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La cumbia de mi pueblo

 

Escribe El Freud de la villa, exclusivo para InfoBaires24

 

Hace poco volví al mítico Tropitango, esa bailanta que hace 35 años sobrevive en zona norte, que vio pasar una dictadura, gobiernos, intendentes, inflación, corralito, el neoliberalismo, desempleo, padres, madres, hijos, casos de gatillo fácil, y se mantiene firme a pesar de las presiones del Massismo para que lo cierren. No pueden, es el baile del barrio, de los pibes, de los que no tienen, los marginados de este sistema pro Nordelta, en fin, este baile que no sólo se identifica por la clase de música que pasa, sino porque todavía ni sociólogos ni académicos pueden explicar el fenómeno social que arrastra este antro de la cumbia colombiana.

Llegué como en los viejos tiempos, en un remis del barrio, modelo viejo, con pibes de la esquina, yo sólo quería ir a escuchar música y reencontrarme con mi pasado, buscar en algunas caras, viejos recuerdos de esas noches de cumbia y alcohol inolvidables. Se repetía el ritual de siempre, los pibes con camperas deportivas, las pibas con zapatillas con cámara de aire y bien limpitas, “Y me quede solitario sin saber dónde ir, y caminaba diciendo me has dejado porque, me has dejado por quien”. Sonaba este clásico de Grupo Green, era primer domingo del mes, noche de recuerdos, noche de canciones que hicieron bailar muchas generaciones en zona norte, y ahí estaba yo, volvía a tener 16 años, como cuando salíamos con mi primo Marianito a vender cobre o aluminio para juntar los 5 pesos de la entrada y después lo que pinte.

Era la época de la guerra de barrios; si eras de Las Tunas no podías juntarte con los de Enrique Delfino (Todavía sigue esa vieja rivalidad), o los de San Pablo con los de La Paloma, o de Benavidez, o de Los Troncos, o Bancalari y así la lista de barrios que dominaban la pista en aquellos tiempos, donde todo se arreglaba corriendo a la salida al barrio rival y que muchas veces se solucionaba a los tiros, era la época dorada de las bailantas en zona norte, Tiburón bailable de Tigre, Cumbilandia de Pacheco, LP bailable de Carupá, Exótico de Garin, Tornado de José C Paz, que a la vez competían con los boliches “Chetos” de ese tiempo, Cadalso, Better, Viste, Spazio…

Era la época de la guerra de barrios; si eras de Las Tunas no podías juntarte con los de Enrique Delfino…

La música me trajo muchos momentos hermosos como tristes, las primeras novias, las pibas de los barrios vecinos, las amigas de ese fin de semana que nunca más volvería a ver, amigos que murieron a la salida del baile, amigos que murieron en accidentes de tránsito yendo a bailar, amigos que murieron en institutos de menores, amigas que tuvieron hijos o conocieron a su marido actual en el Tropi y hoy en día esos chicos van a bailar, como sus padres, amigos que murieron bajo la metralla de la feroz policía bonaerense de los 90, llamados “Escuadrones de la muerte”.

Muchas veces los soñé a los pibes y a las pibas, golpeando las manos en la puerta de casa, para pasarme a buscar para salir al baile, luego me despertaba con esa canción que sonaba de fondo, la cumbia colombiana como siempre.

Luego de la crisis del 2001 había dejado de ir por unos años, no alcanzaba la plata, trabajaba en una multinacional donde cobraba $150 por quincena laburando 12 horas; me acuerdo en el 2004, había cambiado de laburo, había esperanza, y el sindicato alimenticio había cerrado un buen acuerdo en las paritarias: Habían vuelto y era motivo de festejo. Después nos sacaron los tickets canasta y nos dieron esa plata, y me fui al Tropi, a escuchar cumbia. Nacía una hermosa época, ya no había hambre en el barrio, ya podíamos ir a divertirnos sin culpa.

Corría el año 1996, recuerdo, y en la radio del Tropi que conducía el mismísimo dj, Yimmy, que luego en el 2000 se retiraría y armaría su propio grupo de cumbia; Yimmy y Su Combo Negro, sonaba un grupo de México llamado “Los Llamadores de Cartagena”.

Diecinueve años más tarde sonaban como esa vez, los pibes más jóvenes se sabían la letra, estaba como en una cancha de fútbol, yo la bauticé “La Creamfields del Conurbano”, estuve sólo 3 horas, suficiente para encontrarme a mí mismo y decirme “Eh guacho, vos te criaste acá adentro”, me volví temprano a casa, ya no estoy para las maratones como cuando era pibe, pero volver a sentir esa sensación de ser feliz con algo tan simple, como que estamos mejor, como que le ganamos al neoliberalismo, como que no nos pueden sacar de ahí, y si viene otro gobierno y lo quiere sacar será revolución marginal. La Catedral de la cumbia, el Tropi, el Tango, como quieran llamarlo…¡Así se baila en el Tropi!

 

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