
EN EL CENTRO DE LA TORMENTA: LA UNIDAD QUE FALTA Y EL FUTURO QUE URGE
Entre fugas políticas, presiones externas, advertencias espirituales, disputas intelectuales y un Estado que delega funciones en máquinas, los Comensales vuelven a reunirse para leer el presente argentino con la memoria viva del pasado. En un país donde nada ocurre de manera aislada, la mesa se transforma en un radar estratégico que intenta ordenar el caos y reconstruir un horizonte colectivo.
José “Pepe” Armaleo – Militante, abogado, magíster en Derechos Humanos, integrante del Centro Arturo Sampay y de Primero Vicente López.
La noche caía pesada sobre la mesa de los Comensales. En las paredes, la pantalla ya no mostraban noticias separadas, sino una trama densa donde todo parecía enlazado: las fugas que Cristina intentaba contener ante los movimientos de Jaldo y Jalil; el reacomodamiento parlamentario con Noguera alimentando la sangría en Fuerza Patria; la frase brutal de Trump, reclamando el mercado interno argentino como si fuera una extensión natural de sus negocios; el llamado del Papa León a los empresarios para que trabajen al servicio del bien común; el análisis de Jorge Alemán sobre la vigencia de la planificación estatal china; los trascendidos de una inminente detención de Julio de Vido; y, como si el realismo mágico fuese una política pública, el municipio de Zárate presentando a una directora creada por inteligencia artificial.
Nada ocurría solo. El país entraba en una fase donde lo político, lo económico, lo geopolítico y lo tecnológico se mezclaban sin aviso y sin pausa. Y era precisamente por eso que esa mesa —con el anfitrión al frente y los compañeros Miguel, Fernando, Hipólito, Diego, Tony y Melisa entre otros— encendía cada semana su ritual: convocar a Perón, Cooke, Ferla y Cafiero para intentar comprender qué parte de la historia seguía latiendo en el presente, y qué parte exigía ser escrita de nuevo.
Los Comensales tomaron asiento, pero antes de que nadie hablara, PERÓN se adelantó, apoyando las manos en la mesa como quien quiere sentar la discusión: —Muchachos, no hay que dejarse marear. Todo esto que ven —fugas, operaciones, gestos de poder, discursos de mercado— forma parte de una sola disputa: quién conduce el proceso histórico y con qué proyecto. Cuando el movimiento se deshilacha, el adversario avanza sobre cada hilo suelto.
COOKE levantó el ceño. —Y agregaría algo más, General: cuando el movimiento se asusta, cuando empieza a mirar más a los poderosos que al pueblo, el adversario no solo avanza… sino que se vuelve pedagógico. Te enseña, con su propia violencia, cómo deberías comportarte. Lo de Jaldo y Jalil no es ideología: es disciplina.
FERLA habló con una serenidad que contrastaba con el tono de la mesa: —El problema no es que se vayan, compañeros. El problema es que no logramos explicar hacia dónde queremos ir. En esa confusión, cada cual busca salvarse. Pero ningún dirigente se salva solo: o domina el capitalismo o queda atrapado en él.
Cafiero lo siguió, como un eco que completaba la idea: —Las fugas son una consecuencia, no la causa. Cuando la conducción no marca un horizonte, la estructura se desarma. Pero recuerden lo esencial: los pueblos, a la larga, buscan un camino de dignidad. Nosotros tenemos que reconstruirlo.
Mimi tomó la palabra: —Y mientras discutimos eso, al gobierno no le tiembla el pulso. Caputo recibió la advertencia del FMI: “deben acumular reservas más rápido”. Eso significa más ajuste, más deterioro social. Están exprimiendo cada variable para hacer sostenible lo que es insostenible para la gente.
Miguel agregó: —Y mientras tanto, Milei se hace el libertario más ruidoso del planeta, pero después Trump sale a decir que el mercado interno es suyo. ¿Qué libertad es esa? Libertad para otros, no para nosotros. El presidente se cree parte de un club que no lo reconoce como igual.
Ricardo intervino desde la esquina de la mesa: —Si uno mira fríamente, estamos ante un reordenamiento global donde cada potencia cuida lo suyo sin pudor. Y nosotros, en vez de pensar en términos de intereses propios, celebramos la dependencia. El discurso libertario es, en el fondo, una pedagogía colonial.
PERÓN lo escuchó con atención y luego sostuvo: —La soberanía no es una consigna romántica, sino la condición para vivir con dignidad. Un país sin mercado interno no existe. Un país que entrega su capacidad de decisión tampoco.
COOKE sumó una ironía ácida: —Pero ahora, al parecer, el mercado interno es propiedad privada de Trump. Y nosotros agradeciendo. Es como si un ladrón te robara la casa y vos le dieras las gracias por dejarte dormir en el garage.
