Israel perdió la batalla de Gaza
La astucia iraní, la torpeza de Trump y de Netanyahu y el heroísmo palestino convirtieron el 70º aniversario de la fundación del Estado judío en su mayor derrota
por Eduardo J. Vior
El 14 de mayo debía ser un día de gloria para Israel: la inauguración de la embajada norteamericana en Jerusalén certificaría su capitalidad y consagraría la incorporación fáctica de Cisjordania al Estado judío, pero Washington y Tel Aviv hicieron la cuenta sin el heroísmo del pueblo palestino y la astucia iraní que, juntos, convirtieron la jornada en una gigantesca denuncia del apartheid israelí.
Cuando los 59 muertos producidos por las balas de la Fuerza de Defensa de Israel (FDI) en el límite entre la Franja de Gaza y el Estado judío aún no habían sido enterrados y muchos de los 2400 heridos de la jornada del lunes todavía seguían luchando por su vida, nuevos choques ocasionaron dos muertes y 160 heridos.
Durante la jornada del martes el conflicto, empero, se trasladó a los pasillos de la diplomacia. Luego de que el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, acusara a Israel de aplicar una política de apartheid y perpetrar crímenes contra los palestinos, Benjamin Netanyahu le negó autoridad para criticar a Israel. Mientras tanto, Turquía llamó a consultas a sus embajadores en Washington y Tel Aviv y convocó a reunión de la Liga Mundial Islámica cuya presidencia pro tempore ejerce actualmente.
Entre tanto, la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, convocada de urgencia por pedido de Kuwait en nombre de la Liga Árabe, fue el ámbito para una batalla retórica. De un lado, el embajador israelí Danny Danon acusó a Hamas de ser responsable de las muertes del lunes, al haber empujado a los manifestantes a traspasar la frontera, rompiendo así el bloqueo impuesto a la Franja desde hace diez años. Del otro el observador del Estado de Palestina, Riyad Mansur, acusó a Israel de haber cometido un crimen de lesa humanidad. La norteamericana Nikki Haley, en tanto, asumió la defensa de la “moderación” con la que actuó la FDI en la represión y desligó los hechos de la inauguración de la embajada.
Sin embargo, llamativamente los representantes de Gran Bretaña y Francia pusieron reparos ante el exceso de violencia en la represión israelí. Ya previamente el presidente francés Emmanuel Macron manifestó su protesta en una conversación telefónica con Netanyahu. Por su parte, en una conferencia de prensa junto con su huésped Erdogan, la primera ministra británica Theresa May reclamó una investigación independiente sobre los choques y las muertes en la frontera. A su vez, el vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Lu Kang, declaró el martes que su país apoya al pueblo palestino en su esfuerzo por recuperar sus derechos nacionales y establecer un Estado independiente en los límites de 1967, con Jerusalén Oriental como capital.
El traslado de la embajada estadounidense, hasta ahora situada en la ciudad de Tel Aviv, se adelantó para hacerlo coincidir con el 70º aniversario de la creación del Estado de Israel. Para el acto oficial viajaron hasta Jerusalén la hija del presidente estadounidense, Ivanka Trump, y su esposo, Jared Kushner, ambos asesores de alto rango de la Casa Blanca. La policía y el ejército israelí desplegaron un fuerte dispositivo de seguridad ante las celebraciones previstas, mientras miles de palestinos protestaban desde hace semanas en la frontera entre la Franja de Gaza e Israel en la denominada “Marcha del Retorno”, con la que querían forzar el levantamiento del bloqueo que Israel y Egipto mantienen desde hace diez años sobre el manchón territorial en el que se hacinan dos millones de personas.
La mayoría de los países occidentales no participó en los actos organizados para la apertura de la embajada estadounidense en prueba de su desacuerdo. En la Unión Europea el asunto causó división. Pese a que los Estados con más peso, como Francia, Alemania o Reino Unido, se mostraron en contra, diplomáticos de países como Rumanía, Hungría o la República Checa acudieron a la invitación del gobierno israelí.
La inauguración tuvo dos objetivos: por un lado, Netanyahu quería mostrar el apoyo incondicional de Estados Unidos en ocasión del 70º aniversario y en un momento en que se encuentra acosado por una denuncia de corrupción; por el otro, Trump deseaba satisfacer una promesa hecha a su base evangélica durante la campaña electoral de 2016. Varios líderes de iglesias pentecostales participaron en la ceremonia.
Sin embargo, ambos gobiernos ignoraron el cercano contexto internacional. La salida de EE.UU. del acuerdo nuclear con Irán, anunciada por el presidente la semana pasada, agudizó dentro de la República Islámica la competencia entre sus facciones por definir el mejor modo, para obligar a los norteamericanos a volver a la mesa de negociaciones en condiciones ventajosas para Irán. Una de ellas, la más enérgica, es la que se expresa en la Guardia Revolucionaria y, particularmente, en la brigada al Quds, encargada de sus operaciones exteriores. El comandante de la misma, el general Qassem Suleimani, es un excelente estratega que ha tenido un gran papel en la derrota del Estado Islámico en Irak y en Siria y ahora –según fuentes sirias- conduce a la Yihad Islámica y a un sector de Hamás que impulsan el alzamiento palestino en la Franja de Gaza. Iraníes y palestinos sabían que, provocando a las fuerzas israelíes, ocasionarían un baño de sangre que aguaría la fiesta de Trump y Netanyahu. Pero la FDI cayó en la trampa, reprimiendo a mansalva a miles de civiles –muchos de ellos mujeres y niños- que heroicamente ponían el pecho ante las balas.
Sin dudas, las fuerzas militares israelíes tienen el derecho a proteger la frontera legal de su país, pero hay muchas formas menos brutales de controlar manifestaciones civiles. Además, Israel y Egipto están atentando contra la vida de dos millones de palestinos confinados en lo que ellos mismos llaman “un campo de concentración a cielo abierto”. Por otra parte, Hamás ha hecho últimamente serias propuestas de desescalamiento del conflicto que el gobierno israelí ha ignorado.
Israel y EE.UU. han perdido la batalla de Gaza y el 70º aniversario de la fundación del Estado de Israel ha sido opacado por la masacre. El derecho de los palestinos a circular libremente y a entrar y salir de su territorio ha pasado al tope de la agenda internacional y no bajará fácilmente. Por otra parte, Netanyahu ha logrado lo que más temía: que Irán pueda atacarlo por dos frentes a la vez. Solamente un gran acuerdo internacional puede poner paños fríos y evitar una catástrofe.