Otras desapariciones
(Lic Alma Rodríguez. Docente de la UBA. Miembro del Colectivo LIJ)
En el disco De Ushuaia a la Quiaca grabado por León Gieco y Gustavo Santaolalla, durante el año 1985 y como resultado de un viaje de los músicos por todo el país, hay un sinfín de temas pero hay uno en particular que pertenece a León Gieco y que lleva como título Esos ojos negros.
Una de las estrofas de esa canción dice: Esos ojos negros que miraban/cómo se ganaba en el mundial/estaban filmando en su retina/ una historia prohibida. En una entrevista en la que se le pregunta puntualmente sobre ella, León dice: “Estábamos en los primeros tiempos de la democracia y este tema trata de reflejar lo que habíamos vivido durante la dictadura militar”.
Corría el año 1978, estábamos bajo la más terrible y feroz de las dictaduras y el terrorismo de Estado acechaba las calles. Se supo que durante la final del mundial de fútbol de 1978, mientras Argentina disputaba la copa del mundo con Holanda, se llevó a cabo uno de los procedimientos más siniestros y tenebrosos que incluyeron secuestros, desapariciones, torturas y muertes. El resto del mundo miraba, hipnotizado, con su cabeza de avestruz, la tele.
Pasaron los años, pasaron los gobiernos y pasaron cosas, muchas cosas. En una especie de déja vu histórico, a lo largo de estos días vivimos una suerte de epifanía de ese mundial del 78, en otro contexto que se supone democrático pero que deja por día cientos de víctimas a causa de las políticas de desocupación, hambre y miseria implementadas por el gobierno de Cambiemos. En su carta abierta a las Juntas, Rodolfo Walsh ya hablaba de “miseria planificada” y ese momento que Walsh anunciaba desde lo que fuera su sentencia de muerte ya llegó: “En la política económica de este gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.”
El martes pasado, en simultáneo con el partido entre Argentina y Nigeria, comenzaron a ser notificados los casi cuatrocientos empleados despedidos de la agencia de noticias Télam. “En virtud de la reestructuración general que se lleva a cabo en esa sociedad se le notifica que queda despedido a partir del día de la fecha.” decía el texto del telegrama que anoticiaba a los empleados sobre su despido.
Es sabido que al cerco mediático que nos han impuesto en este contexto político se le suma el mundial de fútbol, gran opio de los pueblos, que, como sabemos, siempre suele cumplir perfectamente su rol de eterno y poderoso distractor.
Como si esto fuera poco, casi al mismo tiempo, desde otro lugar del país, en Chubut, se llevaba a cabo un violento accionar represor por parte de la policía de esa provincia hacia los maestros reunidos en manifestación. La represión se produjo en el momento en que los docentes se manifestaban frente a la casa del gobierno ubicada en Rawson, donde los dirigentes gremiales esperaban ser recibidos por los funcionarios provinciales tras cien días de medidas de fuerza. Pero, claro, poco y nada se supo de esto en los medios. En estos días, el mundial de fútbol viene a acaparar lo poco que resta de la atención de muchos que ya de por sí es acaparada por los medios con su monopolio de noticias y opinión.
Mientras se jugaba el partido del martes, desaparecían cientos de puestos de trabajo y, junto con ellos, las historias de un montón de trabajadores. Mientras miles rezaban e imploraban por no quedarse afuera del mundial, otros cientos rezaban por no queda fuera de su trabajo, ya sea ese día o al día siguiente. Porque, claro, detrás de los despidos de Télam está Lombardi, detrás de Lombardi está Macri, con su plan de ajuste, hambre y represión, y detrás de Macri están esos ojos azules que el martes miraban cómo se ganaba en el mundial y que están filmando en su retina una historia prohibida.