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Ganarle a Milei es apenas el comienzo

Esta semana se define si la Presidencia queda en manos de un político o de un lunático.

Comienza una semana decisiva para la Argentina.

 

 Todo lo que vaya a pasar desde el debate en la Facultad de Derecho hasta las 21 horas del domingo 19, cuando se conozcan los primeros datos oficiales del escrutinio, serán las contracciones finales de un parto del cual va a emerger un presidente elegido entre dos candidatos, un político y un lunático.

Será después de una campaña inédita en 40 años de democracia, donde uno de los contendientes –secundado además por una negacionista del genocidio- no ha dejado discurso de odio por proferir ni lugar común de la ultraderecha por transitar, sin que semejante excursión al desquicio haya obturado su paso vencedor hacia el balotaje -instancia última, final-final- que separa sus gestos desencajados de la botonera principal de la Casa Rosada.

Nadie sabe si el candidato de La Libertad Avanza está en sus cabales. El libro que cuenta su vida, escrito por Juan González, se llama “El Loco”. Y lo que podía ser visto como una exageración, un gancho a la mandíbula para llamar la atención del lector apático, en realidad es un notable ejercicio de síntesis periodística. Para decirlo en criollo elemental, después de haber reunido evidencia cuantiosa en todos estos meses de berrinches públicos de Javier Milei: lo que se dice en la tapa de su biografía es una verdad grande como una casa.

Pero llegó hasta donde llegó; y la pregunta incómoda es la que indaga sobre las verdaderas razones de su fulminante incursión en la política nacional con -hasta el momento- el 50 por ciento de chances de convertirse en el presidente que suceda a Alberto Fernández. Esto quiere decir que una porción nada desdeñable de la sociedad argentina, que puede llegar el domingo que viene a ser algo más que la mitad si Milei derrota en las urnas a Sergio Massa, cree que el falso libertario es una solución a los problemas que la aquejan.

¿Por qué se pondrían en manos de un tipo emocionalmente inestable? ¿Por qué confiarían el destino de sus hijos e hijas a un candidato que ensaya metáforas crueles con elefantes, sexo y vaselina para expresarse? ¿Cuáles serían los argumentos que encuentran para seguirlo en sus delirios? ¿O acaso comparten esa mirada que mercantiliza hasta los órganos humanos? ¿Qué tiene de bueno el retorno de los Falcon verdes que obsesionan a su candidata a vice, la misma que cita a dos dictadores, Videla y Massera, para hablar sobre los asuntos del presente?

Es verdad, la democracia no resolvió la pobreza en cuatro décadas. Es cierto, existen enormes y dolorosas desigualdades al interior de un país donde sobran recursos. Para millones de familias vivir es un calvario en cuotas. Y cuando eso ocurre, pensar en liberar a un monstruo que castigue o devore a los responsables del mal se vuelve una idea atractiva. En el origen, cuando Milei todavía no había acordado con Mauricio Macri (o no se sabía), el “mal” era la “casta”, definición que en cierto imaginario social reemplazaba a la “oligarquía” de antaño.

En ese caso, en estado de emoción violenta, Milei podía ser visto por algunos como el verdugo de los verdugos. La encarnación mediatizada de un Leviatán capaz de aterrorizar a los que son percibidos como privilegiados por un sector de la gente que cuando no ve justicia quiere venganza.

Pero hoy Milei está en el balotaje después de renunciar a ser aquel Milei. Ahora es el peluche de un ex presidente que resume en persona las políticas que hicieron de un país desigual uno más desigual todavía. De una democracia imperfecta, la antesala de un experimento cuya deriva autoritaria nos pone a las orillas del fascismo de mercado.

Esta semana es decisiva. Un político como Massa o un lunático como Milei será presidente el domingo que viene. Con el FMI auditando nuestras finanzas con ojo colonialista, con los fondos buitres Black Rock, Templeton y Pymco eligiendo cuáles son los recursos estratégicos que van a quedarse a precio vil y con la jefa de la principal fuerza política del país judicialmente proscripta.

Ganarle a Milei es apenas el comienzo.

 

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