La demonización de CFK y la acción contra el gobierno de Alberto muestran el fracaso de los “20 años” macristas

Cuentan quienes asistieron a la clase magistral de Cristina, el lunes en Comodoro Pro, que los responsables de la justicia en la puesta en escena temblaban ante la vicepresidenta electa, cuando ella expuso durante tres horas y media sus razones jurídicas y políticas.

Escribe Alejandro C. Tarruella

Su síntesis fue clara y contundente: “Lo que estamos viendo hoy aquí es una clase práctica de lawfare (guerra jurídica) en Argentina, llevada a cabo por los integrantes del tribunal que se habilitó para perseguir a líderes políticos y que fue un plan ideado por el gobierno saliente por conducto de organismos como la Oficina Anticorrupción y la Unidad de Información Financiera”, expresó luego de que la justicia macrista le prohibiera emitir en directo su presentación. Y se atrevió a expresar a los jueces Jorge Gorini, Andrés Basso y Rodrigo Giménez Uriburu, con la valentía que la caracteriza:

“¿No les parece de trascendencia pública que la vicepresidenta electa esté aquí sentada, acusada de integrar una asociación ilícita?” Los jueces temblaban, revelaba nuestro interlocutor, que estaba presente en el hecho histórico

CFK reflexionó que la articulación de los medios de comunicación hegemónicos y el aparato judicial tiene el objetivo de demonizar y destruir a los líderes de los gobiernos populares y democráticos, y ese accionar se ha transformado en manos de Macri y sus secuaces, en un plan sistemático. Y ese plan es parte de su continuidad que se expresa ahora también contra el gobierno de Alberto Fernández, que asumirá el próximo martes.

La difusión de actitudes sediciosas de los privilegiados que tienen negocios con la soja y los commodities, los pools de siembra y otros derivados de la posesión de la tierra, se une a la acción sin pausas de los medios de comunicación hegemónicos, sus comunicadores serviciales. Los grandes medios deciden el gabinete de Alberto, se molestan por no contar con información acerca del mismo, e imponen nombres mientras que los pontificadores (editorialistas y otros), producen títulos exponiendo presuntos fracasos y problemas sin solución.

Ninguno, prácticamente, hace un balance del saqueo, de la destrucción del Estado, la salud, la educación, la producción, el empleo, la cultura, la infraestructura y otros rubros, que fueron parte del botín personal de Macri y sus amigos.

Nunca en las últimas décadas el poder mediático mostró una agresividad tan implacable contra la democracia y el Estado de Derecho

Los 20 años de la hechicera

Trabajadores de la sede de Olivos nos daban un dato que puede ser la clave del odio fascistoide de los personeros del Pro y los medios de comunicación adictos. Sucede que cuando la pretendida hechicera Awada hizo al asumir su socio, Mauricio, destrozos en la quinta presidencial aludiendo a un presunto macumba kirchnerista, decían que llegaban para quedarse veinte años en el gobierno. El fracaso de esa pesadilla explicaría el odio con que se expresan desde Marcos Peña, el propio hijo de Franco, los propietarios corporativos que fueron beneficiados por el festín y sus servidores de prensa de los medios, incluidos los propietarios de los mismos. No les cabe en el cuerpo considerar que se van en riesgosa situación ante la ley, a los cuatro años.

Viene bien recordar que el general Juan Carlos Onganía proyectó un delirio en 1966, cuando se imaginó veinte años en el poder como Francisco Franco. Cuando se lo contaron a Perón en Puerta de Hierro, el general respondió: “Es imposible. Franco a sus espaldas tiene un millón de muertos, y Onganía, a sus espaldas, tiene un millón de vivos”. En efecto, Onganía –curiosamente como Macri-, no pudo superar los cuatro años. Ni apelando a Pichetto, “el Triste”.

Macri pretendía infundir el miedo a la miseria creciente, negar justicia y aplicar normativas de tinte mafioso ante los reclamos sociales, lo que expresó Cristina.

No contaban con que el peronismo es un movimiento político singular en el planeta, con un grado de creación solidaria inexpugnable y el mito del retorno (“vamos a volver”) de un pueblo que siempre renace de sus cenizas

Con veinte años, como ilusionaba la hechicera cuando destrozaba el mármol de carrara de Olivos mientras clamaba que estaba “engualichado”, Macri y ella, creían que podrían retrotraernos a Haití o algún pueblo destruido por la acción neonazi de los privilegiados. No sucedió, pero los golpistas acechan.

Ahora quieren imponer un miedo global y globalizado en una sociedad violenta a la que inyectan su odio. Quieren hacer temer al pueblo entre amenazas difusas que se relevan entre sí, que no admiten la lógica. Eso es lo que hacen los medios hoy. “La Nación” dando crédito al “pensamiento” violento de Baby Echecopar puede explicar el camino de “salvarnos de nuestros miedos”. Primero los desatan, como la mafia, y luego pasan a cobrar tarifazos, usura, falta de empleo, vivienda, salud, y “nos salvan” con los evangelistas. Querían años de poder y no cuentan ni con Añez para hacerlo.

Y si el macrismo quebrado viene con sus socios a intentar quebrar al flamante gobierno constitucional, como lo hicieron Onganía y Videla, la respuesta es la profundización del camino solidario, de unidad, con que se forjó la elección que hizo hocicar a los corruptos.

En ese camino, exigir a la justicia, con los cambios que va a realizar Alberto, que enjuicie a los endeudadores mafiosos que encabeza el mismo hijo de Franco, investigar la deuda externa para reclamar al FMI que, luego de observar su carta, defina los términos que nos corresponden porque gran parte de la misma no fue refrendada por el Congreso Nacional como lo exige la Constitución.

Allí está la respuesta para volver a generar empleo, educación, salud, cultura, vivienda y lo que sea necesario para alcanzar la felicidad del pueblo. El martes próximo, los argentinos celebraremos la recuperación de las herramientas del Estado de Derecho que nos permitirán hacerlo