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NAZIS, ROTOS Y VIOLENTOS

En esta octava crónica sabremos quienes son los personajes que atacaron a Sergio Massa el día que asumió como ministro. Claudio Hertz, que participó de la bravata, unos días antes y con un megáfono había insultado a Cristina Kirchner en la puerta del Instituto Patria, junto a Morel, Basile y Romero. Gastón Guerra, que vino desde Moreno a cada «escrache» para decir que no tenía para comer ni viajar, entre llanto y puñetes. Y los integrantes del Centro Cultural Kyle Rittenhouse, nazis confesos, que luego del intento de crimen, se lamentaron de que la bala no hubiera salido. Todos ellos son parte de de la célula dedicada a la acción callejera destinada a sembrar caos y que, según Brenda Uliarte, podrían haber estado financiados por Gerardo Milman.

Es importante conocer a los personajes que aparentan ser periféricos en esta historia, al menos en principio. La estructura de estas crónicas pretende ser concéntrica. Ir desde afuera hasta el centro de la historia, entender quienes son y qué células conforma cada uno de los personajes y, en una supuesta pizarra de vínculos (como las que aparecen en las películas de Hollywood en las que un investigador mira fotos y recortes pegados en una pared, y une los puntos con hilos colorados) entender que todo lo que parece suelto y espontáneo, diverso e inconexo, es exactamente lo contrario: es unido, coordinado, premeditado y sobre todo, financiado.

En las siete crónicas anteriores vimos un primer esbozo de quienes son «Los Copitos», hicimos un acercamiento a ver quienes conforman «El ministerio del Odio», sobrevolamos a «Las Mabeles» y a «Equipo Republicano» e intentamos una línea de tiempo.

En esta octava crónica -y sé que hay ansiedad por saber de «Revolución Federal», Gerardo Milman y sus asesoras, y profundizar en el conocimiento de un personaje que merece más de un capítulo, Ximena de Tezanos Pinto, más conocida como «la vecina de Cristina»- conoceremos a unos personajes socialmente marginales que si bien no tuvieron acción directa en el crimen, si colaboraron con su presencia a generar todo el clima previo de amenazas, caos y violencia que empezó en mayo de 2022 y culminó la fatídica noche del 1 de septiembre. Hoy van a aparecer otros personajes laterales como Gastón Guerra, los nazis del centro cultural Rittenhouse de La Plata, los vínculos de ellos con agrupaciones fascistas de Mar del Plata y Córdoba.

Con el devenir del tiempo, además, comprendemos con mayor certeza algo evidente: que si ese «descontento» que manifestaron durante meses en redes y en la calle todos estos varones y mujeres hubiera sido genuino y espontáneo habría continuado e incluso crecido, puesto que algunos índices, como el de pobreza e inflación, aumentaron en el último año sin que nadie apele a horcas o teas ardientes como forma de expresión de descontento.

Hoy vamos a ver quienes participaron de la bravata contra Sergio Massa, hoy candidato a presidente, el día que asumió como ministro de economía. Fue el 3 de agosto de 2022. Pero antes veamos cómo se llegó a ese momento.

Unos días antes, el 21 de julio el elenco estable de los escraches se convocó frente al Instituto Patria en la calle Rodríguez Peña 80, a pocos metros del Congreso de la Nación. Jonathan Morel y Leonardo Sosa fueron desde Boulogne (en el Partido de San Isidro); Sabrina Basile desde el barrio de Palermo; el falso psicólogo Ernesto Anzoátegui también desde esa zona; Cristina Luján Gutiérrez desde el Partido de San Martín; Gastón Guerra desde Moreno y el único más cercano, Claudio Herz con su delantal y su megáfono, desde Constitución.

Eran pocos, pero estruendosos. Cortaron la calle, desplegaron banderas, pegaron carteles en el frente del Instituto con referencias ofensivas, insultantes y amenazantes; arrojaron huevos contra el frente y Jonathan Morel, frente a las cámaras de televisión que registraban todo, sacó bolsas de basura de un container, las abrió y arrojó contra las puertas y ventanas y generó un enchastre en toda la propiedad, la vereda y la calle.

