La construcción de la «no-realidad», mecanismo para ocultar el saqueo
El macrismo, sus aliados y la prensa hegemónica lucha día a día para instalar el relato macrista en base a la “pesada herencia”.
Escribe Claudio Siniscalco, especial para InfoBaires24
¿Hasta cuándo el macrismo, sus aliados y los medios periodísticos que los protegen seguirán actuando como oposición de una Presidente que ya no gobierna? ¿Hasta cuándo van a fingir que la realidad no existe, que el ajuste brutal no existe, y que lo importante para la gente es seguir hablando del gobierno anterior? ¿Hasta cuándo esta construcción político-mediática de la irrealidad, de la no-verdad, de la negación de lo evidente, podrá imponerse sobre la contundencia de los hechos concretos?
Hacer un recorrido por los canales de TV en el horario central es un ejercicio casi esquizofrénico. Mientras que en dos o tres programas políticos se muestra la realidad actual, se habla de la gestión del macrismo, de los despidos, de los tarifazos, en el resto actúan como si el tiempo se hubiese detenido, como si todavía ejerciera la presidencia Cristina Fernández o, peor aún, como si ahora no sucediera nada digno de discutirse. Pasan horas “debatiendo” entre panelistas e invitados que piensan lo mismo, sobre supuestos hechos de corrupción, sobre supuestos excesos en el gasto público y en la cantidad de empleados estatales, sobre supuestos récords históricos de déficit fiscal, sobre supuestos períodos de recesión… En la prensa escrita y radial pasa más o menos lo mismo.
Poco parece importarles que dos de los principales engaños del relato oficial hayan sido desmentidos por el propio INDEC de Jorge Todesca. No era verdad que la economía argentina no había crecido en 2015; y tampoco eran ciertas las cifras que el gobierno y sus aliados atribuían al déficit fiscal del año pasado, infladas groseramente mediante artilugios contables.
Precisamente una de las mayores perversiones del discurso de la “no-realidad” es que sigue adelante con total impunidad aunque los propios divulgadores de ese relato admitan que era falso lo que venían sosteniendo. Es decir, van a seguir utilizando datos que ellos mismos revelaron que son falsos para justificar el saqueo de millones de personas. Todo lo contrario de una concepción ética o republicana de la gestión pública (la que proponían durante la campaña electoral), que plantea que hay que reconocer errores y rectificar medidas; defender el pluralismo; mejorar la calidad institucional; condenar el autoritarismo y las prácticas revanchistas; tender al bien común.
Pero algo hay que reconocerle a la gestión macrista, y es su celeridad. En menos de cuatro meses causó un daño tan profundo y extendido (así como beneficios extraordinarios a una minoría) que a otros gobiernos les llevaría años provocar. El modelo de Macri se apoya en dos pilares fundamentales:
Avanzar con su plan de restauración liberal-fascista, cuyas líneas de acción ya explicitó con claridad, sin perder tiempo, desde que asumió el poder.
Al mismo tiempo, demonizar al kirchnerismo; perseguir judicialmente a sus principales dirigentes; reavivar en la agenda mediática temas del pasado que puedan perjudicar a la administración anterior; ocultar las medidas que aplica o negar sus consecuencias.
Para lograr estos propósitos cuenta con el apoyo de una parte importante del sistema político-sindical-judicial, y con el beneplácito de la totalidad del bloque dominante para el cual gobierna.
¿Y la gente común, el pueblo, la sociedad? “Votaron a Macri hace muy poco tiempo”, se diría con razón.
Pero no es menos cierto que está ganando terreno la convicción de que el sistema democrático excede largamente la realización periódica de elecciones libres. “Sin derechos no hay democracia”, se enfatizó el 24 de marzo en la Plaza de Mayo. ¿Y qué puede hacer la gente si le quitan sus derechos, si la quieren convencer de que no es correcto ni posible aspirar a una vida digna? Nadie lo sabe. Pero es improbable que la quietud y la resignación sean las respuestas ante la exclusión y el desamparo.
