La retirada de EE.UU. sólo deja el caos
Tras retirarse de Afganistán, Washington retoma el “pivote Asia-Pacífico” manteniendo la “guerra contra el terrorismo”, pero peleándose con los aliados y sin estrategia clara.
por Eduardo J. Vior
No hay casualidades, cuando el presidente de Estados Unidos y dos altos funcionarios de la Inteligencia civil y militar en un mismo día anuncian los hitos de su futura estrategia para Asia. Tras la derrota estrepitosa que sufrió en Afganistán la superpotencia debió retirarse de Asia Central, pero ya aclaró que va a retomar la estrategia de Barack Obama del “pivote entre Asia y el Pacífico”, continuando al mismo tiempo la “guerra contra el terrorismo” en Oriente Medio, mientras se reserva el derecho a seguir atacando Afganistán. En lugar de concentrar sus fuerzas para ordenar la retirada, el gobierno de Joe Biden corre detrás de la agenda británica, se pelea con sus propios aliados y multiplica un activismo insostenible con el que arriesga seguir perdiendo terreno en Asia Occidental y en África. Su falta de estrategia coherente sólo multiplica el caos actual.
El pasado miércoles 15 el gobierno de EE.UU. ajustó el cerco contra China, al anunciar que junto con Gran Bretaña ayudarían a Australia a desplegar submarinos de propulsión nuclear que Washington entregará próximamente a Canberra. Australia empezará entonces a patrullar áreas del Mar de China Meridional reclamadas por la República Popular. El anuncio, realizado por el presidente Biden, el primer ministro británico Boris Johnson y el primer ministro australiano Scott Morrison el pasado miércoles 15, implica que Australia se compromete con el despliegue británico en el Pacífico y con la política de provocación contra China.
Los buques están equipados con sistemas de propulsión nuclear que ofrecen un alcance ilimitado y funcionan tan silenciosamente que son difíciles de detectar. El nuevo acuerdo de defensa refuerza sobre todo la estrategia de «Gran Bretaña Global» centrada en el Pacífico, el sueño de Boris Johnson para restaurar el papel imperial del reino después de la salida de la Unión Europea.
«Se trata de invertir en nuestra mayor fuente de fuerza, nuestras alianzas, y de actualizarlas para afrontar mejor las amenazas de hoy y de mañana», dijo Biden en la Sala Este de la Casa Blanca al anunciar la nueva alianza.
Sin embargo, la nueva alianza rompe otras. Al cerrar con EE.UU. el contrato para la compra de los seis submarinos nucleares, Australia canceló el que tenía con Francia, para la construcción de doce navíos subacuáticos de propulsión diésel. Se trataba de un negocio por 50 mil millones de dólares cuya ruptura golpeó severamente la economía francesa, pero mucho más la alianza entre Washington y París. «Es realmente un golpe en la espalda. Habíamos construido una relación de confianza con Australia que ha sido traicionada», declaró el jueves 16 Jean-Yves Le Drian, Ministro de Asuntos Exteriores de Francia. Los franceses estuvieron trabajando en este acuerdo durante años y ni siquiera se les consultó sobre esta decisión. La opinión pública y los principales dirigentes políticos y empresarios del país están estupefactos, ya que no se esperaban tamaña traición australiana y estadounidense, pero así son los tiempos que corren.
Por su parte, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Zhao Lijian, ha tachado de «extremadamente irresponsable» el pacto AUKUS (Australia-Reino Unido-Estados Unidos, por su nombre en inglés) y ha instado a los países miembros a «abandonar la obsoleta mentalidad de suma cero de la guerra fría y los conceptos geopolíticos de miras estrechas». A su vez, el diario oficioso Global Times afirmó que Australia se ha convertido en adversario de China y que «las tropas australianas serán también muy probablemente el primer grupo de soldados occidentales que desperdiciarán sus vidas en el Mar de China Meridional».
La severa advertencia china a Australia luego de que se hubiera conocido la venta de submarinos nucleares de EE.UU., fue formulada por el medio oficioso Global Times el jueves 16.
También la primera ministra neozelandesa Jacinda Ardern envió un mensaje contundente a su aliado y vecino australiano, afirmando que los submarinos nucleares no serán bienvenidos en aguas del dominio insular. Ardern declaró que habló con su colega Morrison sobre el anuncio y le hizo saber que no se permitiría la entrada de submarinos nucleares en aguas de Nueva Zelanda, que es una zona libre de armas nucleares desde 1984.
Aliados en conflicto: los primeros ministros de Nueva Zelanda, Jacinda Ardem, y de Australia, Scott Morrison.
Coincidentemente con el anuncio del presidente Biden, los principales jefes de la Inteligencia exterior de EE.UU. se pronunciaron sobre la estrategia a seguir en Asia Occidental y Central. Tal como advirtió este martes el director de la Agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA, por su nombre en inglés), el teniente general Scott Berrier, Al Qaeda podría recomponerse en Afganistán en apenas uno o dos años y volver a representar una amenaza. Es significativo que la misma organización que EE.UU. prohijó desde fines de los años 80 hasta fines de los 90, a la que sigue protegiendo en Siria y en el sur de Yemen, ahora aparezca como “amenaza”, cuando los norteamericanos han debido retirarse de Afganistán. Parece un buen pretexto para seguir bombardeando el sufrido país asiático.