Hertz

La estrella de la jornada fue Claudio Pedro Hertz, un señor delgado, con un llamativo parecido con el actor Emmett Brown en su personaje del científico de la película «Volver al Futuro«. Había sido visto con el mismo guardapolvo blanco aparentando ser médico o maestro y su megáfono, en manifestaciones anticuarentena a las que convocaba en 2020 Nilo Medina, el abogado de Jonathan Morel y de quien hicimos un primer esbozo en la crónica anterior. Hertz se presenta en sus redes sociales como médico veterinario, docente, asesor político del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, abogado matriculado, traductor de alemán, reflexólogo podal, cuidador geriátrico, inventor del «Sistema Orgon» de radiación electromagnética, cuidador de viviendas en ausencia de sus moradores, corrector de textos y asesor en emprendedurismo. Claramente un multifacético.

A todas estas actividades le sumó la de pararse todos los miércoles de 16:45 a 19 horas (tal como lo anuncia con puntualidad inglesa) en la esquina del Congreso, con su megáfono, para insistir con eso de lo imperioso que es asesinar a Cristina. Sería gracioso si no fuese peligroso y si no fuera que posiblemente esté repitiendo en forma pública lo que en reuniones o grupos de whatsapp dijeron y dicen y organizan de manera privada.

Hertz, la tarde del 21 de julio de 2022, pasó más de una hora gritando frases absolutamente violentas: «No hiciste nada para protegernos y ahora te toca la horca» amenazó el hombre que dice que las vacunas contra el covid son parte de un plan mundial de control -mediante la inoculación de un chip- y que el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernández no hizo nada para impedirlo sino que al contrario, fomentarían ese plan perverso de dominación. Y siguió: «Ya es tarde, no podrás escapar a Cuba! El único camino para deshacernos de vos, de todos tus cómplices, tu hijo y toda la basura que te gobierna. ¡Los vamos a buscar con ametralladora para liquidarlos en el momento y ahorcarlos. Les queda poco tiempo. Los vamos a matar a todos!» . En medio de esas diatribas, apareció un policía de la ciudad, se paró al lado, se saludaron entre risas y se despidieron con un choque de puños. Unos días después Hertz fue procesado por el juez Rafecas por «delitos de intimidación pública y amenazas».

El 3 de agosto de 2022 en un Museo del Bicentenario colmado de ministros, gobernadores, sindicalistas, legisladores, empresarios, personas del espectáculo y familiares, asumió como ministro de Economía Sergio Massa, en reemplazo de Silvina Batakis, en un intento del gobierno del Frente de Todos de estabilizar la situación económica.

Contamos anteriormente que en Olivos, cuando el presidente Fernández anunció la designación de Batakis, hubo que suspender la conferencia de prensa porque unos pocos manifestantes, pero alevosamente ruidosos, gritaban consignas como «Van a correr!» en la puerta de la Quinta Presidencial. En los registros visuales se ve claramente -aunque por entonces no sabíamos ni sus nombres- a Sabrina Basile, Jonathan Morel, Leonardo Sosa, Ernesto Anzoátegui y Cristina Luján Romero junto a dos o tres más. El 3 de agosto le tocó padecer a los mismos, y más, a Sergio Massa.

Todos los antes mencionados y algunos que mentaremos ahora se plantaron junto a «las mabeles» en la puerta lateral de Casa Rosada, pues sabían que por la tarde desfilarían algunos personajes del gobierno y la política para presenciar la asunción del nuevo ministro. Antes del ingreso de Sergio Massa lo hicieron a pie algunos otros referentes.

Pablo Moyano, mientras iba caminando por la vereda, fue seguido por un señor con megáfono -una herramienta muy usada- Cristina Luján Romero a los gritos, y Sabina Basile filmando. Los insultos y amenazas no fueron diferentes a las ya detalladas en otras ocasiones. Luis D´Elía, sin embargo, padeció una variante: veinte cuadras antes de llegar a destino fue interceptado por un increpador en solitario pero persistente, al punto que el referente político tuvo que refugiarse en un comercio ante el temor de que el tipo pasara de la violencia verbal a la física. Una vez a resguardo y con el hombre ya fuera de la vista y de la zona, emprendió camino a la Rosada para enterarse de que aquel que lo amenazó, había llegado antes y estaba allí increpando a los funcionarios y políticos junto a otros varones y mujeres. Casi como si lo hubiera estado siguiendo.

El tipo en cuestión es Gastón Guerra, conocido en las redes sociales bajo el nick «Nación de Despojados» que, aunque parezca el nombre de un colectivo, no es una agrupación sino el nickname de un individuo con ínfulas de líder de un grupo que jamás llegó a formar. Vive en Moreno, casado, con niños pequeños que dice no poder alimentar. Su aparición en la vida pública y en las redes fue en mayo, igual que «Revolución Federal«.

