DestacadosPolítica

El fin de la metáfora y el valor de la palabra política

El término “metáfora” (derivado del latín y a su vez del griego) significa “llevar a otra parte”, transportar, trasladar, transferir, cambiar, mudar, trocar. La metáfora es el recurso que se utiliza para nombrar una cosa en lugar de otra. Todos comprendemos, en mayor o menor grado, qué es una metáfora y cómo opera. La utilizamos para transmitir lo que pensamos, lo que sentimos, la ponemos en funcionamiento para dar nombre a realidades, para explicar conceptos que no resultan claros, es decir, con una intención didáctica, explicativa o ilustrativa. La metáfora manifiesta el poder creativo y la capacidad lingüística de los hablantes para expresar una situación en términos de otra. Intentar definirla no es tarea sencilla.

A lo largo de nuestra historia como país, la metáfora se usó para nombrar de diferentes maneras a diferentes colectivos o sectores sociales. Entre sus usos, se encuentra el que refiere a quienes encarnan ideas políticas que conllevan a la subversión de un orden establecido por el cual los de abajo logran incomodar al establishment y a los más poderosos. Desde siempre, aquellos quienes representan las ideas del peronismo fueron metaforizados de alguna manera, acaso por la imposibilidad de nombrarlos o de incorporarlos al discurso hegemónico u oficial.

Esa “Casa tomada” de Cortázar funciona, desde cierta lectura, como metáfora de un país lleno de “cabecitas negras” que vienen desde el interior a buscar un trabajo, una vivienda, una forma de vida digna. Esos “cabecitas negras” o el lamentable “Viva el cáncer” son algunas de las expresiones que, desde siempre, pusieron de manifiesto el odio y son, a su vez, ejemplos de las metáforas antiperonistas instaladas en el discurso social luego de la llegada del Peronismo. En los últimos años expresiones como “la yegua”, “los kk” o “la grasa militante” vinieron a renovar ese odio visceral hacia los sectores que representan la lucha de los que menos tienen.

En estos tiempos, parecería ser que hay un corrimiento de la metáfora, su uso corre peligro y, en su lugar, aparece la violencia representada en múltiples expresiones neofascistas. Cuando la metáfora, junto con la palabra, se quiebra, la posibilidad de diálogo desaparece y aparece la violencia como respuesta. El atentado a Cristina del 1 de septiembre representa la muestra más clara del fin de la metáfora y de la palabra política como medio de transmisión de ideas. Y es que la derecha (que también usa metáforas que los convierte en halcones y palomas para autodenominarse) parecería no poder justificar por medio de la palabra la mayoría de sus actos.

Si nos remitimos al uso de la palabra política, dentro del movimiento peronista, ésta siempre tuvo un valor y un protagonismo fundamental: los discursos de Perón y Evita con su correlación en los discursos de Néstor y Cristina nos recuerdan que la retórica en política es un elemento absolutamente necesario y constitutivo para la explicación de los hechos y para la configuración de una doctrina y un movimiento. Si vamos al caso, no sólo la palabra política y su correlato en la oralidad, también la palabra literaria, periodística o testimonial contribuyeron siempre a este fin: exponentes como Walsh o Jauretche se hallan en nuestro haber referenciados en el campo nacional y popular. Es así como la palabra adquiere un valor diferente, una significación y un peso que tiene como fin contrarrestar esos actos repudiables. En este sentido, la palabra y el discurso se presentan como actos revolucionarios.
Néstor y Cristina vinieron a retomar esa tradición oral de la palabra política como herramienta de persuasión que acompaña, explica y justifica el porqué de la acción. Cada vez que Cristina pronuncia un discurso como oradora y como la referente ineludible que es, hay cientos de miles de interlocutores y receptores escuchando atentamente como si fuera un ritual o una ceremonia discursiva.

En este sentido, el acto del 17 de noviembre en la Plata con motivo de los cincuenta años de la vuelta al país de Juan Domingo Perón fue la muestra más clara de eso a lo que Cristina nos tiene acostumbrados a todos y todas: la escucha atenta y el valor de cada una de las palabras como una herramienta de transformación política y social. Es así como la palabra política adquiere un peso específico, cobra valor y se resignifica en cada uno de los discursos pronunciados por ella. En lo que se dio en llamar sus “últimas palabras”, Cristina retoma algo de esto cuando dice: “Doce días después, Clarín tituló “la bala que no salió y el fallo que sí saldrá”. Miren la identificación con fusilamiento y esta causa”. Y otra vez la metáfora como una herramienta de advertencia que posiciona a un mismo nivel el fallo con una bala frente a un pelotón de fusilamiento.

En estas épocas en que la palabra parece agotada y en la que está tan de moda hablar de “discursos del odio”, será necesario volver a insistir con la palabra política, la comunicación y el diálogo como medios de transformación social y como vehículos de opinión, posicionamiento e identificación.

Colabora con Infobaires24
Suscribite a nuestro canal de youtube TIERRA DEL FUEGO

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba

Tiene un bloqueador de publicidad Activo

Por favor desactive su bloqueador de anuncios, Infobaires24 se financia casi en su totalidad con los ingresos de lass publicidades