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Justicia poética

Alma Rodriguez

La historia de la literatura argentina está llena de mujeres que, siendo escritoras, estuvieron relegadas a un segundo plano detrás de un hombre o directamente fuera de escena, condenadas a las sombras: Sara Gallardo, Norha Lange, Libertad Demitrópulos y tantas otras.

Por Alma Rodríguez

Sin ir más lejos, hace pocos días salieron a la luz los cuadernos secretos de Enriqueta Muñiz en los que ella va relatando toda la investigación que llevó a cabo junto a Rodolfo Walsh y quien formó parte fundamental del proceso que luego desembocara en lo que fue una obra maestra de la literatura argentina firmada por un hombre: Operación masacre.

Hay más de una manera de contar la historia. Una es pensar que siempre hubo varias mujeres escritoras que compartieron un mismo tiempo pero que, dado el lugar asignado a la mujer en la literatura, nunca tuvieron el reconocimiento merecido (hipótesis bastante probable a esta altura de los acontecimientos y a la luz de las lecturas que en buena hora nos proporciona el feminismo).

La otra forma de pensarlo es que éste es un momento histórico de la literatura argentina en el cual convergen muchas mujeres talentosas juntas que, además, están siendo reconocidas. En cualquiera de los dos casos, el momento histórico se llama feminismo y por ese mismo movimiento feminista es que las mujeres están entrando a codazos limpios dentro de la historia.

Lo hicieron hace unos días las mujeres músicas, que lograron la sanción de la ley de cupo en los escenarios, lo lograron las mujeres científicas y ahora llegó el reconocimiento de las mujeres escritoras

En la tarde de ayer la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados de la Nación, presidida por Daniel Filmus, realizó un acto de reconocimiento a todas las mujeres argentinas premiadas en el exterior a lo largo de este año: Claudia Piñeiro, Selva Almada, Angela Pradelli, Mariana Enriquez, Luisa Valenzuela, Leila Guerreiro, María Moreno y María Gainza.

En el evento estuvieron presentes Claudia Piñeiro, Angela Pradelli y Selva Almada.  Desde México, Luisa Valenzuela mencionó la importancia de reconocimientos como éste, portadores de luz en estos tiempos de apagón cultural. Mariana Enriquez, por su parte, y también a la distancia, expresó que ella no escribe para que la lectura sea un lujo sino para que la mayoría de la gente pueda leer con la esperanza de que pronto haya una reactivación que nos ayude a todos y nos permita vivir mejor, sobre todo a quienes más necesidades tienen.

La apertura de la mesa estuvo a cargo del diputado Daniel Filmus, quien mencionó la importancia de que el Congreso -como parte del Estado y representante del pueblo- reconociera la labor y la obra de estas mujeres.  Este reconocimiento se hace eco de la suma de reconocimientos que recibieron estas autoras en el exterior y llega en un momento muy difícil para la literatura argentina y para la industria del libro.

El ex ministro de Educación hizo mención acerca del enorme trabajo realizado para lograr la creación del Instituto Nacional del Libro y recordó que el libro no debe difundirse a partir de las posibilidades y las condiciones que impone el mercado:  “Si es un derecho el acceso a la lectura no hay otra alternativa que sea el Estado el que genere las condiciones”, considerando no solamente su presencia en las escuelas (el libro de lectura como parte de los programas que determina la currícula) sino el hecho de rescatar la lectura por placer como un derecho por defender.

Luego llegó el turno de Martín Kohan, reconocido escritor y crítico literario, quien adhirió a las declaraciones de Filmus y afirmó estar a la expectativa de una reparación en función del daño que se ha hecho a lo largo de estos años en lo que respecta a las políticas del libro.

Este fenómeno, según se ha dicho, parece ser algo así como un «boom” de escritoras argentinas, “creo que habría que contrarrestarlo, no en los hechos, que son auspiciosos, sino en la manera de designarlos”, lo que equivale decir en la manera de concebirlos: un boom, no el boom que ya pasó y fue de varones, es una idea que así expresada remite, antes que nada, a las formas de consumo.