Gastón Guerra había hecho declaraciones mediáticas en una o dos marchas anteriores, ante cronistas que le pusieron el micrófono debajo de la nariz. En una de ellas, en Plaza de Mayo y con la guillotina construída por Jonathan Morel detrás, se emocionaba ante las cámaras al hablar de la patria, por el futuro de sus hijos, por su falta de trabajo, por la suba del dólar, por la corrupción de lo que él llama «el peor gobierno de la historia» (un slogan repetido en las huestes de Milei).

Hubiese sido conmovedor y sus lágrimas creíbles aún en ese entorno violento que iba totalmente a contramano de su emoción si el 3 de agosto, en la puerta de la Rosada y minutos después de haber perseguido a D´Elía y minutos antes de emprender a golpes la camioneta que llevaba a Massa, no hubiera hecho declaraciones idénticas, palabra por palabra, emoción por emoción, al periodista Malnatti de Canal 13. La sensibilidad expuesta con Malnatti trocó en agresiones y violencia física contra otro cronista, Lautaro Mayslín de C5N, a quien casi arroja bajo las ruedas de un colectivo.

Detrás de Guerra y a su lado, en perfecto ballet de improperios, patadas, puñetes y gritos, Sabrina Basile, Luján Romero, Ernesto Anzoátegui, Leonardo Sosa, y Sebastián Claus Forlán.

Centro Cultural Kyle Rittenhouse

Sebastián Claus Furlán es grandote, tiene movimientos torpes, calza gafas de grueso marco negro, un personaje muy identificable en las manifestaciones porque, además, gusta de hacer declaraciones ante los micrófonos o, en otras ocasiones, arrebatarlos de las manos del cronista que lo porta y romperlos contra el piso, como hizo en una marcha anticuarentena durante 2021 y también contra el periodista Lautaro Mayslín.

Furlán es empleado de la Auditoría General de la Nación. El 21 de diciembre de 1988, cuando tenía catorce años, fue con otros pibes a jugar a un predio semi abandonado que pertenecía al Ejército Argentino y que no tenía ningún tipo de cerco perimetral que impidiera el paso. Se colgó de un travesaño oxidado, y una enorme estructura de hierro cayó sobre él, le causó severos traumatismos, y empezó su calvario. Lo operaron en un hospital público, estuvo en coma, empezó una lentísima rehabilitación en reparticiones del Estado, pues era una familia obrera sin cobertura médica privada. En 1990 el padre de Sebastián, Danilo Furlán, inició un juicio al Estado. La causa fue farragosa y lenta, y pasaron diez años hasta que tuvo una sentencia favorable para el pibe quien, para entonces, había pasado por dos intentos de suicidio y una causa en su contra por golpear a su abuela. Finalmente, a partir de 2003 y con la llegada del kirchnerismo, cobró un resarcimiento en bonos, y dejó de vender perfumes puerta a puerta para tener un empleo en el Estado, más una pensión por invalidez. Sebastián tiene la tranquilidad de poder mantener de por vida a su esposa y dos hijos, tener cubierta la salud y disfrutar de un trabajo estable, vacaciones, aguinaldo, centros recreativos y demás. Nada extraordinario, solo lo justo. Pero el hombre, en el ínterin, se vinculó con Nicolás Mercau, Sebastián Poch y José Derman, referentes de de «Fuerza Unidaria Argentina«-agrupación creada por Mercau- y que luego fundaron el Centro Cultural Kyle Rittenhouse, en La Plata.

«Como otras experiencias similares, el germen del Kyle Rittenhouse fue el denominado 25M, la primera de las marchas anticuarentena del 2020. Cambiemitas, liberales, conservadores, nacionalistas, conspiranoicos, terraplanistas, dementes e independientes coincidieron en un mismo espacio bajo cierta inspiración común. Aunque varios buscaron cámara y micrófono para concentrar el capital político de esas concentraciones, ninguno logró tamaño cometido. Por eso se entiende la dispersión de células que van oscilando de manera irregular entre distintas representaciones político-partidarias y el flirteo con la anarquía o la auto-organización.» Dice el periodista Juan Ignacio Provéndola en nota con su firma para Página12.

