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Opinión: Se avecinan grandes tormentas

La prórroga del mandato de Xi Jinping, la agudización de la lucha interna en EE.UU. y la represión israelí contra los cristianos anticipan fuertes conmociones mundiales

por Eduardo J. Vior

Eduardo J. Vior

La propuesta del Comité Central (CC) del Partido Comunista de China (PCCh), para que la Asamblea Nacional Popular (ANP) reforme la Constitución y habilite la reelección indefinida del presidente y vicepresidente confirma que el liderazgo chino espera grandes conmociones internas y mundiales. Esta previsión incluye también su preocupación por la prolongación indeterminada de la lucha hegemónica dentro de Estados Unidos. Igualmente, la creciente represión israelí contra las iglesias cristianas indica que el creciente aislamiento de ese Estado lo induce a provocaciones violentas que desestabilizan todo Medio Oriente.

El segundo gran timonel

Durante la Revolución Cultural Socialista (1966-76) el Partido Comunista designó a Mao Zedong “el gran timonel”, en tanto guía necesario en una época de grandes tormentas. Muerto el líder, después de la toma del poder por Deng Xiaoping en 1978, la elite china decidió limitar a diez años el mandato de los presidentes, para evitar dictaduras unipersonales. Sin embargo, desde que Xi Jinping fue electo presidente en 2013, eliminó a sus competidores en el partido y el ejército. Más recientemente, en octubre pasado el 19º Congreso del PCCh adoptó su pensamiento y recomendó incorporarlo a la Constitución.

La decisión del domingo pasado es, por lo tanto, consecuente con el curso de la segunda potencia mundial. Los medios occidentales se apresuraron a vaticinar el establecimiento de una dictadura absoluta. Evidentemente, el poder personal de Xi indica que China está viviendo un momento anómalo. Él es a la vez presidente de la República, secretario general del CC y presidente de la Comisión Militar Central. Se espera que el próximo 5 de marzo la ANP lo reelija por un segundo período de cinco años, tal como prevé la Constitución de 1982, pero la prolongación de su mandato más allá de 2023 se vincula en realidad con los cambios propuestos hasta 2035 y con los riesgos concomitantes.

De acuerdo al programa aprobado por el partido en octubre pasado, hasta 2035 debería estar básicamente realizada “la modernización socialista”, para, más adelante, hasta que a mediados del siglo XXI China se convierta en “una gran potencia socialista». La primera etapa implica superar las agudas fracturas generadas por el desarrollo de los últimos 40 años, lo que suscitará múltiples resistencias. Al mismo tiempo, organizar un sistema mundial multipolar implica superar el actual unicentrismo norteamericano que ya no funciona.

El desorden como regla

Particularmente preocupa a los chinos el desorden y la falta de definición del liderazgo estadounidense. Los medios globalistas se solazan en señalar las contradicciones y mentiras del presidente Donald Trump, pero éste es sólo una expresión del desorden general de su país. Entre 1990 y 2016 EE.UU. intervino en todo el mundo, pero descuidó su renovación. Cuando la fractura interna fue explotada por un aventurero dispuesto a consolidar el poder nacional, eclosionó adentro el caos que la potencia había sembrado afuera.

Según un informe emitido por CNN el pasado jueves, el teniente general Herbert McMaster, Consejero Nacional de Seguridad, estaría a punto de renunciar. Paralelamente, el martes 27 The New York Times especuló en una columna sobre cuánto tiempo más puede aguantar el general John Kelly como jefe de gabinete del presidente. Ambos militares fueron impuestos al mandatario el año pasado supuestamente para “ordenar” su gestión, pero, en realidad fueron puestos –junto con el secretario de Defensa James Mattis- para imponerle la confrontación constante con Rusia y China.

Este choque entre el expansionismo globalista y el esfuerzo del presidente por retroceder ordenadamente convierte a la política exterior norteamericana en impredecible y permite que potencias menores como Gran Bretaña, Holanda, Francia e Israel se lancen a aventuras que ponen en riesgo la paz mundial.

Aun si el presidente se liberara de los marcadores que le han puesto, no resolvería la crisis de poder, ya que su propio estilo confrontador agudiza las contradicciones. Hasta dentro de su familia parece haber conspiraciones, como lo ha sugerido la provocativa presencia de Ivanka Trump en la clausura de las Olimpíadas en Corea. Los negocios compartidos entre su marido Jared Kushner y la familia Netanjahu hacen que la Casa Blanca sea rehén del aventurero israelí. Incluso, si el presidente logra imponer a sus candidatos en las elecciones legislativas de noviembre próximo, no tendrá el control sobre los aparatos de poder. La inestabilidad norteamericana, a la que chinos y rusos tanto temen, se prolongará.

Los cristianos como chivo expiatorio

La iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén fue cerrada este domingo por primera vez en la historia en protesta contra la persecución israelí y los jefes de las Iglesias ortodoxa griega, católica romana y apostólica armenia en Jerusalén acusaron públicamente a Israel de una “campaña sistemática” contra los cristianos.

El municipio de Jerusalén tiene previsto cobrar impuestos a algunas propiedades de las Iglesias y el gabinete estudia una ley para expropiar tierras que las iglesias vendieron en años recientes a compradores anónimos. La municipalidad afirmó que las propiedades no cultuales de las Iglesias “no pueden estar exentas de los impuestos municipales”. Ante la protesta de los jefes religiosos, el gobierno postergó el tratamiento de la ley.

Los lugares santos y la mayoría de la población cristiana se encuentran en la Ciudad Vieja de Jerusalén, ocupada ilegalmente por Israel desde 1967, y en Cisjordania. Una minoría importante de los palestinos es cristiana y las iglesias vienen sufriendo permanentes represalias por parte de las autoridades. Por otra parte, los hoteles cristianos sirven para albergar a peregrinos, pero también a numerosas familias palestinas sin hogar. Las propiedades eclesiásticas vendidas a compradores “anónimos” lo fueron a muchos palestinos expulsados por los israelíes. En este sentido es “comprensible” la represalia israelí. Sin embargo, la misma coincide con la inculpación del primer ministro por corrupción y con el aislamiento internacional del país, después de sus fracasadas aventuras en Siria e Irak.

La creciente multipolaridad del sistema mundial choca con el persistente hegemonismo globalista de la elite financiera y militar de Occidente. El desarrollo de China y el resurgimiento de Rusia son intolerables para estos aventureros que tampoco aceptan la maniobra defensiva del presidente Trump, sensata en su núcleo. El aislamiento de Israel y la corrupción de su liderazgo lo hacen enormemente peligroso. Por estas razones es certera la previsión china de que se avecinan grandes tormentas. Quien no se lanza a navegar debe ponerse al abrigo.

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