese, que los pobres no van a la universidad y, por lo tanto, habría que cerrar muchas de ellas. Carece de vergüenza y ahora, de la mano de Elztain (que quiere hundir en cemento a la ex capital del país ahora ciudad de negocios del neoliberalismo en retirada) y Rodríguez Larreta, pretende ir a la Cámara de Diputados a plantear su rechazo a una franja mayoritaria de la ciudadanía. Su técnica, parece haber sido entrar a saco y cargar las arcas para llevarlas a su búnker. No le servirá de mucho.
Raúl Timerman dijo en estos días en C5N, que María Eugenia perdió porque perdió Macri. Y cree el encuestador que ahora es opinante, que en realidad, Macri perdió porque primero cayó la gobernadora que intenta expulsar a la pobreza. En realidad, no parece muy acertado lo que expresa Timerman, porque lo que sucedió es que primero perdió Vidal, luego, perdió Macri. Ambos perdieron en unidad por el rechazo de las grandes mayorías a esa expresión del neoliberalismo que se bate en retirada partiéndose en divisiones sin regreso.
Unidad de Cristina y derrumbe de los necios
Con una deuda externa descomunal, el primer préstamo electoral del FMI que alcanzaba los u$s 57 mil millones, los aportes truchos, la negación de los derechos laborales, previsionales, sanitarios, a la cultura y a la educación, faltaba una respuesta sólida de unidad del campo nacional para responder al intento de perpetuarse que tenían Macri y sus secuaces. El 18 de mayo de 2019, a meses de las PASO de agosto, Cristina Fernández de Kirchner, mostraba que no por nada era líder indiscutida de esas mayorías. En un video difundido en youtube y luego retransmitido hasta el hartazgo en los medios propios y los macristas, expresaba: “Le he pedido a Alberto Fernández que encabece la fórmula a presidente que integraremos juntos, él como candidato a presidente y yo como candidata a vice en las PASO”. Y se acabó la discusión.
María Eugenia Vidal, sus sostenedores, Mauricio Macri y su banda, comenzaban a caer derrotados, aunque no se hicieron cargo hasta varias horas después de consumado el triunfo. Cristina lo había anticipado con precisión el domingo 22 de octubre de 2017, cuando, al perder la primera elección en su carrera política a las once y veinte de la noche, expresó a sus militantes: “Hoy acá no se acaba nada, hoy aquí empieza todo”. Le asistía razón, aunque la soberbia del neoliberalismo macrista, no tomó en cuenta sus palabras.
Saqueo, huida y quiebre
El 29 de marzo de 2019, Todesca, ex cuadro montonero devenido en macrista, anunciaba desde el INDEC que la pobreza alcanzaba al 32 por ciento de la población argentina en 2018 y que el gobierno del hijo de Franco, había arrojado en su gobierno a 3 millones de personas a la pobreza. “Nos preocupa y duele”, atinó entonces Vidal, nada, solo decir algo para acompañar lo que para ella, era un logro. Entre 2016 y 2017, para recordar lo que sucedió y procurar explicar el abismo que crearon bajo sus pies Vidal y Macri, conviene recordar que las productoras de energía recibieron, en materia de subsidios estatales y subsidios ciudadanos (el mentado tarifazo resistido por la Corriente Federal, Pablo Moyano y las CTA más organizaciones sociales), tuvo un mínimo de 7.400 millones de dólares en dos años. Los montos surgen del propio Ministerio de Energía de Aranguren, el pope británico de aquel gobierno por suerte ido. A una cotización de 18 por dólar, la cifra acumulaba de 133.506 millones de pesos de la época. A un dólar a cien pesos, hoy se debe decir que sería no menos de 7.400 millones de pesos. El gran beneficiado sería la corona británica, la Royal Dutch Shell, a la que servían Macri, Vidal y Aranguren. En ese derrotero construían la expulsión que iba a ejercer el pueblo de la república.
Con esos dos pájaros, la Argentina entró al 2020 con una deuda externa de 332 billones de dólares. No se quite mérito a nadie: Vidal y Macri la acumularon mientras enriquecían sus mandantes y empobrecía el pueblo. Vidal no creó puestos de trabajo, su tasa de desempleo del conurbano, 12,7 por ciento en el segundo trimestre de 2019, fue es una de las más altas del país. No dejó recursos para cerrar el presupuesto del año. Endeudó la provincia con un record histórico, hizo otra gestión, destruyó el patrimonio del banco Provincia en favor de sus amigos. No edificó rutas ni amplió la red de cloacas ni hizo obras de infraestructura. Le permitió hacer un monopolio de la energía a Rogelio Pagano, con tarifas de saqueo, empobreció a los docentes y no hizo infraestructura escolar. Desfinanció la salud pública. La respuesta de los bonaerenses fue 14 puntos, una herida que la llevó a huir a la capital donde un bueno número de porteños la ayudarán a salvarle tal vez el cemento a Elztain.
Perdió entonces por propios méritos, estuvo a la altura de Macri en la entrega. Fueron ambos quienes aportaron a la caída de Juntos por el cambio, el vuelto, las comisiones, los espías y el contrabando de armas. Napoleón decía que “El tonto tiene una gran ventaja sobre el hombre de espíritu: está siempre contento de sí mismo”. Tenía raptos de sabiduría y era en ocasiones visionario en el tiempo. ¿Lo habrá dicho pensando en proyección sobre la Argentina de estos días? Además de todo, el simpático Raúl Timerman bien podría observar su presunción para no quitar a Macri, méritos en la derrota.