En esa marcha partició la gente del Centro Cultural Kyle Rittenhouse, que lleva ese nombre en honor a un joven estadounidense ignoto hasta 2020. El 25 de agosto de ese año eso cambió. Ese día, miles de personas salieron a las calles de Winsconsin para protestar contra la represión policial a un hombre negro baleado por agentes policiales. Hubo disturbios: grupos de hombres blancos y «defensores de la libertad de posesión de armas de guerra», salieron a enfrentar a los manifestantes. Hubo incendios, saqueos y tiroteos. Rittenhouse, por entonces de 17 años, fue una de las personas armadas que salió a las calles a repeler a los manifestantes. Mató a dos hombres e hirió a un tercero. Las cámaras de televisión lo captaron cuando caminaba por la calle con un rifle semiautomático.

En 2021, durante el juicio, los abogados de Rittenhouse argumentaron que el joven había salido armado a «defender la propiedad privada» y que había asesinado a los dos hombres como medida de «autodefensa». El jurado les dio la razón y Rittenhouse fue absuelto.

Los compañeros de ruta de Sebastián Claus Forlán, como dijimos, son Nicolás Mercau, José Derman y Sebastián Poch, un lumpen que habla con acento español como si recién hubiera llegado del otro lado del mar, aunque jamás salió de su Lanús Natal. Junto a su esposa, con quien vive en el mismo centro cultural de la calle 5 entre 64 y 65 en el barrio del Mondongo en La Plata, se encarga del bar del local y viven allí mismo. En el Centro Cultural hay murales de Donald Trump, Jair Bolsonaro, Javier Milei y Mohamed Alí Seineldín, Ricardo Iorio, Novak Djokovic y Mario Malevo Ferreyra y de todo aquel que en alegre montón logre la admiración de estos cuatro impresentables. En 2022 tuvieron la visita de Roberto García Moritán, más conocido como «El marido de Pampita» y de algunos representantes de Patricia Bullrich.

Nicolás Mercau se presenta en Instagram como «Dirigente Unidario, Filósofo político, Investigador, Indiguista, Vegetariano, Avenindigo, Manganimeka, experto en Animé, Técnico de Pc y Sociólogo de Oficio.» O sea, es técnico de pc con severas ínfulas de titulaciones, como vimos también en el hombre del megáfono, Claudio Hertz. Fue un activo militante de «Salvemos las dos vidas», y se lo vió en funciones de liderazgo en las marchas encabezadas por un feto gigante sobre un carrilín. Portaba constantemente una bandera que decía «Con mis hijos no te metas», pero no tiene hijos con los que alguien podría meterse. Es también proteccionista de gatos, al igual que Sabrina Basile y Luján Romero.

En realidad no se llama Nicolás Mercau, sino Nicolás Alfredo Chivirino y bajo su nombre real registró como marca el nombre «Fuerza Unidaria Argentina» el 15 de marzo de 2021. Los miembros de la agrupación, que de acuerdo a las fotos no son más de quince, visten invariablemente camisas grises de Grafa y corbatín negro, y empezaron sus actividades difundiendo los fundamentos de lo que consideran una «plandemia» orquestada por «El nuevo orden mundial, femibolches y zurdos mafiosos» (sic). No escatima fotos posando junto a Agustín Laje y a Viviana Canosa, en total coincidencia con todos y cada uno de los personajes que aquí mentemos.

José Derman, el director del Centro Cultural, es una persona rota. No hay otro modo de describir su historial emocional e intelectual. Es hijo de una pareja de exdetenidos desaparecidos durante la última dictadura cívico militar. Su madre, Cristina Gioglio, quien falleció hace tres años, declaró en varias causas por delitos de lesa humanidad y era un activa militante feminista en La Plata. Su padre, Alberto Derman, fue secuestrado dos veces y también declaró como testigo. Cursó primer año de Sociología en la Universidad Nacional de La Plata, donde también tuvo conflictos con docentes, compañeras y compañeros por sus discursos nazis y machistas. “Ni 30.000 desaparecidos, ni 30.000 víctimas”, “No fueron 30.000 los desaparecidos, pero sí fueron 21.642 los atentados terroristas perpetrados en la década del ‘70 por Montoneros y el ERP”. Es tremendo que un hijo de víctimas, sostenga esos slogans tan difundidos hoy, cuando existe la posibilidad de tener una vicepresidenta que reivindica la dictadura a caballo de estas consignas.