Risas cortas, tensas y en eso Tony pidió la palabra: —Lo de Zárate con la funcionaria creada por IA no es una anécdota graciosa. Es una señal política. Estamos naturalizando que el Estado puede prescindir de las personas. ¿Qué sigue? ¿Ministros digitales? ¿Concejales hechos en Photoshop? La deshumanización se vuelve política pública.
Melisa agregó: —La nota de Bravo TV lo mostró entre humor y miedo: ¿hasta dónde avanza la IA en la vida pública? Esa pregunta es profundamente política. No podemos permitir que la tecnología se use para debilitar derechos laborales o evadir responsabilidades institucionales.
Diego acotó: —Es que la IA entra por lugares donde la política no sabe qué responder. Porque seguimos pensando en términos del siglo XX. Pero la derecha no: ellos conceptualizan el reemplazo del trabajo humano como eficiencia. Nosotros tenemos que conceptualizarlo como pérdida de ciudadanía.
PERÓN intervino de nuevo, con gesto serio: —La tecnología no es enemiga. El enemigo es el que la utiliza para destruir comunidad. No olviden esto: la justicia social es incompatible con un Estado que prescinde de su pueblo.
FERLA lo reforzó: —Un Estado sin trabajadores es un Estado sin cuerpo. Y un pueblo sin trabajo es un pueblo sin futuro. La inteligencia artificial puede ser herramienta, no sustituto del ser humano. Quien crea lo contrario está renunciando a la condición humana.
La pantalla volvió a cambiar. Apareció el titular sobre Jorge Alemán.
MIGUEL leyó en voz alta: —“Si Marx despertara diría que la planificación China le da la razón”. Fuerte, ¿no?
Ricardo reflexionó: —Alemán plantea algo interesante: el capitalismo occidental ya no puede sostener su propio relato. China planifica, coordina, dirige. Occidente improvisa, ajusta, delega en el mercado. Y nuestro gobierno copia la peor parte: la fe ciega en que el mercado reemplaza al Estado.
Cafiero intervino: —Es que la planificación no es autoritarismo, es inteligencia estratégica. No se puede conducir un país sin un proyecto de desarrollo, sin priorizar sectores, sin orientar la inversión. Eso es lo que nos falta.
PERÓN sonrió apenas. —La planificación es peronista. No hay misterio. Pero claro, ahora algunos confunden planificación con intervención en contra del pueblo. Nada más lejos: la planificación es precisamente para defender al pueblo.
COOKE remató: —Y mientras tanto, acá festejan que el Estado desaparezca. No entienden que cuando el Estado se retira, no aparece la libertad: aparece el poder económico. El verdadero autoritarismo es el del mercado.
Hipólito, que venía revisando mensajes en su celular, anunció con preocupación: —Compañeros, salió un anticipo: dicen que Julio de Vido va a quedar detenido.
Se hizo un silencio denso. El anfitrión habló primero: —Más allá de las posiciones personales, esto no es solo una noticia judicial. Es un movimiento del tablero político. Marca un mensaje: disciplinar a la política popular a través de la Justicia.
Ferla bajó la mirada: —La persecución judicial como herramienta de disciplinamiento ya la hemos visto. Y siempre se dirige hacia el mismo lado: el que intenta construir poder desde el pueblo.
Cafiero completó: —La Justicia se convirtió en un actor político. Y en este régimen, ese actor responde a los intereses más concentrados. No nos engañemos.
Miguel cerró: —Mientras la economía se derrumba, el gobierno necesita enemigos. Y si no los tiene, los inventa o los fabrica mediáticamente.
El anfitrión volvió a leer: —Queda un tema fuerte: el Papa León y su mensaje a los empresarios argentinos. “Trabajen al servicio del bien común”. En este país eso suena casi revolucionario.
Melisa observó: —El papa habló de ética económica. Y eso, en un contexto donde el capital financiero exige obediencia absoluta, es una invitación a reconstruir otra idea de desarrollo.
Ricardo agregó: —Es interesante: el papa tiene más claridad que buena parte de la dirigencia local. Entiende que sin solidaridad y sin distribución, no hay comunidad posible.
PERÓN asentía en silencio. Luego habló: —La doctrina social de la Iglesia siempre entendió que el capital es una herramienta para el bien común, no un fin en sí mismo. Nosotros lo dijimos de otra manera: primero la Patria, después el movimiento, luego los hombres.
COOKE cerró la idea con una ironía lúcida: —Y ahora pareciera que primero vienen los mercados, luego los CEO, después los fondos de inversión… y si queda algo, la patria. Y si no queda, mala suerte.
La discusión volvió a centrarse en la política interna.
Fernando tomó la palabra: —Lo de Jaldo, Jalil, Noguera… no son hechos aislados. Son síntomas. La estructura peronista está perdiendo cohesión. Las provincias se mueven por supervivencia, no por proyecto.
