La soberanía sobre nuestros cuerpos
«Sobre sí mismo, sobre su cuerpo y sobre su mente, el individuo es soberano» John Stuart Mill
Como es sabido, el pasado 10 de junio se conmemoró el “Día de la afirmación de los derechos argentinos sobre las Islas Malvinas, Islas del Atlántico Sur y Sector Antártico”.
Por Mariana Karaszewski, exclusivo para Infobaires24
Como cada año, en Argentina se conmemora la designación del primer gobernador argentino en las Islas Malvinas, en 1829; año en que el gobierno de Buenos Aires designó gobernador del archipiélago a Luis Vernet. Sin embargo, este efectivo ejercicio de soberanía fue interrumpido el 03/01/1833, cuando las fuerzas británicas ocuparon las Malvinas, expulsando a la población y a las autoridades argentinas allí establecidas, y sustituyéndolas por otras de origen británico.
Ahora bien, teniendo en cuenta que la soberanía se refiere al ejercicio de la autoridad en un cierto territorio, ¿es posible pensar otros espacios en donde poder ejercer la soberanía? Sí, claro que es posible
Les propongo por un momento pensar en nuestros cuerpos como territorios y entonces decir que “la soberanía del cuerpo se trata de la libre decisión sobre nuestro cuerpo». Esto desde los primeros tiempos de vida, desde que podemos empezar a decidir y afirmarnos en el “yo soy”. Nuestra soberanía comienza en la niñez, cuando comenzamos a constituirnos como ente separado del cuerpo de la madre y luego la construcción sigue durante toda la vida.
Sin embargo, nunca debemos perder de vista que el cuerpo no es una construcción individual. Se constituye en el ámbito de lo social y por ende, de la participación ciudadana ya que nuestro cuerpo es el principal espacio de decisión personal y de evaluación sobre las diferentes valoraciones que podemos hacer respecto de las opiniones, órdenes, mandatos, prejuicios y valores que nos quieren imponer desde afuera.
El cuerpo como primer espacio de lucha por la libertad y el bienestar, teniendo en cuenta cuales son nuestros derechos como individuos y asimismo nuestras obligaciones y responsabilidades, para así respetar los derechos sobre los cuerpos de los otros y las otras, como otrxs ciudadanxs.
Pero avancemos un poco más; ¿cómo debemos actuar para ser “soberanos” en nuestros cuerpos? ¿De qué trata este tipo de soberanía? ¿Cómo hacemos para defendernos si nuestra soberanía resulta atacada?
En primer lugar, se trata de la educación, es decir, de la información sobre nuestros propios cuerpos, el “autoconocimiento”, porque nadie puede cuidar y defender algo que no conoce. Y aquí quiero resaltar el lugar fundamental e indiscutible de la educación sexual integral (ESI) para que las personas, desde temprana edad, podamos tomar decisiones responsables sobre nuestra sexualidad; poder decir que NO ante el abuso y el acoso, reconociendo al cuerpo como un territorio personalísimo y privado; territorio que nadie puede invadir sin nuestra aprobación, sin nuestro permiso.
En esta línea, la Ley de Educación Sexual 26.150, sancionada en octubre de 2006, establece el derecho de los niños, niñas y adolescentes de todos los niveles educativos a recibir contenidos vinculados a los aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos vinculados a esa materia y propone cinco ejes fundamentales o “irrenunciables”; a saber:
1. Reconocer la perspectiva de género. 2. Respetar la diversidad. 3. Valorar la afectividad. 4. Ejercer nuestros derechos y 5. Cuidar el cuerpo y la salud
Ahora volvamos a los interrogantes planteados y veremos que hay otro punto a tener en cuenta. Para pensar en la soberanía corporal, al igual que con la soberanía territorial, debemos ubicarnos en un contexto social, cultural y temporal.
Resulta sencillo pensar quienes han sido históricamente privados de su libertad y por lo tanto no han podido ejercer la soberanía sobre sus cuerpos; esclavos, dementes, presos e incluso nuestros compañeros desaparecidos. Sin embargo, el capitalismo y el patriarcado, dos estandartes de nuestra época, han puesto a jugar nuevos estilos de dominación.
En esta línea, el filósofo Michael Foucault nos invita a pensar en una nueva forma de poder a la que llama “biopoder”, en donde este se ejerce de una manera mucho más sutil y cada vez más imperceptible. El control, la dominación y la utilización de los cuerpos ya no se reduce a los espacios físicos como cárceles y nosocomios, ni a la brutalidad explícita de la tortura sino a una nueva – aunque no por eso menos brutal- forma de control y de poder sobre nuestros cuerpos y nuestras mentes.
Y esto resulta aún más notorio en el caso de las mujeres, sobre las que se ejerce continuamente -y crecientemente- todo tipo de violencia: psicológica, sexual, simbólica, laboral, obstétrica, doméstica, por nombrar algunas.
El patriarcado, al colocar en el centro lo masculino, como principio de organización social, cultural, política y religiosa y a la mujer, “completando” el modelo y midiéndose respecto de esa vara, lleva implícito este control sobre las mujeres, simplemente y justamente porque no se las ha pensado como sujetos de derecho sobre sus propias decisiones. Y esto va desde lo más banal, como la imposición (que otros elijan por ellas) en relación a la estética, la vestimenta, el maquillaje, el trabajo, las amistades… hasta lo más brutal: que los hombre se sientan con el “derecho” de ejercer la soberanía sobre los cuerpos de las mujeres y hacer con ellos lo que se les antoje, aunque eso implique lastimarlas, violarlas o, incluso, quitarles la vida (*).
Y en el medio, la discusión -eterna- por la legalización del aborto. Y mientras tanto, cientos de mujeres siguen muriendo por no poder ejercer una plena soberanía sobre sus cuerpos gestantes. Discusión que perdurará hasta que se comprenda que el aborto existe, que no estamos discutiendo “si o no”, sino en qué condiciones se practica, que sea legal y no clandestino. Que sea legal, seguro y gratuito no es una utopía; es que nos devuelvan un poco de soberanía.
Y mientras tanto, cientos de mujeres siguen muriendo por no poder ejercer una plena soberanía sobre sus cuerpos gestantes
Vamos en camino, pero nos queda por delante un gran desafío: romper los límites y estándares que el liberalismo nos quiere imponer y pensar nuevos lineamientos por fuera de lo heteronormativo y patriarcal dominante para poder apropiarnos de nuestros cuerpos y nuestras subjetividades.
(*) Según el Observatorio de Femicidios del Proyecto Generar, desde el 1 de enero al 31 de mayo de 2019 ocurrieron 119 femicidios, 1 femicidio cada 30 horas.