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Educar es alimentar la capacidad de asombro

Diferentes autores, pensadores y filósofos han nombrado a la educación como aquello que alimenta el espíritu. El concepto platónico de que adquirir conocimientos es alimentar la sabiduría del alma, tiene en estas horas tan singulares de la historia una contrapartida empírica, que hace que guardapolvos blancos, se mezclen con delantales floreados construyendo el milagro comunitario del pan en la mesa para todos.

Diego Molina

Léonie Henriette Duquet monja francesa desaparecida en la ESMA, ante el horror de la dictadura manifestó “Callar hoy seria cobarde”, muchas cosas han cambiado en nuestro país desde aquellos años, sin embargo, el plan económico del gobierno de facto y los gobiernos neoliberales nos han dejado una marcada desigualdad que perdura y en tiempos de pandemia se vuelve hambre.

Al igual que Léonie muchos docentes se sienten interpelados por los dolores de su tiempo y deciden no quedarse paralizados frente a las dificultades que atraviesan sus estudiantes. En la calle Rubén Darío del barrio La Magnolia, José León Suarez, un grupo de profes tomo la decisión de abrir la escuela para dar de comer, es la misma escuela en la que Helder Cámara celebro misa, es la misma escuela donde algunos maestros de estos maestros dieron de comer en el 2001, es el mismo espacio donde cotidianamente se alimentan proyectos y sueños, y es también el mismo momento histórico en el cual educar es alimentar y alimentar es educar.

Educar es alimentar la equidad en el aprendizaje, descolonizar la propia subjetividad para no construir un paradigma injusto “del que sabe y del que no sabe” “del inteligente y el burro”, un educador que tenga los pies en la tierra será alguien capaz de favorecer procesos de enseñanza que partan de la realidad, que la tengan en cuenta y la asuman sin juzgarla.

Educamos en medio de una realidad marcada a fuego por una cuarentena que profundizo las asimetrías develando grandes desigualdades, lo que para algunos son vacaciones forzadas para otros es la agudización de los dolores cotidianos sin tener la tregua de la interacción, del salir, del respirar, de estar con otros, de buscar la complicidad lúdica del contacto que tanto sana y alimenta el corazón de muchos y muchas que tienen un cuerpo mal alimentado y una autoestima lastimada.

El aula hasta ahora eran cuatro paredes por las cuales transitaban los conflictos y esperanzas del mundo con una intensidad única, las paredes se cayeron y el mundo es el aula, seria sano que en vez de gastar angustias buscando evaluar “éxitos y fracasos” desde lógicas unidimensionales, pudiéramos salir al encuentro de esta experiencia de cotidianidad pluridimensional que nos regala la oportunidad de imprimirle a lo ordinario la magia de lo extraordinario en la conciencia de ser testigos de un momento único de la humanidad , que anuncia el advenimiento de nuevos modos de vincularse y relacionarse en el cual nuestros estudiantes tendrán un protagonismo insoslayable , alimentar en ellos la esperanza y el asombro frente a lo que sucede los hará hombres y mujeres más libres, capaces de construir tramas sociales más sanas.

Educar es alimentar la esperanza, en este tiempo cargado de incertidumbre, la consolidación de un nuevo orden mundial deja entrever la posibilidad de que algunas cosas cambien y que esos cambios nos regalen el nacimiento de una humanidad más solidaria, más preocupada por el vecino, por el compañero, menos indiferente, menos individualista. En los territorios subyacen acciones esperanzadoras que deben ser rescatadas y nombradas en el ámbito educativo.

El coronavirus paro el mundo, la cruel rueda que avanza devorando tiempo y humanidades se detuvo frente al riesgo del contagio, la imagen que nos regalaba Chaplin del obrero convertido en máquina, automatizado, deshumanizado tiene en esta coyuntura la contrapartida del “quédate en casa”, “aquiétate”, “espera”, y la posibilidad de ensayar nuevas formas de producción asociadas a otras dimensiones de lo humano, que encierran otros saberes y otras inteligencias, múltiples, diversas, y en muchos casos inexploradas.

“El conocimiento forma cuando se sabe deformado por el suelo que habitamos” Carlos Cullen

Los docentes tenemos la oportunidad en este momento tan singular de la historia de alimentar un modelo de aprendizaje más humano, que favorezca el desarrollo de las potencialidades individuales promoviendo un pensamiento colectivo, vivo, emotivo y profundo de la realidad, construyendo un sentido simbólico compartido en el que Patria sea solidaridad, y la solidaridad sea el modo de ser humanidad.

La educación como alimento de la posibilidad de un mundo más justo.

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