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Larga vida a la revolución bolivariana

Por Carlos Almenara

Venezuela se encuentra bajo ataque desde 1999, año en que Hugo Chávez asumió la presidencia.

El programa chavista fue inadmisible para Estados Unidos y la derecha del continente y desde entonces no han cejado en su afán de derrocar el gobierno.

Contra Chávez hasta su muerte en 2013 y luego desestabilizando e intentando matar a Nicolás Maduro. Lo ocurrido antes y después de los comicios presidenciales del 28 de julio no sorprende a nadie.

En 2002 hubo un golpe de estado contra el chavismo que fue derrotado por el pueblo movilizado. Un dato revelador: la tecnología que usó Estados Unidos en varias de las desestabilizaciones recientes se repitió con la presencia de francotiradores en Puente Llaguno que disparaban a manifestantes a favor de Chávez y contrarios a Chávez, con el objetivo de enfrentar a los manifestantes.

En este link, La revolución no será televisada, crónica de aquellos sucesos

Las acciones hostiles de afuera y de adentro fueron una constante. Chávez sufrió varios intentos de asesinato, algunos en Estados Unidos, y hay denuncias, para nada delirantes, de que su muerte fue por algún tipo de envenenamiento de alguien de su entorno, de hecho un par de personas que pudieron acercar sustancias cancerígenas que lo terminaran matando están asiladas en Estados Unidos. Dice el refrán que “Roma no paga traidores”, quizás sea que no los encuentra porque Estados Unidos ya compró a todos. A pesar de lo mucho que le gusta a Washington parangonarse con aquel imperio.

En esta nota, Eva Golinger hace un repaso de algunos de intentos de asesinar a Hugo Chávez y la posibilidad de que haya sido envenenado:

https://rebelion.org/las-claves-del-asesinato-de-hugo-chavez/

Con Maduro la cosa no fue distinta. En 2018 atentaron contra su vida mediante drones en un acto militar. Las “guarimbas”, la violencia de calle, los intentos de invadir el país, los sobornos e intentos de seducir a Fuerzas Armadas y policiales muestran la violencia extrema de esa derecha.

Las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos a Venezuela, en violación al derecho internacional, produjeron enormes problemas al país, incluyendo un deterioro económico que se propagandiza abundantemente en las corporaciones mediáticas, pero del que estos últimos tiempos está saliendo sostenidamente. Las tasas de crecimiento están entre las mayores del continente y están controlando la inflación.

El robo del patrimonio venezolano merece una mención. Sólo en Londres hay U$S 2.000 Millones en oro que los ingleses robaron al país. Es conmovedor escribir esto en Argentina y enterarnos hace menos de un mes que el ministro de economía siguió este mismo camino. Todos saben, en este terreno no hay equivocaciones.

Empresas venezolanas con sede en el extranjero, valuadas en cifras milmillonarias en dólares fueron robadas por los gobiernos estadounidense y colombiano, entre otros. Se ayudaron con la ficción de un grupo de venezolanos que intentan convencer a Estados Unidos de que invada Venezuela, partícipes del robo de sus recursos y las sanciones. El caso más patético fue el de Juan Guaidó, autoproclamado como presidente en una plaza pública, ¡y reconocido como tal por Estados Unidos!

También la OEA presiona y repite al detalle el guion con que participaron del golpe de Estado en Bolivia en 2019, que a los argentinos nos costó el asesinato del ilustre periodista Sebastián Moro. Lo paradójico es que la OEA debería dirigir sus reclamos a Juan Guaidó, que es a quien reconocen como presidente, no a su gobierno actual que ya se marchó de ese organismo hace años.

Aún así, las cosas para los venezolanos parece que no están tan mal, porque lo que nadie quería en esta campaña era parecerse a la Argentina de Milei.

La oposición radical decidió hace poco tiempo participar de los comicios, que se realizaron sin observaciones hasta el 28 de julio. Un hackeo al sistema electoral demoró los datos. El Consejo Nacional Electoral proclamó a Nicolás Maduro vencedor con el 51,2% de los sufragios habiendo contabilizado en ese primer corte el 80% de los votos. Un reporte posterior, con el 96,87% de los votos contabilizados amplió la ventaja a 51,95% contra 43,18% de González Urrutia.

La institucionalidad prevista en la legislación venezolana se ha expedido como corresponde, el Consejo Electoral está dentro los plazos, el sistema judicial funciona de acuerdo a la legislación y tiene en sus manos un requerimiento para que el propio CNE y los distintos partidos presenten sus datos. La Plataforma Unitaria Democrática (que ese nombre eligieron) que lleva de candidato a González Urrutia no presentó sus datos a la Justicia. Alegó hacerlo en una página web, pero aparecieron ¿”inconsistencias”?

El dibujo de las actas opositoras

¿Maduro no votó?

Aparece un problema serio: el de la legitimidad. Cualquier orden político se sostiene en el reconocimiento de una autoridad legítima que “manda”, en el poder de imperio de un gobierno, de un orden, ello es independiente de qué tanto guste el gobernante. Uno puede estar absolutamente en desacuerdo con un cierto régimen político pero sabe que si desobedece a un policía o a un juez puede ser detenido. Quien quiera ser presidente mediante elecciones en Argentina sabe que deberá ser consagrado por la Cámara Nacional Electoral. ¿Por qué debería ser diferente en Venezuela?

La oposición venezolana busca que sea Washington quien decida el presidente venezolano. Lo hicieron con Juan Guaidó. Eso es imposible en país soberano.

Veamos, ¿tenemos algún caso que podamos analogar? Sí, en Argentina desde 1890 a 1912 la Unión Cívica (luego) Radical siguió una política de “abstención revolucionaria” porque no participarían de un “régimen falaz y descreído”. Es decir, si es ilegítimo, no participo de las elecciones y opero para derrocarlo. Lo que no se puede, que es lo que hace la oposición venezolana, ocupar bancas, gobernaciones e intendencias y hacer terrorismo desde allí. Si se participó de las elecciones deben acatarse las decisiones legítimas de la autoridad.

Como era un plan prediseñado, los candidatos de esta ultraderecha no firmaron el compromiso de acatar los resultados del CNE, que sí lo hicieron la casi totalidad de los candidatos a presidente.

La revolución bolivariana está superando un trance difícil y aparentemente se encamina a solucionar, como tantas veces, este nuevo intento golpista. Enhorabuena, porque la suerte de una Venezuela libre de las garras yanquis es condición de posibilidad para la independencia y dignidad de los pueblos de Nuestra América.

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