La historia de su madre es tremenda: militó en organismos de derechos humanos y feministas hasta que falleció de cáncer en enero de 2020. En diciembre de 1977, Cristina Gioglio fue secuestrada en su casa de Ranelagh cuando volvía de trabajar. Fue trasladada y torturada en los centros clandestinos de detención Pozo de Quilmes y Destacamento de Arana. En democracia dio testimonio en los juicios La Cacha, Pozo de Banfield, Pozo de Arana y Circuito Camps. También declaró en Italia y en España ante el juez Baltasar Garzón. “Me agarran y me llevan a mi casa, en el piso estaba acostado, maniatado, con los pies atados y amordazado Alberto Derman, que en ese momento era mi pareja. Mi hijo de 15 meses, Marcos Derman, no estaba. Yo empecé a preguntar dónde estaba, pero nadie me quiso decir. Se suponía que tenía que estar allí”, relató Cristina en el año 2000 durante el juicio sobre la desaparición de su expareja. Ese día, Alberto Derman fue secuestrado después de retirar al bebé de la guardería. La policía dejó al nene (hermano de José Derman, que nacería años después, en democracia), con una vecina que lo cuidó durante cuatro días hasta que contactaron a la familia. “Me tiran en el piso de un auto junto con Alberto Derman y nos trasladan a lo que yo después supe que era la Brigada de Quilmes”, describió.

Durante la dictadura Alberto Derman, padre de José, fue delegado gremial en el Astillero Río Santiago y estuvo secuestrado dos veces. La primera fue el 25 de octubre de 1977 y fue liberado tres días después. Y la segunda en diciembre junto a su compañera. En ambas fue trasladado al Pozo de Quilmes. “Me sometieron a torturas haciendo imputaciones que no tenían absolutamente nada que ver conmigo (…) Los gritos de los torturados eran permanentes”, relató en junio de este año durante el Juicio de Las Brigadas en La Plata. Los dos fueron secuestrados en el marco del “Operativo Escoba”.}

Tras ser liberada, Cristina formó parte de la Asociación Ex Detenidos Desaparecidos y, luego, de la Unión por los Derechos Humanos de La Plata. Además, desde los años 90 Cristina militó activamente en el movimiento de mujeres y fue referente de la Casa de la Mujer Azucena Villaflor.

Todo esto contrasta con la actividad de su hijo, que tiene varias denuncias por hostigamiento, amenazas y acoso hacia activistas feministas a través de las redes sociales. “Este señor es José Derman y hace meses me viene amenazando, y enviando fotos y videos de sus genitales a mí y a muchas otras mujeres, principalmente feministas”, escribió en Twitter la abogada especialista en violencia digital Florencia Zerdá en noviembre de 2021. A pesar de tener varias denuncias por este tipo de violencia de género en su contra, en julio de este año la justicia porteña lo declaró inimputable en la causa en la que se lo investigaba por “hostigamiento digital”. Según el informe pericial psicológico y psiquiátrico, Derman presenta un trastorno “delirante paranoide” dentro de un retraso madurativo leve por lo “no puede comprender la criminalidad de sus acciones”.

La noche del 1 de septiembre de 2022 José Derman fue de los primeros en hacer público, en un video, su desazón porque el atentado contra la vicepresidenta fue fallido, diciendo que la próxima no había que fallar, que él estaba dispuesto a hacerlo, y una serie de frases de ese estilo que le valieron un allanamiento pocas horas después, unos días en una celda y una posterior derivación a un centro de salud mental.

Esta es la gente que el 3 de agosto de 2022 atentó contra el ministro Sergio Massa, y que marcaron un jalón más en la línea de violencia que se había iniciado en mayo de ese año con la incursión de «Revolución Federal» y que culminaría con el hecho más trágico de los últimos cuarenta años de la historia argentina, cuando Sabag Montiel puso un arma a treinta centímetros del rostro de la vicepresidenta. Son parte de la célula de acción directa y, según Brenda Uliarte en su última declaración judicial, financiada por Gerardo Milman para generar disturbios.

Vamos conociendo quienes son y de donde vienen, y comprobamos que hay algo en común en todos y cada uno: son personas rotas. En las próximas crónicas seguiremos viendo, en línea de tiempo, qué otros actores y con qué roles fundamentales formaron otras células. Iremos narrando concéntricamente, en espiral, hasta ver como todos convergen en Juncal y Uruguay el primer día de septiembre por la noche. En la próxima crónica, conoceremos a Ximena de Tezanos Pinto, la mujer que desde el departamento de arriba, con mucho tiempo libre y odio por demás, funcionó como organizadora de este ballet de desclasados.

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