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Lanata. Lanatta. Fuga y misterio

Escribe Alejandro C. Tarruella especial para Infobaires24

Ella desvaneció

   El papelón denota irresponsabilidad en niveles no alcanzados en episodios recientes. En el gobierno todos festejaban la detención mágica de los tres detenidos, los hermanos Lanatta y Schilliaci. De pronto, la ilusión acabó. Resulta que el único apresado era Martín Lanatta. El periodista de TN Mario Massaccesi escribió un tuit acerca de la reacción de la gobernadora de Buenos Aires: «Ahora, urgente, papelón, confusión. Cuando le comunicaron a María Eugenia Vidal que sólo estaba detenido Martín Lanatta, se desvaneció», reseñó. Varios ministros, encabezados por la responsable de Seguridad del gobierno de Macri, viajaban alegremente a Santa Fe y en el avión les transmitieron que había un solo detenido.

El papelón denota irresponsabilidad en niveles no alcanzados en episodios recientes.

  Ya habían sido difundidas las felicitaciones de Mauricio Macri por el maravilloso episodio que imaginaban, otras tantas consideraciones de la Vidal que iban a coronarse en alguna conferencia de prensa. Tanto Macri, como la vicepresidenta Gabriela Michetti, el gobernador de Santa Fe, Miguel Lifschitz, y el Ministerio Público Fiscal informaban con estrépito, que los tres prófugos habían sido apresados. Las policías de Santa Fe y la Federal acabarían con la euforia al informar que había solo un detenido. En ese instante, debe hacer sucedido lo que informó el periodista de TN.

  Sonaban aún los ecos de los dichos de la Bullrich quien calificó como “un éxito importante” a la más grande ilusión que había vivido en esos días. El jefe de la Policía de Santa Fe, Rafael Grau, en horas de la tarde, confirmaba que Martín Lanatta, que le dijo a Lanata (Jorge) que Aníbal Fernández era parte de una red para traficar efedrina, era “la única persona detenida”, alojada en la seccional de Cayastá. Poco después, los médicos le recetaban al reo enalapril y atenolol, para controlar la presión sanguínea y el estado cardíaco; dexametasona, corticosteroide que alivia las inflamaciones, y diclofenac, un analgésico. Se desconoce que se les recetó a los ministros y funcionarios de Macri.

Fue la humilde policía de Cayastá la que halló a los prófugos.

   Ahora bien, las fuerzas de seguridad concentradas en Santa Fe, hasta donde llegaron luego de que juez Sergio Torres descubriera que andaban por ahí y cambiara el rumbo de los sabuesos que recorrían Buenos Aires, no intervinieron en la única detención en esa provincia. Fue la humilde policía de Cayastá la que halló a los prófugos. Los policías del pueblo, avisados de que podían vagar por el pago los huidos, fueron a la casa de un paisano y pidieron caballos. Hay que recordar que Cayastá es un punto alto de Santa Fe preservado en general de las inundaciones. Allí se fundó originariamente la ciudad de ese nombre, y fue un espacio donde los indios se preservaban del agua. Hasta ciertos lugares de la zona el agua llegó y había barro y anegamientos. Estos datos son prácticamente desconocidos por el periodismo que vocifera en tevé porque no es condición para ejercer la profesión, conocer el país.

Rasguido doble pa’ tuitos

   Crónica TV bromeaba pidiendo más pochoclos porque la película continuaba y pasaba fragmentos de “Punta Cayastá”, canción con letra del poeta Julio Migno y música de Orlando Vera Cruz (la semana pasada Infobaires24 publicó una nota sobre la trayectoria de este notable creador de Santa Fe, ver http://infobaires24.com.ar/el-canto-integro-de-orlando-vera-cruz/). Los medios calificaban de papelón a lo sucedido.

   Aníbal Fernández fue uno de los primeros que salió a hablar y aseguró que «autoridades nacionales y provinciales son responsables de proveer seguridad adecuada al triple asesino para llegar a la verdad de la fuga». Cuestionó incluso al «periodismo basura y su particular relato» que lo relacionó a la fuga de la cárcel de máxima seguridad de General Alvear. «El periodismo basura que me acusó de organizar la fuga desde mi casa, y después de asistirlos ahora dice que la captura me perjudica a mí», escribió. Se preguntó Fernández si será posible enterarse ahora «de lo que cobraron por la operación electoral con Lanata-Cambiemos», por la entrevista que el delincuente le dio al periodista Jorge Lanata. Fernández hizo una síntesis al decir que “los agarró un bache”. Y es cierto, un bache en el camino produjo el vuelco de la camioneta de Martín Lanatta y en medio del barro, lo hallaron los policías a caballo, fuera del descomunal operativo de seguridad montado, y el prófugo se entregó herido y sin chistar.

Aníbal Fernández fue uno de los primeros que salió a hablar y aseguró que «autoridades nacionales y provinciales son responsables de proveer seguridad adecuada al triple asesino para llegar a la verdad de la fuga»

   ¿Cómo fue posible que Vidal y Bullrich compraran la información falsa y la difundieran de inmediato? Es evidente que la necesidad del éxito, de dar una noticia valedera para su gestión en medio de tanto desaguisado, fue puesta por encima de la misma realidad. Era tal la compulsión por “el éxito” que si les decían que además había caído el Pibe Cabezas, lo sumaban a su logro.

Cinco jefes, ¿y pa’que?

   Ahora bien, Bullrich tenía en Cayastá y Santa Fe a cinco jefes de seguridad: el de la policía aeronáutica, el de Gendarmería, el de Prefectura, el de la Federal y el de Santa Fe. Además había decenas de periodistas cercando la comisaría de Cayastá. ¿No se le pasó por la cabeza a ella ni a sus genios de cercanía que se podía chequear la información que gente calificada que estaba en el centro de la acción? Alguien podría decir con suerte de ser creído que hubo falta de idoneidad en grado sumo. ¿Cómo pudieron engañar al mismísimo Presidente para hacerlo cometer un error garrafal? Es más, ¿los colaboradores del Presidente, no pudieron chequear la información? Por lo visto, no.

   Luego queda un interrogante entre tantos: ¿por qué los buscaban en Buenos Aires si estaban en Santa Fe? La ministro Bullrich podría decir que les sembraron “pistas falsas”. Tendrá tiempo de contar de quien o de quienes se tratan. Por lo pronto, es cierto, hay papelón recorriendo la impresión de miles de ciudadanos muchos de los cuales ven ahora huir su propia esperanza. Valdría repensar un dicho del Martín Fierro y reescribirlo: si la esperanza se pierde jamás se vuelve a encontrar.

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