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LOS DÍAS PREVIOS

Desde el 22 de agosto, cuando el fiscal Luciani pidió reclusión e inhabilitación para Cristina Fernández de Kirchner, hasta la fatídica noche del 1 de septiembre en que Sabag Montiel disparó a su cabeza, un aceitado ballet de personas desfilaron por la esquina de Juncal y Uruguay con un esquema aceitado de acciones a seguir: Espiar, hacer inteligencia, reportar, generar caos, reprimir para que alguien termine disparando un arma como consecuencia lógica a una semana de violencia en escalada. Un diputado, un financista, varios lúmpenes, una vecina, algunos periodistas, funcionarios y fuerzas de seguridad cumplieron su rol. Todo salió como se esperaba, menos la bala.

El lunes 22 de agosto de 2022 amaneció con neblina. La ciudad de Buenos Aires aún se desperezaba cuando en la puerta de los tribunales de Comodoro Py un grupo de mujeres, no más de ocho o diez, trajinaban veloz y organizadamente. Unas colgaban banderas argentinas con inscripciones como «Exigimos Justicia» y «Basta de Impunidad!» en las rejas que separan el edificio de la calle. Eran estandartes de varios metros de largo, con las inscripciones plotteadas que requirieron dinero y logística, algo que hacía pensar en una estructura mucho mayor que lo que espontáneamente pudieran manifestar este grupo de señoras. Otras, como en un ballet largamente ensayado, armaban un equipo de sonido que bajaron de una camioneta. Un par más, con redoblantes que durante horas no dejaron de tocar a destiempo, se encargaron de colgar de cada una banderas como capas al viento, carteles y más carteles pidiendo justicia para «la chorra K», «Cárcel a la yegua» «Cristina golpista» y «Cristina presa ya».

Son las mujeres de Equipo Republicano, lideradas por Aura Marina Ríos Flores y Luz Lasala, de quien hablamos en crónicas anteriores. Su obsesión es Cristina y así manifiesten pidiendo «Justicia por el crimen de Nisman» o a favor de la Corte Suprema, siempre es Cristina el eje de todas sus desdichas. Ese lunes, a pesar de que la lectura del alegato de los fiscales Diego Luciani y Sergio Mola-que no puede ser leído pero igual lo leyeron de soslayo- era de modo virtual, la voz de las mujeres con sus megáfonos y sus micrófonos se hizo escuchar en cada repartición del Tribunal.
Aura Marina se quejó ante el micrófono de «Perfil»:  « Lo peor es que hay funcionarios de Comodoro Py que nos gritan por Cristina«. Y agregó indignada:  «hay que diferenciar el repudio del escrache». «Nosotras viajamos a diferentes lugares a apoyar a los jueces y fiscales perseguidos por el peor Gobierno de la historia, caramba! un poco de respeto!».
Y completó la entrevista con una frase que en el momento pasó inadvertida, pero que fue una declaración pública de sentir  y hacer, por lo menos desde unos meses hasta ese día, por Equipo Republicano y por todos los otros actores, sobre todo Revolución Federal, con quienes participaron de actos y escraches violentos. Aura Marina Ríos Flores dijo, ese 22 de agosto: «La paciencia y la tolerancia de los ciudadanos es cada vez menor. Nosotros nos formamos, no queremos caer en ninguna provocación, pero hemos llegado a un punto de intolerancia fomentado por el mismo Gobierno. Nos instaló el odio.»
Era el último día de un alegato extenso y que había necesitado de varias jornadas. La transmisión del mismo fue por un canal de Youtube, y tuvo miles y miles de vistas en directo. Se seguían las peripecias de un caso que había ocupado centenares de tapas de diario, horas de radio, programas de televisión. La opinión pública, esa construcción mediática, había sido formateada a tal punto, que el colectivo de espectadores, oyentes, lectores y hasta las señoras de Equipo Republicano decidieron ignorar algo realmente escandaloso y que había tomado estado público unos días antes: Que el camarista Mariano Llorens (que sobreseyó a Macri en la causa por espionaje a las víctimas del ARA San Juan), el titular del Tribunal Rodrigo Gimenez Uriburu y el fiscal que leía el alegato, Diego Luciani, saltándose toda ética básica que rija algún tipo de independencia, eran compañeros de equipo de fútbol: «Liverpool» y que además, lo más grave era que solían jugar en la quinta «Los Abrojos», propiedad del ex presidente Mauricio Macri y principal enemigo de Cristina Kirchner.
La defensa levemente airada con aires desdeñosos que hizo la oposición y la prensa para minimizar lo que de otro modo sería un escándalo mayúsculo llegó a despropósitos como el de Laura Di Marco, la biógrafa oficial de Macri cuando dijo: «La cancha está muy lejos de la casa (con google maps puede verse que la separación no es mayor a quince metros) y pueden ir a jugar sin que Macri los vea.» O la reflexión del solemne columnista de La Nación Joaquín Morales Solá (hoy empleado de Mauricio Macri en el canal de TV de ese mismo holding) cuando se preguntó si realmente era tan importante que dos jueces y un fiscal que tienen una causa contra Cristina Kirchner, hayan reiteradamente al fútbol en la cancha de la quinta «de alguien que presumiblemente no conocen».
“La persona que se revela como jefa de la asociación ilícita es Cristina Fernández, quien se desempeñó como presidenta de la Nación”, dijo el fiscal y  rechazó la teoría de una supuesta persecución contra la vicepresidenta mostrándose indignado, mientras la cámara mostraba en primer plano al juez Gimenez Uriburu tomando de un mate con el escudo de «Liverpool» deliberadamente visible.
Después de nueve días de alegatos donde florearon pruebas falsas, testigos que desmintieron las acusaciones y un proceso lleno de irregularidades, la fiscalía no tuvo pruritos en calificar a la causa de la obra pública en Santa Cruz como «la mayor maniobra de corrupción conocida en la historia del país» y solicitaron la pena de 12 años de prisión para Cristina Kirchner sumada a la inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos.

