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La noche más larga

(Por Alma Rodríguez. Docente de Semiología de la UBA, miembro del Colectivo LIJ) 

Como cada año, para esta fecha, se celebra el renombrado evento cultural denominado «La noche de los museos». Cientos de personas asisten a los museos de toda la ciudad, presurosos, como si fuera que los museos existieran esa noche y nunca más. Ya sabemos, no es eso, no es que los museos van a dejar de existir. Es que esa noche no se paga una entrada para acceder y el resto de los días, en la mayoría de los casos, sí. Y en muchos casos, el costo es muy alto.

Miles de actividades, infinitas propuestas artísticas. Y todo parece estar al alcance de todos. Por tan sólo una noche. Es, sabemos, toda una concepción de «cultura» y, desde ya, toda una forma de concebir las políticas culturales.

La ilusión de acceder a lo que algunos pueden durante todo el año por sólo un rato. Y este hecho un poco, retrotrae a la idea de caridad cristiana, tan Cardenal Newman del «te doy lo que me sobra porque, pooobre, no podés ir los demás sábados o domingos o lunes o martes o el día que quieras.

En ese contexto «cultural» tan pro, tan políticamente decidido del anti todos y todas, todos los días del año, durante la noche del sábado se vivió en la Ex ESMA algo que no fue dado a conocer por ningún medio.  Por un lado, gran cantidad de gente se acercó al Archivo Nacional de la Memoria, llamativamente, más que otros años. Es sabido lo de la censura de una obra que, al parecer ( el “parecer” es el parecer de quienes dirigen el espacio), remitía a Santiago Maldonado. Se trata de la muestra hecha por integrantes del Grupo TAS denominada “Ausencias” y  que forma parte de la denominada  “8 Mujeres abordando la Memoria”. Durante la semana pasada, sus autoras denunciaron que dicha exposición, aprobada en el mes de marzo para formar parte del evento La Noche de los Museos 2017, fue cuestionada y “censurada” por las autoridades porque “daba a Santiago Maldonado”. Un argumento tan inconsistente como arbitrario.  “Daba” significa “remitía”. Y este hecho “da” a totalitarismo. Y da miedo.

Quienes alguna vez asistimos al predio de la Ex ESMA  sabemos lo difícil que es ingresar y transitar  ese lugar sin que un sinfín de sentimientos y sensaciones nos atraviesen de palmo a palmo: entrar allí es aproximarse al horror, ser atravesado por lo más terrible de nuestra historia, cruzar la noche más larga. Sabemos también cuánto tiempo llevó resignifficar, recuperar y revalorar este espacio  como un espacio de vida, labor que fue posible gracias a la lucha incansable de las Madres y a las políticas de memoria y de derechos humanos que impulsaron y guiaron Néstor y Cristina. La noche del sábado, y por si no alcanzara con lo que representa el lugar de por sí y a partir de su historia, una innecesaria guardia de policías de la Ciudad se hizo presente en algunas de las entradas de acceso al lugar.

No pasó en otros museos. En este espacio, inexplicablemente, sí. Entonces, dos fueron las barreras a atravesar: la del pasado y la del presente.

En simultáneo, a unos pocos pasos de la censura y de la policía, y en las antípodas de la propuesta pro de cultura para pocos,  en el ECuNhi, se llevó a cabo otro hecho artístico y cultural, independiente de la Noche de los Museos, que permitió juntarnos para cantar y resistir . Bajo el título “Mil guitarras para Víctor Jara”,  se realizó un homenaje al cantautor chileno hecho por músicos y cantores de su país quienes dedicaron el concierto completo a Santiago Maldonado expresando, además, que “cada vez que ensayábamos «El Aparecido»… le cantábamos el » Correlé correle correlaaa» pensando en que se escapara de sus captores. Es de nosotros seguir cantando y exigir justicia. Aquí nadie muere, compañero, aquí cada día es continuar….»

La propuesta incluyó la proyección de un video sobre cómo se lo recuerda a Víctor Jara en su tierra así como la interpretación de varias de sus canciones y tuvo como centro la invitación al canto colectivo de todos los que allí estábamos.  El encuentro coincidió también con el centenario del nacimiento de Violeta Parra y con la reciente muerte de otro emblema de la canción latinoamericana, Daniel Viglietti.  Es que Víctor, Violeta, Daniel y Santiago Maldonado tenían en común el profundo amor por su pueblo y la solidaridad sin límites.

Muchas son las canciones compuestas e interpretadas por Jara que pueden ilustrar estos días y estos tiempos que corren en un país donde pareciera que para volver a ver amanecer falta una eternidad. Pero hay una  en particular que, si bien no fue  compuesta por él sino por el mexicano Rubén Ortiz, sí fue reconocida por la interpretación de Jara, allá por los sesenta, y se titula “Zamba al Che”. Hay dos estrofas de la canción que quisiera rescatar especialmente y que dicen: “Que los derechos humanos/ los violan en tantas partes/ en América Latina/ domingo, lunes y martes. Y continúa:  “Nos imponen militares/ para sojuzgar los pueblos/ dictadores, asesinos, gorilas y generales.”

En la noche de todos ellos, la más larga, el canto de Víctor Jara es la mejor forma de resistencia. Y el ECunhi, la mejor casa para  esperar hasta que amanezca.

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