“El periodismo de guerra es una de las prolongaciones del Estado terrorista”
“Creo en los valores de la política por sobre la guerra y la violencia. Creo en los sacrificios y el heroísmo de mi generación y por tanto en sus legados. Creo en los dirigentes que no traicionan a sus pueblos. Creo en la memoria histórica de los pueblos. Creo en las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo”, dijo la escritora y periodista María Seoane al agradecer el reconocimiento de la Legislatura porteña como personalidad destacada de la cultura.
Las palabras de María Seoane:
Estoy por recibir este reconocimiento conmovida y agradecida a todos y todas, pero quiero empezar por compartir con ustedes esto que pienso…
Como periodista quiero transmitirles esta reflexión. El periodismo de guerra es una de las prolongaciones del Estado terrorista y el diseño del neoliberalismo- el reino feroz de las corporaciones- en la comunicación. Es una dictadura simbólica sobre las cabezas, la parte más esencial en cuanto a la definición de la libertad de las personas. El periodismo de guerra considera a los ciudadanos como un objetivo militar pero capturando y colonizando su subjetividad para confundir y someter. Porque sirve a los intereses de las corporaciones económicas y gobiernos para los que actúa, vulnerando, con información falsa, manipulada, el derecho de los ciudadanos a elegir en libertad. Por lo tanto aspiro y lucho para que a nivel nacional e internacional podamos alguna vez sancionar como violatorio a los derechos humanos ese tipo de periodismo, tan ejercido en estas tierras y en otras de nuestra querida Latinoamérica, por las corporaciones mediáticas y su ejército de comunicadores. Y como periodista me comprometo a seguir trabajando con todos los colegas que así lo entiendan para restituir el valor de la veracidad y la libertad en nuestra profesión. Deben prohibirse las corporaciones mediáticas no solo porque los monopolios hacen daño en cualquier área sino en especial porque en los medios destruyen el derecho de las personas a elegir en libertad.
Como ciudadana hace muchos años que elegí las cosas en las que creo y con las que siempre soñé. En estos momentos en que todo parece volver a atrás, y llevarnos a un pasado de tinieblas, todos los días suelo preguntarme ante el espejo si lo que hago es lo que soy. La pregunta “quién soy” frente al espejo es también la respuesta de Edipo frente a la mortal Esfinge. Hace a la identidad y la vida. Y cada mañana me digo, una y otra vez, soy lo que creo. Y creo en la educación pública, gratuita y obligatoria; en el derecho al trabajo digno y bien remunerado; en la salud pública gratuita y obligatoria; en el Estado nacional promotor del desarrollo y la equidad; en la soberanía territorial completa hoy en peligro; en el desarrollo científico y técnico que sólo es posible cuando el Estado lo promueve y lo protege. Creo en la integración latinoamericana; creo en nuestros padres y madres fundadoras desde la revolución de mayo a las luchas del siglo XX y XXI por los movimientos populares y democráticos; creo que el trabajo es la fuente de la vida y la libertad y el valor económico: es el que produce la riqueza y el bienestar, y condeno la obscenidad de que el valor lo reproduzca, como en este capitalismo financiero feroz, este neoliberalismo saqueador y obsceno, la renta del dinero.
En fin, creo en los valores de la política por sobre la guerra y la violencia. Creo en los sacrificios y el heroísmo de mi generación y por tanto en sus legados. Creo en los dirigentes que no traicionan a sus pueblos. Creo en la memoria histórica de los pueblos. Creo en las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Y sobre todo, creo en la lucha de los trabajadores, de los estudiantes, de las mujeres y hombres que luchan y se resisten a vivir en la ignominia del hambre y el sometimiento.
Por eso, volviendo al espejo, mis amigos y compañeros, les agradezco de corazón este reconocimiento porque de seguro compartimos estas convicciones y por lo tanto siempre estaremos juntos.
Gracias miles; gracias. María Seoane.