Ni Macri ni Martín Maratón son ‘yeta’

En el desastre económico al que nos arrastró Macri se entrelazan la muerte de un trabajador desocupado, las acciones de un gobierno que atenta contra el pueblo y la yeta. Algo pasó que no fue la magia ni la mala suerte. Si Macri fuera yeta la solución sería más sencilla.

Hugo Gulman

En el mundo del espectáculo, hay palabras, personas o animales que está ‘prohibido’ mencionar. La que se arrastra, expresan algunos para no nombrar a una víbora, por ejemplo, y curiosamente es un hábito de muchos que dicen ser ateos.

Todo lo bueno que le atribuyen como a un santo benefactor a Osvaldo Pugliese, se le teme a otro gran director de orquesta del tango, a quien algunos ni  nombran aunque bailan y valoran la calidad de sus composiciones. Y en los medios de comunicación ha habido grandes profesionales, respetados y queridos, a los que si nombrabas alguien cambiaba su nombre por otro con las mismas iniciales para no convocar a la mala suerte. Robert Mitchum llamaban a gran tipo.

No me incluyo entre los que estigmatizan al presidente como un ‘tipo yeta’. Lo hacían antes de asumir, en la previa al mundial de Rusia y ante otros eventos, pero son argumentos que no me cierran.

Macri no es otra cosa que lo que está demostrando, como lo es todo líder con sus decisiones más que con sus discursos. ‘Por sus frutos lo reconoceréis’ y la diferencia está en los frutos. Hasta 2015 los frutos fueron una sociedad que creció económica y socialmente con trabajo, derechos, proyectos y logros.

Yeta es mala suerte y que las cosas ‘te salgan mal’, andá a saber por qué si hiciste todo bien como lo habías programado. Simplemente, traés desgracias y males.

Pero en Argentina claramente, viendo un puñado de vencedores y más de cuarenta millones de vencidos podemos ratificar que el actual terremoto económico no se trató de algo fortuito, y las consecuencias anímicas y psicológicas en el pueblo son imprevisibles, así como el modo en que cada individuo puede responder ante la crisis.

Sí, así como el modo en que cada individuo puede responder ante la crisis:

Hoy apareció un hombre muerto en la Ciudad Universitaria. Atleta, ciclista, maratonista. Un tipo sano y laburador. La información dice que se suicidó con un arma legal registrada a su nombre y con los permisos necesarios.

Un día antes había comenzado a trabajar en una empresa de seguridad que, sabemos, no se caracterizan por pagar buenos sueldos ni ofrecer generosos beneficios a los empleados. Martín estaba acuciado por las deudas y luego de tres años desocupado, comenzó a comprender su realidad, a la que resistió durante ese lapso. Y la desocupación mata. Y en algunos casos, casi mata, para ser autorreferencial. Un nudo que niega el presidente y sus ministros.

Con Martín Maratón compartimos las mañanas en Radio América durante tres años. Él operaba durante varias horas el programa que conducía Dady Brieva y yo integraba la producción, hasta que era reemplazado por Javier Bravo, otro histórico técnico de la radio.

No sé si pudo entender el vaciamiento. No sé si pensaba que alguna vez el vaciador Szpolski y sus cómplices le pagarían algo de la deuda, no sé si creyó que el presidente y sus ministros ejecutarían las medidas necesarias que lo restitutuirían a la dignidad de la vida laboral, no sé si se aferró a la ilusión de ser requerido nuevamente para su oficio. Algo le pasó que no fue magia ni yeta.

¡Qué curioso! Dady hacía radio, tele y teatro y no se quejaba de nada en las cinco horas diarias que compartíamos; Martín Maratón -así se hacía llamar- llegaba y se iba silenciosamente en su bici de gran calidad, provisto de casco y todos los elementos de seguridad requeridos. Y yo con ese trabajo y el de Radio Nacional, de donde tiempo después fui echado por Hernán Lombardi, planeaba en pocos años una jubilación tranquila.

Hoy el centro de las críticas es Dady por comparar con un exabrupto el desastre económico con un partido de fútbol, no los que generaron la crisis. Yo trabajo cuatro veces más para ganar la cuarta parte.

¿Y Martín Maratón? Quizá se haya tratado de una nueva ilusión: la de encontrar en un disparo la paz que le robaron.

¿Y Macri? ¡Ojalá fuera yeta! La solución sería más sencilla.