Los medios y sus mediadores, las mujeres de Equipo Republicano, los lúmpenes que vendían copitos, los carpinteros de la guillotina agrupados en Revolución Federal, algunos grupos fascistas de diversos puntos del país, diversos funcionarios de gobierno, y la vecina del último piso de Juncal y Uruguay saltaron dando vítores. Mientras, decenas de personas consternadas por lo absurdo, empezaron a juntarse espontáneamente en la esquina de la casa de la vicepresidenta. Fue el primer día de una semana que culminaría el lunes siguiente, con una bala que no salió.Para ese momento, ya habían pasado los escraches a funcionarios y referentes sociales generados por Equipo Republicano y Revolución Federal. Marchas con antorchas y bolsas mortuorias que en próximas crónicas narraremos al detalle, cuando hablemos en profundidad de Revolución Federal y sus dos líderes: Jonathan Morel y Leonardo Sosa, de quienes aún no hemos dicho casi nada y ocuparán buena parte de este trabajo de investigación. Pero ahora veremos qué pasó en la la semana que se inició el lunes 22 de agosto con el alegato, y culminó el 1 de septiembre con el crimen. Posiblemente esto, también comprenda más de una crónica. La información es vasta, las personas que intervinieron son muchas, las asociaciones son diversas y mostrar este mapa de vínculos y esta línea de tiempo requiere de paciencia y precisión para poder comprender que no fueron cuatro locos sueltos y no fue un crimen sin planificación y financiación.

Ese lunes 22, ni bien terminó la transmisión del alegato del fiscal en el que pedía doce años de prisión y que la vicepresidenta nunca más pudiera ejercer un cargo público, empezó a congregarse gente en la esquina del departamento de Cristina Fernández. Eran, básicamente, personas del barrio que estaban esperando el momento de poder gritar a voz en cuello «Chorra! Chorra!». Todos miraban hacia arriba, hacia el balcón de la vicepresidenta quien, en ese momento, no estaba en su casa. Pero la que si estaba era su vecina, quien justo arriba de ese balcón había desplegado un año antes, una enorme bandera con una inscripción reclamando justicia. Ximena de Tezanos Pinto se asomó a la ventana. Sonrió. Junto a su inquilina, la abogada de Gastón Guerra y Leonardo Sosa de Revolución Federal, Gladis Egui, bajaron a la calle y se sumaron al coro con un redoblante -el mismo que usaba en las manifestaciones de apoyo a Chocobar-. Estaba exultante. En un momento divisó a Leonardo Sosa, que estaba acompañado por un muchacho rubio que en el momento no reconoció. No se saludaron, no lo hacían públicamente. Gritaron «Ar-gen-tina! Ar-gen-tina!» y alguien un poco más creativo agregó «Ar-gen-tina, sin Cris-tina!». Y redobló otro con un «Acá no hay planes, la putá que te parió!» Una genialidad que todos festejaron.

