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El Canca Juan Carlos Dante Gullo: una historia de luchas y convicciones

Escribe Alejandro C. Tarruella

Alejandro C. Tarruella

    Como sucede en estos acontecimientos, partir es pura sorpresa. Así nos enteramos de la muerte del Canca Gullo. Hubo llamados urgentes de compañeros y amigos repasando lo insoportable de la pérdida. La muchedumbre que lo despidió en el Congreso y en el cementerio, estaba dolida tal vez porque con él se va lentamente una época. Había vivido con intensidad y sufrido días de adversidad, el triunfo del peronismo en 1973, la muerte de Perón y el golpe de 1976, la prisión en la dictadura y la pérdida de su madre y un hermano. Él me recordaba a su madre, desaparecida en las mazmorras de la Esma, para “Historias secretas del peronismo”: “Mi mamá se llama Ángela María Aieta y era nativa de Fuscaldo, Calabria, provincia de Cosenza, un pueblo de pescadores. Era prima de Anselmo Aieta, el gran bandoneonista tanguero, autor del vals ‘Palomita Blanca’, hija de Rosa Aieta, mi abuela, y Franciso Aieta, mi abuelo. La casa de la familia de mi mamá era muy grande y en ella vivían varias familias. La casa está viva en Via Spiaggia 20. En la casa vivían las familias Aieta, Desimone, Moliné y Pollola, todos pescadores. Ese es el abajo del pueblo en contraste con el alto, donde vive la gente de mayor nivel económico social. Del alto es la familia de mi papá, Humberto Victorio Gullo, que se pronuncia Gulo, sin hacer sonar la elle.”

   De esa historia llegó El Canca que sufrió para siempre la detención y desaparición de Ángela María, ocurrida el 5 de agosto 1976, cuando él era un preso de la dictadura. “Yo estaba preso en Sierra Chica, por 1979, cuando un día recibo, con mucho cuidado para que no me descubran, un caramelo, que era un papel escrito envuelto de manera tal para que pasara desapercibido ante los guardias. Entonces, busqué un lugar donde no me pudieran ver y comencé a abrirlo con cierta inquietud. No tenía idea acerca de su contenido. Cuando lo abrí leí una nota  escrita a mano con birome en la que me decían que mi hermano había sido detenido ese mismo año. Me decían que lo habían visto en una sala de tortura en la ESMA. La nota comenzaba diciendo: ‘estuvimos con tu hermano Jorge’. Nunca más volvería a verlo”.

   Es imposible hablar del Canca sin reparar que el dolor fue un lugar de recorridos permanentes en su vida. De él sacó fuerzas, hurgó en sus convicciones de peronista para sobrevivir hasta que una dolencia intolerable se llevó para que hoy comenzáramos a hacer su recuerdo.

Perón de cada día

  “En casa éramos todos peronistas –me contaba Dante- y había un respeto muy grande por ese estado benefactor. Mis hermanos se acuerdan, como lo recordaban mis padres, que la primera palabra que pronuncié fue Perón. Mi papá quería que me llamara Juan Domingo y una negociación dura con mamá hizo que me llamara Juan Carlos Dante. En el bajo Flores donde vivía y vivo hoy, había un barrio de gente de laburo que sentía el peronismo. Yo recuerdo haber vivido en la escuela con el peronismo, haber escuchado los discursos de Perón y Evita con mi papá por la radio. Recuerdo con emoción escuchar el discurso de Evita en el renunciamiento del 22 de agosto del ’51. A la muerte de Evita me viene a la cabeza el velatorio y la gente llenando de velas las esquinas del barrio, ibas donde ibas y te encontrabas las veredas con las velas ardiendo, las flores, y la gente que lloraba.”.

 

   El Canca fue con sus padres y hermanos a Plaza de Mayo cuando el bombardeo del 16 de junio de 1955. Los Gullo entonces subieron en Cobo y Cachimayo al colectivo 160. Por las calles la gente iba en carro, en camiones, en autos y a pie. Militó en la resistencia cerca de Manolo Buceta, del Comando Nacional Peronista, y con la agrupación Azul y Blanco triunfó en la interna del Sindicato de Empleados de Comercio que le ganó el gremio a Armando March en el 62 o 63. Conocía a Avelino Fernández, líder metalúrgico, que vivía en el barrio, y allí trató a Tristán y César Marcos, el sargento del ejército que lideró el CNP.

