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Es posible que Massa gane en primera vuelta… entonces, barajar y dar de nuevo

La usura y los miserables

Alejandro C. Tarruella

El escenario político de una elección en cambio de época no podría ser más inquietante e imprevisible.

Si cae la autoestima de un pueblo, los análisis se sumergen en los horizontes simbólicos de un presunto desastre. No hay facilismos para entreverarse en la conversación o en la discusión y es más, uno llega a ella y cuando sale, es otro.

Hoy estamos en uno de los momentos más difíciles de nuestra historia ante la embestida de mercado de indias del candidato Milei.

Y frente al susto que produce y la incomodidad de la incertidumbre, algunos creen que es posible triunfo de su fórmula en las elecciones de octubre y noviembre. Nada tan alejado de la realidad.

Lo extraño en su campaña es que lejos de animar el escenario con promesas dulces, lo hace con anuncios catastróficos que producen desconcierto, desánimo pero también ganancias sucias. Observemos ese punto: Milei anuncia la destrucción de la moneda, del Estado, y es posible pensar que de obtener los mejores resultados en la elección, esto tendría que ser sostenido con una represión feroz y sin límites.

Ahora, bien: ¿qué ha estado haciendo el personaje desde que comenzó su campaña? Vendió candidaturas, subió a una boleta incluso a una falsa médica en Moreno sostenida por una dudosa fundación, frente al movimiento obrero, sumó al impresentable Luis Barrionuevo y tiene entre sus candidatos a usureros estilo Marra. A su paso, anuncia el incendio y quiere ganar una elección agitando la hiperinflación y va por ello. En todo esto, me animo a afirmar, hay algo que no funciona.

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Vamos a trazar una hipótesis: Milei no llegó al plano electoral por un triunfo sino por un negocio. Vender candidaturas, lo que tenga a mano y con el mercado de indias vender el salto del dólar filibustero y sus negocios accesorios que pueden alcanzar una inflación disparada sobre la cual, comisionista al fin, podría estar cobrando luego de los resultados del balance. Lo que hicieron Sturzenegger en el 2001, Melconian y Cavallo con estatización de la deuda privada en dólares en 1980, etc. Nadie en ningún lugar del mundo ganó una elección anunciando que su llegada al gobierno era el anuncio de un desastre.

Menem no lo hizo así, anunciaba “el salariazo”. No cumplió. Macri agitaba eliminar el impuesto a las ganancias a los trabajadores. No cumplió. Si Aristóteles explicaba que “La historia cuenta lo que sucedió; la poesía lo que debía suceder”, hay que dejar en claro que no es Milei el ganador de la próxima elección. Y una de las enseñanzas que la historia dejará a ese candidato turbio es que él jamás comprenderá las lecciones de la historia. Menos la poesía.

Es posible que estemos ante un malentendido y para poder domarlo tendremos que tener la suficiente capacidad como para organizarlo. Nos amparamos en Juan Gelman quien escribió alguna vez: “desorganiza el caos con loca exactitud” como si lo conociera.

En primer término, podemos imaginar que si Milei es un candidato trampa para incomodar y en el fondo, sin preverlo, acabará con Juntos por el Cambio, hecho producto de lo imprevisible más que de un trazado de laboratorio. Los imprevistos de los improvisados son incontenibles. Un imprevisto, vamos hacerlo así para evitar una dispersión más, sería un triunfo inesperado de Sergio Massa, candidato de Unión por la Patria, en la primera vuelta. Milei viene cayéndose de su propia montaña de cartón y puede encontrarse con una Patricia Bullrich desdibujada en lo personal y por la diáspora radical de su propio colectivo político.

En tanto, el pueblo toma nota que hay un candidato que tiene propuesta, y que en la escena -que consultores, especialistas y toda laya de vendedores de universos simbólicos ven solo de modo parcial-, encuentra a Massa como un candidato de pie, con ideas y capacidad resolutiva ante un momento tan complejo. La misma potencia con que en las Paso mostró la energía del reclamo podría ser parte del horizonte subjetivo que va construyendo Sergio Massa.

En su propuesta, confía y espera un pueblo activo, de pie, que vive las vicisitudes de un momento muy difícil soportando acechanzas y días duros. En tanto gobierna, toma medidas fuertes y trabaja el escenario internacional.

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De ser así, Unión por la Patria y el núcleo de trabajo de Massa, tendrían que imaginar el escenario dramatúrgico y tener previstas respuestas. No esperar que se produzca el imprevisto y ¿por qué no?, el extraño malentendido que exigiría respuestas sobre la marcha. El mundo pasa por una etapa de cambio de época al que no somos ajenos los argentinos y hay que comenzar a imaginar que esa transformación reclama de quienes van a conducir el momento histórico piensen sobre el trazado del mapa, las alternativas ante las cuales será necesario responder. Un triunfo en primera vuelta no es imposible.

Albert Camus tiene una obra teatral titulada “El malentendido”, que cuenta los padeceres de Martha y María, hermanas que tienen una pequeña pensión en una ciudad de la costa. Hasta allí llega Jean, un personaje que las engaña porque resulta ser su hermano al que no ven desde años atrás y que posee una fortuna. Jean pretende descubrir un vínculo que cree tienen sus hermanas. Cuando ellas descubren que ese hombre es Jean, toman la decisión de asesinarlo para quedarse con sus bienes.

El malentendido se mueve en la soledad, el vacío existencial y la distancia de los vínculos y permiten la reflexión del autor. Aquí también hay un malentendido, el personaje en cuestión encubre su personalidad y sus intenciones pero si se ahonda en sus movimientos, ya que se sabe que es un impostor como Jean, y es posible encontrar, citando a Myriam Bergman, que aquí hay “gatito encerrado”. Y de eso se trata, al tiempo de repudiar este bostezo de las emanaciones tóxicas de la dictadura que es la que aparece detrás del rostro de Milei que puede acabar siendo un usurero montado en una crisis histórica que va a revelarnos hasta dónde puede llegar la miseria humana.

Un país entero, cada una de sus provincias y sus pueblos, heridos por décadas de entrega y sometimiento a un orden injusto, esperan poder acabar con la etapa en la que el orden institucional, se construyó con las heridas que dejó la dictadura, cuya ley de entidades financieras está aún en pie. Abordar el ingreso a una nueva era de la historia reclama en reconocimiento de un país en su conjunto, de un nuevo centro sostenido en el federalismo y el protagonismo desde cada identidad de provincias, desde su cultura profunda de derechos y justicia social, hacia el país en su conjunto. Se trata de una recuperación histórico cultural que elimine además ciertos malentendidos usurarios para dar lugar incluso, a un nuevo lenguaje y una nueva canción.

El pueblo argentino precisa de un giro que encumbre su alta capacidad histórica de generar movimientos como lo son el radicalismo y el peronismo, más otras corrientes históricas, que estén a la altura del momento que vivimos. Hacia el mundo, se abre hoy la construcción de un vínculo semejante con cada protagonista, sin potencias hegemónicas.

Toda hipótesis, entonces, es nada más que un modo de superar hasta cierto romanticismo de la derrota, como lo llamaba Arturo Jauretche, para poner rumbo a la historia que nos merecemos.

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