
Macron encontró su límite en el sindicalismo francés
Ante el avasallamiento, nada mejor que la unión. Así lo entendieron las federaciones del transporte por carretera de los sindicatos franceses CGT y FO, que hace semanas vienen encabezando encendidas protestas contra el gobierno de Macron por los múltiples aumentos en los servicios básicos como la luz, la electricidad y el gasoil.
Ni siquiera las 89 mil fuerzas de seguridad, los 12 vehículos blindados y la clausura de la mismísima Torre Eiffel fueron medidas capaces de doblegar al pueblo, que salió a las calles para manifestar su bronca por las decisiones de un hombre que llegó a la presidencia gracias al apoyo de quienes ahora lo cuestionan sin tapujos.
El sindicalismo, basado en su organización, comprendió su lugar en la sociedad francesa y lo reflejó con la decisión de encarar la “batalla”: la CGT y FO acordaron el martes la convocatoria de una huelga indefinida que tuvo inicio el domingo; El sindicato de policía francesa Vigi declaró una huelga indefinida que comenzó el 8 de diciembre.
Presionado por las masas y sus propias decisiones políticas, Macron convocó a los principales sindicatos franceses -entre los que se encuentra la Confederación General del Trabajo (CGT) y La Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT), así como a las tres grandes asociaciones de empresarios como el Movimiento de Empresas de Francia (Medef)- para anunciar medidas que, aparentemente, responderán a las demandas sociales presentadas por los chalecos amarillos, el movimiento que se caracteriza por su auto organización horizontal.

Por falta de entendimiento o por incapacidad, Macron está cada vez más solo en la defensa de sus propias medidas. No así el pueblo, que está cerca de lograr su cometido gracias a la unidad y la organización.