De a poco empezaron a llegar otros manifestantes, y fueron los primeros de los miles que desde ese momento y hasta el tiro del final, no dejaron de estar en la esquina de Juncal y Uruguay. Eran los que daban apoyo a Cristina, los que tenían banderas y cánticos y la idea clara de que estaba cometiéndose una nueva injusticia, una nueva persecusión, una nueva construcción de law fare. Algunos eran «silvestres», personas sueltas que sin ningún tipo de convocatoria más que la que les dictaba su conciencia y su corazón fueron hasta allí. Otros pertenecían a alguna agrupación. Todos cantaban «Si la tocan a Cristina, qué kilombo se va a armar!».
Natanael Reinstein Menin acompañaba a Leonardo Sosa. Habían estado agitando durante un rato largo, coreando consignas simples, agitando la indignación contra Cristina de quienes celebraban el pedido del fiscal. Estaban atentos, sabían que en cualquier momento iban a llegar militantes kirchneristas, y tenían la consigna de generar disturbios. Tenían esa orden y muchos otros respondieron a la misma premisa, a lo largo de la semana. Estaban preparados para eso. Los vecinos empezaron a irse, no querían mezclarse con jóvenes de La Cámpora, con viejos militantes, con otros vecinos como ellos que no adherían a su forma de ver las cosas.
En un momento, hubo un par de insultos, bravatas, corridas. Natanael sacó de su mochila una bomba molotov -que demuestra que nada, nunca, fue espontáneo- y la hizo estallar contra el asfalto. La policía, que estaba a escasos metros previendo disturbios posibles, arremetió a palazos contra los militantes kirchneristas, que no tenían ni armas ni bombas. Fue el momento de Leonardo Sosa, que hizo lo suyo abriendo su mochila y encendiendo otra bomba, pero no lo logró y se rompió contra el asfalto sin prenderse. Sosa y Reinstein fueron apresados y filmados. Parecían sentirse triunfantes, habían generado caos. La policía empezó a reprimir a diestra y siniestra y la vicepresidenta, casi en tiempo real, publicó varios post de Twitter haciendo responsable al alcalde Horacio Rodríguez Larreta por la represión.