“No es un boom, entonces, no es una onda, no es, no tiene que ser una ola, sino que es el reconocimiento y la premiación de estas tan buenas literaturas que son escritas por mujeres” adujo Kohan

También mencionó esta postergación, exclusión, relegamiento, invisibilización de numerosas escritoras por largo tiempo y la indispensable equiparación que se va logrando dadas las condiciones de posibilidad por las cuales ahora se premia, como cada vez más se premia, tanta buena literatura escrita por mujeres.

Hubo mucho segundo plano y mucho “fuera de escena” a lo largo de la historia de la literatura argentina y este tipo de reconocimientos permiten lograr una reconfiguración escénica dentro de la literatura argentina. Según Kohan, a lo largo de la historia, las empresas editoriales detectaron y exprimieron lugares de algunas mujeres que fueron funcionales al mercado. “En ese lugar no debe haber un cartel que diga “damas” como en las salas de espera de las viejas estaciones de tren porque para ganar esos lugares antes ganaron la paridad”.

En ese sentido, debería hablarse de integración sin segregación. Entonces no habrá tampoco un comité de recepción de varones para dar acceso a ese espacio como si hubiese dueños de casa que salen a dar la bienvenida. “Yo no soy un dueño de casa, no estoy dando una bienvenida. Yo soy un lector agradecido y lo que estoy haciendo ahora mismo es agradecer como lector a cada una de ellas”, finalizó.

Claudia Piñeiro agradeció el hecho de que se abran las puertas del Congreso a quienes representan los distintos sectores culturales, precisamente, en este momento en que “se está dando un hecho político, cultural, histórico diferente a lo que venimos viendo más allá de que venimos de años de grandes problemas para la industria editorial y para la cultura en general nosotros estamos dando paso a la acción”.

Piñeiro mencionó también la importancia de la votación de la creación del Instituto Nacional del Libro así como la creación de colectivos como el de la Unión de Escritores. Y describió éste como un momento en el que las mujeres están siendo leídas y eso es lo que está cambiando en los últimos tiempos.

Angela Pradelli, por su parte, recordó que si uno recorre los programas de estudio de literatura se encuentra con que todos o la mayoría de los estudiados son autores hombres

Y recalcó su compromiso diciendo: “Toda novela es política y que nos convoquen en este recinto donde se gestan las políticas públicas no me parece menor. Hay un montón de cosas buenas que están pasando y es gracias al feminismo. Esta visibilidad social es por la fuerza imparable dada por el feminismo. Las escritoras seguiremos tratando de crear un mundo feminista, lo lograremos en algún momento y será un mundo mejor.”

A su vez, Selva Almada comenzó mencionando el hecho de que “las mujeres seguimos escribiendo en condiciones diferentes a los hombres y a veces tenemos otras dificultades para hacer circular nuestros trabajos”.  Y mencionó que, lamentablemente, todavía siguen siendo necesarios este tipo de actos dado que la mayoría de las cosas que Virginia Woolf planteaba en Un cuarto propio aún persisten.

“Para que el libro llegue a ser publicado primero tiene que ser escrito”, recalcó y aludió a las adversas condiciones materiales a las que están sometidas las escritoras para llevar a cabo su tarea de creación

El acto de reconocimiento de ayer debe ser una marca con respecto al lugar de las mujeres dentro de la literatura y dentro de los ámbitos de la cultura en general, pero también representa una muestra de un nuevo tiempo por venir en el cual, se espera, haya un Estado presente y activo con respecto a las políticas culturales.

Este deberá encargarse no sólo de llevar adelante una tarea de reconstrucción luego de cuatro años de devastamiento sino que deberá, también,  ocuparse de lograr una mayor ampliación de derechos en lo que al campo de la cultura se refiere. En ese escenario auspicioso, la literatura y el libro deben volver a ocupar un rol central. Porque con libros hay futuro.

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