Lo abuchearon a Macri en un acto de SMATA: ¿Qué pasa?
El grito que no cesa
La profunda crisis económica afecta cada vez más a muchos más en todo el país. Si lo sabrá Mauricio Macri que viene cosechando rechazos, insultos y abucheos en las calles de diferentes ciudades del país. Ojo: también le sucede en el exterior. La falta de trabajo, los despidos, la destrucción del arco de cobertura de salud, la falta de vacantes en las escuelas públicas, la avaricia de los usureros de la economía que se hicieron del gobierno nacional y la desesperanza frente a los que ofrecen a sus conciudadanos bailar en la incertidumbre mientras ellos se llevan la mejor parte al costo de la destrucción de la convivencia social.
No puede interpretarse de otro modo lo sucedido el martes cuando el SMATA celebraba la inauguración del Sanatorio Materno Infantil “San Francisco de Asís” en Mataderos. El esfuerzo del gremio, la dedicación de cientos de trabajadores más el aporte del conjunto de ellos, permitió acceder a un nivel de servicio de salud propio del arco de la justicia social.
Se trató de un acto cuidadoso, con miles de trabajadores que concurrieron a participar del evento y a escuchar con atención a Ricardo Pignanelli, Secretario General del gremio que llevó adelante la conducción de ese logro. Es posible que Macri haya pedido asistir ya que el Gobierno nacional es quien debe dar aprobación a la obra. El presidente se sumó con la intención de darse un baño de masas: había unos 5 mil trabajadores acompañando el acto, bien organizados y con alegría ante el hecho.
El primer grito se escuchó sobre la vereda de los números pares de la avenida Directorio al 4.700. Fuera de las vallas, el público del barrio podía observar el escenario únicamente ocupado por Pignanelli y el presidente. Pignanelli ya había dado un discurso muy emotivo que reflejaba el esfuerzo enorme para alcanzar el objetivo del Sanatorio, que incluso fue bendecido por el Papa Francisco al enviarle una carta personal, sensible y sencilla al dirigente gremial.
De pronto, todas las miradas se volvieron hacia fuera de las vallas, frente a un supermercado donde una mujer ya mayor bramaba:
-¡Hijooooooo de puuutaaaa! –resonó cuando entraba la noche.
Macri pareció sobresaltado por un latigazo y su equipo de seguridad se acercó con precaución a la zona donde la mujer dejó su ubicación y comenzó a caminar hacia el Parque Avellaneda. Enseguida siguió con sus argumentos ya clásicos: un millón de autos producidos en el país para 2023, mejores horizontes, días brillantes que jamás serán los que se viven. Como siempre, ofrecía el «más allá» para los que pudieran ser inmovilizados en el “más acá”.
Pasó lo que fue un suspiro y desde el otro flanco de la avenida, la vereda de los números impares, se escucharon varios “vendepatria” y un “mentiroso” que sonó acusatorio, dolorido y terminante.
Fue entonces que a Macri se le trabaron las palabras de siempre, repetidas como si su desgaste las llevara a quebrarse. Su garganta fue un tembladeral hasta que logró que su voz regresara a una hipotética normalidad, cuando desde el otro sector de la avenida -los números pares nuevamente- emergió un “grupo de vecinos” que repentinamente se transformaron en militantes de Cambiemos y empezaron a corear “sí, se puede”, “sí, se puede”, “sí, se puede”. Los concurrentes aún se preguntan “¿¡qué se puede!?”. Sin embargo, la situación no pasó a mayores: sencillamente deslució al presidente.
No estaba allí el diputado Oscar Romero, aparentemente rechazado en su gremio luego de que se revelara un escándalo de “cargos” en Diputados y Senadores para su mujer y su hijo, más otro para su carnicero personal, a su vez secretario general del gremio en Junín; situación que lo alejó del sindicato mecánico al cual no concurre, según se comentaba alrededor del escenario, desde hace ya varias semanas.
Romero había protagonizado otro escándalo revelado por el “Semanario de Junín”, que dirige Luciano Canaparo, cuando llevó a doce dirigentes políticos del justicialismo de esa ciudad a Roma, en un viaje de turismo que consistía en una visita al Papa y luego paseo de compras. La publicación demostró que Romero le dio $ 25 mil a cada “invitado”, y estos dieron a conocer el “jolgorio” por Twitter comentando que el propio diputado les contó que Emilio Monzó, titular del bloque de Cambiemos, le había facilitado los fondos para la fiesta romana.
Romero tres veces triste
En el gremio se produjo una tormenta y Romero dejó de concurrir. Su desesperada carrera hacia la renovación de su banca comenzó con un drama: el sindicato mecánico repudiaba sus manejos y perdía el apoyo principal para sostenerla. Ensayó entonces un urgente compromiso con Florencio Randazzo, constituyéndose en uno de sus primeros apoyos.
En el Frente Renovador se comentó que una vez que Romero le dio su apoyo al ex Ministro del Interior, habló con Massa para pasarse con armas y pertrechos a cambio de un cuarto lugar en la lista de aspirantes a diputados bonaerenses. Massa, observando a un personaje devaluado y rumbo al abismo, le habría respondido: «Si me traés el SMATA a casa y me apoyan, no hay problema. Así que andá, venite con el gremio, y cerramos».
Romero comprobó que el horno no estaba para bollos. Si no hay SMATA, donde cuidan celosamente la ética de la acción gremial, no hay MASA, el sector que alienta el taxista Omar Viviani, ni hay justicialismo que aguante a un candidato con el prontuario al rojo vivo.
Macri no la pasó muy bien en el acto de los mecánicos. La inauguración de los trabajadores no sufrió; el problema lo tenían el presidente y sus políticas que perjudican cada vez a más argentinos. Oscar Romero fue apenas un comentario triste en ese día, tan triste como lo que le espera en términos políticos donde eligió convertirse, precisamente, en un triste personaje.