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Octava luna: noche de canto, calidad y compromiso

Alma Rodriguez

Desde siempre existió la discusión acerca del arte y el compromiso. Se trata de una discusión no resuelta pero sí clara. Lo que seguro es claro es el hecho de que todo artista está comprometido con algo que lo motiva a cantar.

El tema es con qué o con quiénes se compromete.  A grandes rasgos, se podría decir que hay dos tipos de artistas: aquellos que se comprometen, por ejemplo, con las leyes del mercado. Y en ese caso no estaríamos hablando de compromiso sino más bien de asociación. Y, por otro, aquel artista que se compromete con su arte y su pueblo.

La octava noche fue una clara muestra de ello. El comienzo estuvo a cargo de una leyenda viviente de la música: el maestro Raúl Barboza. Barboza, se sabe, es de esos “fuera de serie”. Es tan admirable su música como escucharlo hablar y contar historias. Porque él es la historia.  Tal como relató sobre el escenario: “mis padres no me enseñaron a hablar guaraní y es por eso que yo hablo esa lengua a través de mí instrumento”. Gracias a dios, existe un Raúl Barboza. Y es nuestro.

Ahora bien, si hablamos de compromiso con una causa popular, no podemos no hacer referencia a artistas de la talla de Los Copla, como les decimos en “el barrio”. Dueños de una trayectoria y un prestigio a esta altura indiscutibles, conmovieron al público, anoche, durante la octava luna. En primer lugar, porque ellos saben qué y cómo transmitir ese mensaje y ese compromiso. Y en segundo lugar, porque su público espera con ansias renovadas ese bálsamo de música, baile y pensamiento que generan. En este caso, contaron con la presencia de Miguel Figueroa y su Amanecer campero  y de Manuel Monroy Chazarreta, nieto de don Andrés Chazarreta. Con una emotiva introducción, que ya venía desde la sala de prensa, el músico boliviano hizo mención a lo complicado de la situación política de su país con motivo del golpe de Estado en contra de Evo Morales, al tiempo que desplegó una wiphala que arrancó aplausos solidarios desde el público.

El final de la noche, estuvo a cargo del dúo Orellana Lucca, quienes hicieron de la Próspero Molina un patio santiagueño en el que, seguramente, anduvo rondando el espíritu de Jacinto Piedra. Los Orellana Lucca tiraron toda la carne al asador y eso dio sus frutos en la respuesta de la gente.

Merecen una mención especial el homenaje a Chabuca Granda por los cien años de su nacimiento. Dicho homenaje estuvo a cargo de tres talentosos cordobeses como Paola Bernal, Mery Murúa y Juan Iñaki junto al Mono Izaurralde. Lo emotivo del repertorio, la interpretación y la puesta en escena son una clara muestra de cómo es posible hacer las cosas bien.

La otra mención especial es para el Cuarteto Karé junto a Bruno Arias. Cómo por arte de magia, y como producto de mucho talento y ensayo detrás, lograron evocar los viejos grupos corales de los setenta. Anoche, Karé demostró estar a la altura de aquellos Huanca Huá de antaño.

Cosquín tiene noches únicas de talento, arte y compromiso. La noche de anoche fue una de ellas.

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