La Juventud Peronista

   En 1964, cuando Isabel Perón llegó para intervenir en la interna justicialista, Juan Carlos conoció a Dardo Cabo en el sindicato de Luz y Fuerza Capital, en Callao y Quintana, donde se hospedaba. Se hicieron amigos entrañables. En 1968, integró la comisión de solidaridad con la CGT de los Argentinos de Raimundo Ongaro. “Me vinculé a los montos una vez que conocí en la CGT de los Argentinos, en Paseo Colón, a Carlos Hobert, a quien llamábamos Pingulo”, decía El Canca. Entonces trabajaba en la Comisión de Solidaridad con los Presos Políticos, con organismos de Derechos Humanos; en el sindicato de Farmacia con Jorge Di Pascuale y el Movimiento Nacional contra la represión y la tortura. En la sede de Paseo Colón, armaba paquetes de comida para Cacho el Kadri y los presos de Taco Ralo. Entre 1971 y 1972, armó la Juventud Peronista de las Regionales que estuvo en el acto de unidad del 9 de junio de 1972 en la Federación Argentina de Box. Entonces, la fuerza arrolladora de la Tendencia, marcó un hito histórico. Gullo actuaba en las Coordinadoras de Juventud ligadas a Montoneros que organizaban las zonas Oeste y Capital, y en el Frente Gremial mientras estudiaba sociología en Filosofía y Letras, que terminó en 1995. Uno de los integrantes de Montoneros con quien trabajó en esos años Gullo, fue Carlos Hobert, militante que había actuado en la Juventud Obrera Católica del grupo Sabino Navarro que se unió a Montoneros. “Fuimos a una nueva etapa del Movimiento Nacional, una síntesis de Montoneros y movilización de masas. Así se fue desarrollando la consigna del Luche y Vuelve en el acto de Nueva Chicago que llevó al 17 de noviembre de 1972”.

   En noviembre de 1972, Perón se reunió en Gaspar Campos con las organizaciones armadas, y allí estuvo Gullo. Perón ofrecía a la juventud el 25 por ciento de los cargos electorales. “Nos costaba mucho pensar cómo nos ubicábamos en la vertiginosa realidad política argentina, en qué espacio respecto de Perón, cuál era nuestro papel de intermediarios entre las masas y él. Debíamos saber con claridad que éramos  actores protagónicos que iban a asumir el triunfo del peronismo como algo inminente; esa era una ecuación a resolver”, explicaba.

   En la campaña Gullo fue encomendado para comunicarse con Perón a Madrid vía telex  para conversar con Perón sobre la elección y la consigna “Cámpora al gobierno, Perón al Poder”. La respuesta del general fue: “¡Qué bien! ¡Cómo se ve que los muchachos comprendieron como son las cosas! ¡Muy bien!”. Llegó Cámpora, pasó Ezeiza, Cámpora se fue, Perón fue presidente, y en junio de 1974 falleció. Gullo vivió las contradicciones de aquellos días y que llevaron al golpe de Estado.

De la adversidad a la democracia

   El Canca había nacido en 1947 y fue a prisión en 1975, en el gobierno de Isabel y recién fue liberado en 1983. Estuvo en Caseros, Sierra Chica, La Plata, y Rawson, con Dardo Cabo, Carlos Kunkel y Jorge Taiana. Fue en esos años en que desapareció su madre, Ángela Aieta de Gullo, y su hermano Jorge sería asesinado por la marina luego en una de las contraofensivas montoneras. Ángela trabajó para su liberación y la de los presos, y forjó con otras mujeres a madres y abuelas de Plaza de Mayo. En la cárcel, fue solidaria y atendía en luego de las torturas a sus compañeras.

   Fiel a sus convicciones, cuando fue liberado integró la renovación peronista porteña, regresó a la universidad y creó hacia el fin de siglo, el partido Nuevo Milenio. Muy activo, se veía en las instancias del grupo Michalengelo en los primeros años del nuevo siglo, mientras trabajaba y no perdía su tono polemista en la política. Con el primer gobierno de Cristina, en 2007, fue diputado nacional y en 2011 fue por dos veces, legislador de la ciudad, siendo elegido vicepresidente primero del viejo consejo deliberante.

   A días de conmemorarse los 100 años del nacimiento de Evita, son muchos los que sintieron la inesperada muerte de Juan Carlos Dante Gullo. Lo recordaba en el Congreso al despedirlo, el padre Carlos Acapputo, secundado por Chela, ex esposa de Gullo, madre de sus hijos mayores, Eduardo Valdés, José Luis Castiñeira de Dios, Nora Cortiñas, Lita Boitano y otros. A su vez, el convocaba a quienes se detenían frente a su féretro a recuperar tiempos, evocar hechos o ahondar en la incertidumbre de los días que vendrán. Sin duda un acto de amor, de reconocimiento y de reafirmación en nombre de quien se lleva consigo muchas heridas pero también, una infinita esperanza.

 

 

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