
La Matanza: hallan los tres cuerpos de las jóvenes desaparecidas
Brenda, Morena y Lara eran intensamente buscadas por familiares, amigos y vecinos
Jaiver Alonso, ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, brindó detalles sobre el asesinato de Brenda del Castillo, Morena Verdi y Lara Morena Gutiérrez.
Según el funcionario bonaerense, aseguró que las mataron el viernes y que fueron engañadas para asistir a un evento.
«Cayeron en una trampa organizada por una organización transnacional»
Durante una conferencia de prensa, Alonso informó sobre la investigación en torno al triple crimen en Florencio Varela, por el momento se mantiene el secreto de sumario, pero avanzan para dar con los responsables. Por el momento, los detenidos, dos hombres y dos mujeres, «están Los cuatro detenidos por homicidio agravado», adelantó.

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Además, aclaró que durante la mañana le notificaron a las familias que encontraron tres cuerpos durante la madrugada del miércoles, después de un «trabajo minucioso porque estaban enterrados en el jardín en horas de la mañana pudimos encontrar señas particulares, tatuajes y vestimentas, de cada uno que nos permitió a las familias presentárselos«, añadió Alonso por lo que las familias ya reconocieron a las chicas en la Morgue Judicial de Lomas de Zamora.
Sobre los principales responsables, Alonso subrayó que está relacionado con una banda de narcotráfico que tiene un comando operacional en la Ciudad de Buenos Aires. «Tienen diferentes puntos de venta en el conurbano, habrían elegido esta casa para perpetrar el asesinato, es una locación con dos dueños, tenemos cuatro detenidos», informó.
Tras la identificación de una camioneta blanca adulterada, que aparece en varias cámaras de seguridad, se pudo saber que las tres chicas subieron por voluntad propia al vehículo: «El hecho de que sea una camioneta adulterada ya nos permitía saber que había una estrategia premeditada, que buscaba la impunidad de este asesinato«.

Estamos convencidos de que las chicas fueron asesinadas el propio viernes entre las once y doce de la noche, estamos muy avanzados en escalar en la organización narco para dar con los autores intelectuales y materiales», sumó el mandatario.
«Sabemos que las chicas recorrían por la zona de Flores en CABA, en ese contexto habrían dado con algunos integrantes de esta organización narcocriminal, y por algunos detalles que estamos estableciendo, derivó en esta venganza de esta organización que terminó asesinándolas», afirmó y resaltó que «fueron engañadas para participar de este evento».
Reflexión de la Fundación Volviendo a Casa
Ante la tragedia acontecida en La Matanza
La noticia que hoy conmociona a Argentina —el hallazgo de los cuerpos de tres jóvenes asesinadas y descuartizadas en una vivienda, entre ellas una niña de apenas 15 años— no es un episodio aislado ni una estadística más. Es la expresión más brutal de lo que sucede cuando tratamos la prostitución como algo “normal”, o peor aún, como un trabajo legítimo con derechos plenos.
Lejos de proteger con derechos, esa mirada normalizadora puede invisibilizar la violencia estructural, el abuso, el tráfico de personas, la coerción y la explotación sexual que muchas veces están detrás. En este caso, lo que ocurrió entretejió múltiples formas de violencia: desaparición forzada, femicidio, trata, posibles vínculos narco, y el horror de que una joven menor de edad haya sido víctima de todo esto.
Nosotras creemos firmemente que la prostitución no es un trabajo —no bajo las condiciones en las que la mayoría de las personas que están en ella la ejercen. Permíteme esbozar por qué:
1. Falta de consentimiento pleno y libre
Muchos de los cuerpos que hoy denominamos “prostituidos o prostitutas” no están allí por elección libre, sino por imposición —económica, familiar, social, emocional, de adicción, de trata o de manipulación coercitiva. Cuando alguien entra arrastrade por condiciones desesperadas, su capacidad para “decidir” está severamente comprometida.
2. Vulnerabilidad estructural
La prostitución no ocurre en el vacío sino sobre asimetrías de poder profundas: correlato con pobreza, discriminación de género, marginalización, falta de educación, ausencia de redes de apoyo, violencia familiar, adicciones, migración forzada o trata. Esas desigualdades estructurales condicionan quién “ofrece” y quién “consume” sexualidad remunerada.
3. Alto riesgo de violencia
La prostitución —sobre todo en contextos donde no hay fuertes mecanismos de protección— implica un riesgo extremo: agresiones sexuales, violaciones, desapariciones, coerción, control de terceros, extorsión, trata. Lo que hoy vemos en La Matanza es el peor escenario posible: tres jóvenes desaparecidas, y luego halladas brutalmente asesinadas. Esto no es un “riesgo moderado” sino una amenaza latente para muchas personas que se encuentran en situaciones semejantes.
La sola posibilidad de que se las haya forzado, engañado o coaccionado —sin que su “trabajo sexual” sea una vía de emancipación— refuerza que estamos frente a violencia estructural, no frente a un contrato laboral común.
4. Niñas, adolescentes y la imposibilidad de “trabajar” en ese contexto
Que una víctima sea menor de edad elimina cualquier debate: nunca puede haber “trabajo” sexual consentido a los 15 años. En su caso, estamos hablando de abuso sexual, de delito, de vulneración de derechos humanos inclusive antes de que se la considere “trabajadora sexual”.
5. El derecho (y el deber) del Estado de proteger, no de “regular a medias”
Cuando se afirma que la prostitución es un trabajo, se apuesta fuerte a la idea de regularla: controles sanitarios, registros, derechos laborales, impuestos. Pero esa regulación resulta muchas veces simbólica o inaccesible para quienes están más precarizadas, pues quedan fuera los controles reales de seguridad, las denuncias libres, el acompañamiento, los mecanismos de salida.
Un Estado que reconoce la prostitución como “trabajo” sin corresponderlo con redes de protección, instrumentos legales robustos contra la trata, políticas de prevención y rutas de salida está en deuda con las personas más vulneradas.
En memoria de Brenda, Morena y Lara, exigimos que esta tragedia no pase como otra noticia más. Que sus nombres se conviertan en faros que iluminen: la urgencia de fortalecer todas las leyes contra la trata de personas, la necesidad de construir refugios, redes de acompañamiento, programas de reinserción y oportunidades reales de salida, políticas sociales de prevención que apunten a transformar las desigualdades estructurales que hacen que muchas jóvenes, mujeres y niñes vean la prostitución como única alternativa de subsistencia.
La prostitución, tal como se ejerce hoy y en este contexto, no puede tener el estatus de “trabajo seguro, digno y regulado”. Quienes pretendan sostener esa idea deben asumir la carga ética: garantizar que nadie quede atrapade, vulnerade, silenciade.
Desde la Fundación Volviendo a Casa reafirmamos nuestro compromiso de acompañar, visibilizar, sensibilizar y exigir justicia. Que no permitamos que más vidas se pierdan en ese abismo.





