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El periodismo financiero, en un libro sobre “El País” de Madrid

Alejandro C. Tarruella

Se iniciaba 2011, cuando el consejero delegado del Grupo Prisa, Juan Luis Cebrián, revelaba a la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), que Prisa, grupo editor del diario “El País”, dejaba de ser  grupo de comunicación para convertirse en empresa de tecnología avanzada con vistas al consumidor, sostenida en el software.

Escribe Alejandro C. Tarruella

Cebrián explicó que significaba adecuar el grupo al siglo XXI, al cambio tecnológico y aseguraba que los periodistas debían adaptarse. El directivo apelaba a la sinergia entre grupos de comunicación y empresas de telecomunicación, en la convergencia de contenidos. Para algunos analistas, era el fin del periodismo para hacer una regresión hacia adelante al servicio de las corporaciones.

Cambio corporativo

El rol de internet en los medios comenzó en los noventa, con la expansión de las computadoras y la Red en países desarrollados. El Massachusetts Institute of Techonology (MIT) en Boston, en 1994, advertía el inminente conflicto entre el modelo periodístico de papel y el de Internet y observaba el cambio en el concepto de información periodística. Decían que los periódicos digitales se construirían en la medida de las necesidades del usuario. No confesaba que a esas necesidades las establecían las corporaciones que reducían costos y aprisionaban al ciudadano. Los cambios en “El País” de Madrid llevaban ese signo y su derechización globalista era negativa respecto a la América de origen íbero español, e iba a consolidarse con severidad.

La aparición del libro de Luis Albornoz, Ana Segovia y Núria Almiron, “Grupo Prisa. El poder mediático en la España contemporánea”, que acaba de publicar la editorial británica Routledge, analiza la actual etapa del medio madrileño, cuyo grupo fundador ha sido sustituido por representantes de la banca y fondos de inversión, con lo que el periodismo y su valor democrático pasan a ser superados por un objetivo corporativo a secas.

Nuria Almirón ha señalado al respecto al periódico digital “La Marea”, que “El interés principal de una empresa que acaba financiarizada ya no es, desde luego, el periodismo. Tiene la cabeza en otros sitios. Esto se manifiesta de formas distintas. A nivel de redacción, se ve que el afán de lucro impide dedicar los recursos necesarios para hacer un periodismo de calidad e independiente que elija sus propios temas y tenga cierto margen de confianza a la hora de cubrir fraudes financieros o bancarios. Yo publiqué un libro sobre uno de los grandes fraudes del sistema bancario español en el que estuvo implicada toda la banca pero especialmente el Banco de Santander. Al revisar la hemeroteca, me quedó muy claro que en la cobertura en “El País” hubo manipulaciones realizadas para minimizar el daño a la imagen del banco”.

“El interés principal de una empresa que acaba financiarizada ya no es, desde luego, el periodismo»

Ha observado, además, el rol de los poderes financieros sobre los medios y expresó que «en España ocurre, además, otra cosa: los medios de comunicación adolecen de un déficit democrático importantísimo. Es el mismo déficit del que adolece el país entero, que parte de una transición mal hecha. El régimen fascista se mantuvo en el corazón no solo de la democracia sino en toda la estructura empresarial, incluida la del diario “El País”por más progresista que pareciera. Si agregamos a esto el hecho de que “El País” y el Grupo PRISA tuvieron al mando durante décadas a una persona proveniente de ese origen no democrático, como lo fue Juan Luis Cebrián, no creo que el problema central sea la pérdida de control por el influjo de capital de fuera. Importa más el hilo de control con ese ideario inicial de la empresa».

«Es paradójico, pero el capital financiero no tiene nacionalidad o ideología, más allá del principio neoliberal de ganar el máximo de dinero a costa de lo que sea. El capital no parte de favoritismos políticos”.

Las finanzas como meta

“El País” fue así mutando de un periódico de la construcción democrática del posfranquismo, a ser una herramienta corporativa sostenida en sus intereses financieros, con objetivos no descriptos de sometimiento social a una suerte de batalla tecnológica donde se fusionaban el Banco de Santander, Telefónica de España y otros megagrupos financieros. Eso explica, por ejemplo, el sostenimiento del macrismo en la Argentina, y el carácter antiperonista y antikirchnerista de su línea editorial que se verificó en las últimas décadas.

Ana Segovia, una de las autoras del libro, señala que “si nos fijamos, ya en 1983 Prisa cambia sus estatutos para convertirse en una empresa que no se dedica solo a las noticias, sino que se puede dedicar a cualquier actividad económica. Y, en efecto, una vez que se liberaliza el mercado de los medios en España y se empiezan a repartir licencias de televisión y de radio, Prisa utiliza el capital simbólico que ya tiene acumulado para perseguir beneficios económicos. A partir de entonces, el objetivo periodístico lo dejan refugiado en El País o la SER (cadena)Pero el objetivo central es el de la rentabilidad”.

El 4 de mayo de 1996, Prisa inició “El País Digital”, y el 12 de marzo de 1998, lanzaba Ciberp@ís, cabecera digital que prometía “acercar al ciudadano a este mundo emergente de las nuevas tecnologías que están transformando la realidad cotidiana, explicar el entorno digital sin tecnicismos esotéricos, pero con rigor”. Así, en marzo de 2008, El Pais.com editorializaba por el décimo aniversario de Ciberp@ís, reiterando el reto tecnológico y lo definía como “tecnología amiga” que informaba a ciudadanos y evaluaba nuevos dispositivos y usos, jamás eran consensuados con ellos. No sin cierto grado de violencia encubierta, el 27 de marzo de 2008, la edición digital sostenía que “la sociedad ha comprendido que vivirá conectada o desaparecerá”, términos que en Argentina hubiesen erizado la piel de más de un ciudadano que los conocía de los años de la dictadura militar.

El único argentino de los tres autores, Luis Albornoz, diagnosticó que “El País” antes daba dinero, incluso cuando se expandió internacionalmente. Ahora, que ha dejado de darlo, queda simplemente más expuesta su función de lobby, de brazo político. Si no, ¿por qué mantener algo que genera pérdidas, y más en este clima neoliberal en que vivimos?

Manuel Castells advirtió que los medios son “el espacio donde se crea el poder” e Ignacio Ramonet expuso que la “información no tiene valor en sí misma en relación, por ejemplo, con la verdad o en relación con su eficacia cívica. La información es, antes que nada, una mercancía”. Y la sociedad un puro receptor que no participa en las grandes decisiones del mercado, lo que ayuda a resumir el libro “Grupo Prisa. El poder mediático en la España contemporánea”, aún no distribuido en la Argentina.

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