Melisa agregó: —Y Cristina intentando frenar las fugas muestra que todavía hay una referencia, pero que la crisis es más profunda. No alcanza con ordenar un bloque: hay que reconstruir un sujeto político.
Tony intervino: —Es que el peronismo está en pleno proceso de reconfiguración. Y mientras tanto, la derecha construye sentido común. Tenemos que volver a hablarle al pueblo desde sus problemas reales, no desde nuestras internas.
Cafiero lo miró con reconocimiento: —Exacto. El peronismo nació para resolver problemas concretos del pueblo. Cuando se vuelve endogámico, se achica.
FERLA aportó una reflexión más grave: —No hay destino sin organización. Y no hay organización sin esperanza. El neoliberalismo trabaja para matar la esperanza. Nuestra tarea es devolverla.
PERÓN cerró esa línea: —Un movimiento nacional se reconstruye desde abajo. Desde el trabajo, la comunidad, la solidaridad. No desde los cargos.
La reunión se extendía. El país seguía entrando por las pantallas, por los celulares, por el aire. Hasta que el anfitrión dijo lo que todos venían esquivando: —Compañeros, ¿qué hacemos con todo esto? ¿Cómo se interviene en semejante caos?
El silencio duró unos segundos más de lo habitual. Entonces, COOKE habló con la fuerza de un trueno: —Se interviene politizando. Organizando. Nombrando el conflicto. Haciendo que el pueblo vuelva a ser sujeto y no espectador. No hay otro camino.
FERLA añadió: —Se interviene recuperando un horizonte. No basta con resistir: hay que proponer. Si no, ganan ellos por agotamiento.
Cafiero concluyó: —Se interviene recordando que la Nación es una construcción común. Y que ningún modelo de país puede consolidarse sin justicia social.
PERÓN, finalmente, dio la última palabra: —Compañeros, no olviden esto: cuando todo parece perdido, empieza la verdadera pelea. La historia no la escriben los que se resignan, sino los que se organizan.
VOLVER A PENSAR LA NACIÓN
El anfitrión trató de ordenar: —Entonces, ¿qué hacemos? Fugados en el peronismo, Trump queriendo el mercado interno, el Papa tirando líneas éticas, China mostrando planificación, la justicia usada como circo, la IA reemplazando funcionarios… ¿Dónde estamos parados?
PERÓN habló despacio, como quien vuelve a decir lo esencial: —Estamos parados en un país que busca sentido. Un país que perdió su proyecto. Y un movimiento popular que debe decidir si quiere ser fuerza histórica o mero administrador de derrotas.
COOKE agregó: —Un movimiento sin audacia está muerto. No se trata de esperar que el gobierno se desgaste: se trata de construir una alternativa que enamore. Que muestre que hay futuro.
El anfitrión asintió y ahí mismo introdujo lo que venía sobrevolando la mesa desde el inicio: —Y ojo, compañeros: esto no se resuelve solo frenando la fuga. Necesitamos algo más profundo. Hoy el peronismo no alcanza. No porque haya perdido vigencia, sino porque ninguna identidad política, por sí sola, puede contener la magnitud de la crisis. Tenemos que convocar a otras fuerzas, otros sectores sociales, otras tradiciones del campo nacional. Hay que ofrecer un proyecto común que nos articule a todos en un horizonte compartido. Si no construimos mayorías nuevas, amplias y generosas, lo que viene es más fragmentación, más entrega y más aislamiento.
Cafiero tomó la posta como si hubiera estado esperando ese despliegue: —Exacto. Las etapas de reconstrucción nacional siempre exigieron coaliciones amplias, liderazgos claros y un objetivo común que supere los límites partidarios. El peronismo tiene mucho para aportar, pero no puede pretender hacerlo solo. La unidad no es un gesto moral: es una condición de supervivencia histórica.
FERLA concluyó: —Hay que volver a tejer la confianza del pueblo. Eso no se logra con consignas o esperando el desgaste del adversario: se logra con presencia, con organización y con una propuesta clara de nación.
CAFIEIRO cerró: —La política no puede ser solo reacción. Debe ser anticipación. Debe ser pedagogía. Debe ser comunidad.
PERÓN, mirando a todos, dijo lo último: —Compañeros, esta mesa no está para lamentar el país que se va. Está para pensar el país que viene. Y para recordar que ninguna fuerza popular nace fuerte: se hace fuerte luchando.
La mesa quedó en silencio. Pero era un silencio fértil. Un silencio donde la historia respiraba. Era el silencio de quienes empiezan a recobrar la orientación.
Afuera, el país seguía ardiendo. Adentro, por primera vez en mucho tiempo, volvía a encenderse algo parecido a una brújula.