Por el contrario, la Directora de Inteligencia Nacional, Avril Haines, sostuvo el lunes en la misma Cumbre anual de Inteligencia y Seguridad Nacional que Afganistán ya no es la principal preocupación de EE.UU. entre las amenazas terroristas internacionales. Según la jefa del espionaje norteamericano, las amenazas terroristas que emanan de Somalia, Yemen, Siria e Irak -en particular el Estado Islámico- suponen un peligro mucho mayor. ¿Se contradicen la inteligencia civil y la militar o están jugando a boxear en las sombras para ocultar sus operaciones? El futuro lo dirá.
En su primer discurso a la nación tras la retirada, el pasado 6 de septiembre el Presidente Joe Biden explicó que el país necesita «apuntalar su competitividad» para hacer frente al desafío de China, y el viernes 10 llamó al Presidente chino, Xi Jinping, para hablar de las relaciones entre ambos países. Miembros del gobierno demócrata han dicho que piensan remplazar la “guerra contra el terrorismo” por la confrontación con Rusia y China, pero difícilmente puedan y quieran desmontar el gigantesco mecanismo de vigilancia, persecución y represión armado en los últimos veinte años ni es pensable que abandonen los fabulosos negocios conexos, especialmente el tráfico de drogas y el de armas. Por ello no deberían verse como contradictorios el aumento de la presión sobre China y el mantenimiento de la “guerra contra el terrorismo”.
Entre tanto, según un alto funcionario del Golfo citado anónimamente por The Guardian, la conquista de Afganistán por los talibanes es un terremoto que marcará Oriente Medio durante muchos años. El funcionario también dijo el lunes pasado que la rápida y caótica retirada de Estados Unidos plantea serias dudas sobre el valor de las promesas de seguridad de Estados Unidos. Asimismo comentó que el triunfo talibán ha preocupado mucho a los líderes de África Occidental y el Sahel que luchan contra el ascenso de un nuevo extremismo islámico.
Muchos Estados del Golfo ya han comenzado a recalibrar su política exterior, para tener en cuenta la disminución de la dependencia norteamericana del petróleo importado del región y la creciente insularidad mental de este país, pero el funcionario espera que ese proceso ahora se acelere, dando lugar a realineamientos en las alianzas y al deseo de algunos rivales históricos de establecer relaciones más pragmáticas. Como ejemplo, refirió que esperaba ver pronto mayores discusiones entre Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos e Irán. Mencionó asimismo la firma de un acuerdo de defensa entre Arabia Saudí y Rusia como una señal de que los Estados del Golfo están diversificando sus fuentes de seguridad sin contar necesariamente con Estados Unidos. El énfasis se pondrá en «intentar que en esta región se reduzca la presión de la olla».
Entre tanto, en el extremo occidental del mundo islámico también se libra una lucha por la hegemonía entre el bloque atlántico y el euroasiático. Francia se manifestó este martes 14 preocupada por las conversaciones entre el gobierno interino de Malí y la empresa militar privada rusa Wagner que podrían llevar al despliegue de un millar de paramilitares rusos en el país, según las fuentes. La llegada de estas tropas podría poner en entredicho el compromiso de Francia en el país de África Occidental, donde sus soldados luchan contra los grupos yihadistas desde hace ocho años y este miércoles han anunciado orgullosamente la muerte del jefe del Estado Islámico en el Sáhara, Adnan Abou Walid al-Sahraoui.
Según una fuente francesa conocedora del asunto, la junta en el poder en Bamako estudia la posibilidad de concluir un contrato con Wagner para el despliegue de un millar de paramilitares rusos en Malí con la misión de entrenar a sus fuerzas armadas (FAMa) y garantizar la protección de los dirigentes. Una fuente de seguridad de África Occidental, por su parte, dijo a la AFP que Wagner estaba negociando su llegada a Malí por dinero y con contrapartes mineras.
El acercamiento ruso a Malí se suma a la presencia desde hace algún tiempo de tropas rusas que combaten al terrorismo en la República Centroafricana. Ante la reticencia de la Unión Europea en acudir en ayuda del presidente Faustin-Archange Touadéra, desde 2017 la empresa privada Wagner ha mandado soldados rusos al país ecuatorial que están teniendo mucho éxito y son bien vistos por la población local.
Al aliarse con Australia y el Reino Unido, mientras entrega cada vez más armamento a Taiwán, realiza ejercicios militares conjuntos con Corea del Sur, en tanto se endurece la posición japonesa, Estados Unidos retoma la estrategia de Obama del “pivote de Asia-Pacífico”, para cercar a China. Al mismo tiempo anuncia que mantendrá la llamada “guerra contra el terrorismo” en Asia Occidental y, quizás, también en Afganistán. Estas iniciativas dispersas, empero, no resuelven la necesidad de una estrategia coherente para consolidar su frente en Asia y África después de la retirada de Kabul. Esta carencia de un concepto coherente se refleja en el aumento geométrico de la presencia rusa en Asia Central, Siria y África.
En la política no hay espacios vacíos y mucho menos en la política internacional. Estados Unidos sigue siendo la primera potencia mundial, pero, si no define prioridades para reagrupar sus fuerzas, pronto se encontrará rebalsado en varios frentes al mismo tiempo. Si no ordena su retirada, el caos que ha creado pronto lo alcanzará.