Lo único que le faltaba a Rodríguez Larreta para ser Macri: la Policía de la ciudad reprimió con palos, gas pimienta y gases lacrimógenos a ciudadanos y ciudadanas que se acercaron a Juncal y Uruguay como muestra de apoyo frente a los insultos de un grupo de energúmenos macristas”, lanzó Fernández de Kirchner en su cuenta de Twitter.
Jamás, ningún militante ni simpatizante de nuestro espacio político ha ido al domicilio de ningún dirigente macrista a insultarlos. Ni a la casa de Macri, ni a la de Rodríguez Larreta, ni a la de Bullrich o Vidal”, agregó en otro tweet. «Son muy, pero muy violentos y cuando son menos, la Policía de Rodríguez Larreta se suma a la agresión contra mi persona. Nunca fueron ni serán democráticos”, agregó.
Ximena de Tezanos Pinto vio las corridas y las detenciones desde su balcón. La abogada de Leonardo Sosa, Gladys Egui, estaba con ella viendo como se llevaban detenido a su representado. Todo marchaba bien. Hizo un par de llamados, Sosa quedó libre a las dos horas, al igual que Reinstein, de quien poco se supo después.
Cuatro días antes, el 18 de agosto, el diputado Gerardo Milman presentó un pedido de informes en el Congreso de la Nación. Mano derecha de Patricia Bullrich a quien había acompañado en el Ministerio de Seguridad cuando el macrismo fue gobierno;  ahora no solo fungía en el Congreso sino también como parte del staff del Instituto de Estudios Estratégicos en Seguridad, una fundación presidida por Patricia Bullrich cuyas actividades nunca estuvieron del todo claras, sitio al que volveremos más adelante porque -recordémoslo- allí y entre Milman y Bullrich pasarán muchas cosas.
El proyecto presentado por el legislador de JxC llevó el número de expediente 4229-D-2022, y tenía por objetivo un «Pedido de informes al Poder Ejecutivo sobre diversas cuestiones relacionadas con el plan de contingencia para frenar la escalada de violencia y amenazas hacia periodistas, jueces, fiscales y actores involucrados en casos judiciales«. Entre otras cosas, se incluía una solicitud de información acerca de si se iba a reforzar la seguridad de Cristina Fernández, la de los jueces y fiscales del caso Vialidad; también estaba interesado en saber si se iba a destinar custodia a “periodistas independientes”, reclamaba que la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) actuara sobre organizaciones políticas, sociales, sindicales y “falsos movimientos reivindicativos de culturas ancestrales», y describía a La Cámpora como «camisas negras«, en alusión a los seguidores de Benito Mussolini.
«Con enorme preocupación vengo a plantear el presente proyecto a efectos de tomar conocimiento de las medidas preventivas, tanto políticas como de inteligencia, que el gobierno desarrolla ante la sumatoria de indicadores de violencia que se perciben como la antesala de episodios que podrían quedar en nuestra historia, me refiero a fechas dolorosas«, escribió Milman en los fundamentos.
Además mencionaba «marchas de protestas, o disfrazadas de apoyos a uno y a otros, depende de lo convocante», como «aquellas protagonizadas por la adormecida CGT con o sin los moyanos, o por las camisas negras de La Cámpora, o por las agrupaciones piqueteras afines o disidentes, o por el kirchnerismo».
Y agregaba que encuentra como «factor común las amenazas a los culpables de siempre: los neoliberales; EEUU; el campo; los empresarios, la corte suprema; los fiscales y jueces; periodistas; políticos opositores; etc» (SIC).
 
«Todo esto sumado es un cóctel o un guiso que está tomando un peligroso cuerpo, hierve y fermenta, y es contenido por la gran olla de presión cuya manija siempre la tuvo el peronismo»
Y terminaba con un sugestivo párrafo: “No vaya a ser que algún vanguardista iluminado pretenda favorecer el clima de violencia que se está armando, con un falso ataque a la figura de Cristina, para victimizarla, sacarla de entre las cuerdas judiciales en las que se halla y no puede salir, y recrear un nuevo 17 de octubre que la reivindique ante sus seguidores”.
Curioso documento que luego tomaría otra dimensión pues no solo el atentado se concretó, como todos sabemos, sino que durante toda la semana desfilaron por la esquina diferentes actores, diversos: desde funcionarios del gobierno de la ciudad a un «espontáneo» repartidor de delivery quien, armado con un destornillador, intentó atacar a manifestantes kirchneristas; desde Ximena de Tezanos Pinto y un desfile de personajes de Revolución Federal por su departamento, a Nilo Medina y Ernesto Anzoátegui, también de Revolución Federal, filmándose como manifestantes camporistas mezclados entre la gente. Y entre todos ellos, todos los días, sobrevolaba por sobre las cabezas un palo con decenas de copos de nieve que nunca encontraron compradores. Nicolás Carrizo, Fernando Sabag Montiel, Brenda Uliarte, tantos más que, como declaró Brenda, recibieron dinero de una tal «Carolina» para que generar disturbios durante esos días, en ese lugar.
Todo hace pensar que la «Carolina» que menta Brenda Uliarte en su declaración, no es otra que Carolina Gómez Mónaco, la secretaria-asesora-socia del diputado Gerardo Milman quien, el mediodía del 31 de agosto a las tres de la tarde, en el bar Casablanca de la esquina del Congreso, entre risas escuchó a su jefe decir: «Cuando la maten yo estaré rumbo a la costa».
 
Pero de todo esto y mucho más, seguiremos contando en las próximas crónicas.
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