Escuadrón represivo ataca a campesinas
Se evidencia una escala represiva contra los sectores populares
Un grupo de encapuchados armados golpearon a una familia compuesta por una niña, su madre y su abuela para desalojarlas de su hogar.
El Mocase señala al empresario Matias Orue y a su mano derecha Cristian Semenuo como sospechosos del violento desalojo realizado en el departamento de Copo, Santiago del Estero.
«Orue no es un loquito suelto, es parte de un clima de época en el que “tipos poderosos” “de plata” compran impunidad, para echar de sus territorios a las comunidades que lo habitan ancestralmente y que hoy representan una resistencia al desmonte compulsivo, con el que unos pocos se llenan los bolsillos de plata».
Caterina Goncebat es una de las víctimas del desalojo, saqueo y destrucción de los bienes de su familia: “Arriendan la tierra, para matar el monte, explotan el monte sacando tanino, poste, rollo, leña para hacer carbón, distintas cosas para pelarlo y después pasar la topadora para, de esa manera lo dejan listo para su siembra y su cosecha, ellos fumigan, y lo que fumigan nos mata. Nosotros luchamos para poder tener algo limpio, algo sano, y estos empresarios lo que quieren es enriquecerse de la tierra nuestra”
La mamá y el hermano de Caterina debieron ser internados por los golpes que recibieron tras el ataque que sufrieron de las armas de la patota terrateniente. La joven de 22 años se aferra a su pequeña hija y relata con preocupación los hechos haciendo énfasis en la amenaza de esa madrugada “la próxima va a ser peor”.
La joven y su familia son parte de la comunidad indígena “La Armonía”, ellos defienden su derecho a tener un techo y también defienden el monte. La comunidad esta ubicada dentro de un territorio que tiene una extensión aproximada de 60 mil hectáreas, 38 parajes y alberga a más de 400 familias.
«El día miércoles nosotros estábamos aquí, en el territorio comunitario con mi familia, en casa, durmiendo. Nos despertamos a las dos menos cuarto de la mañana, cuando se empiezan a escuchar camionetas que se venían acercando a la vivienda. Estábamos con mi hija, con mi mamá, con mi hermano; voy mi hija nos quedamos adentro de la casa y mi hermano y mi mamá van a ver quién venia en las camionetas por que no eran camionetas conocidas de la zona y se bajaron hombres encapuchados con armas, amenazando y apuntando con las escopetas a mi hermano y a mi mamá; y tiraban tiros con balas de goma, con cartuchos de escopeta diciendo que salgamos de la casa que sino ellos entraban por la mala. Entonces cortaron los alambres y entraron con las camionetas, más de 15 personas, todos hombres y empezaron a golpear a mi hermano, golpeaban a mi mamá, yo alcance a subir a una camioneta. Antes de subir a la camioneta pude grabar, lo poco que se puede ver las redes sociales ahora. Luego todos corrieron a querer quitarme el teléfono. Y robaron otro teléfono con el que ahora realizan amenazas a la ex mujer de mi hermano, a todo gente conocida; realizan amenazas alcanzaron a escribir entero que van a matar a todos los que se encuentran aquí. Yo alcance a subir en la camioneta con mi hija y me quitaron los teléfonos; y le pegaban a mi mamá, le pegaban patadas, con palos, a mi hermano y a mi mamá. Y al final no nos dejaban salir; hasta que quedaba solo la camioneta y mi hermano pudo hacer salir nuestra camioneta y nos fuimos. Cuando nos íbamos yendo, nos tiraban tiros con varias escopetas.»
La familia Goncebat solo tiene como lugar de referencia el espacio donde habían montado su hogar, con su rancho incendiado y sin sus herramientas de trabajo resisten en territorio amenazados, temiendo por su integridad física y a la espera de una respuesta estatal que les permita constituir legalidad en lo que conocen como lugar ancestral.