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Edgardo Rovira: PASO, Primer tiempo

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Las elecciones de las PASO dieron una primera definición de cara a octubre. Nos permitieron observar un fenómeno que se repite y transiciones que se extienden en el tiempo. Por un lado, lo que el aparato mediático de Cambiemos vende como pasado, no lo es, ni fáctica ni ideológicamente. Cristina Fernández de Kirchner sigue vigente, el peronismo sigue siendo la fuerza que expresa mejor los intereses del pueblo y sus candidatos sean desde la Unidad Ciudadana o desde el sello del PJ disputan cargos, ganan elecciones y están presentes en la discusión política de todos los territorios. Por otro lado, el presidente Mauricio Macri logró, con tácticas y mucha maña, imponer la marca Cambiemos a nivel nacional, proyectarse ya como algo más que un mediocre empresario, hijo de, para convertirse en la expresión política del sector más rancio de nuestra sociedad.

Wainfield escribió para Página 12 que “las victorias electorales tonifican, congregan, generan de movida círculos virtuosos. Las derrotas desalientan, dispersan, sus primeras repercusiones son nocivas”. Y tiene mucha razón, desde el 2013 el kirchnerismo viene de derrota en derrota, la más dura, no fue sin embargo en el campo de una disputa electiva, fue en la imposibilidad de generar una sucesión al mandato de Cristina, no a su conducción, que por más aciertos y errores que pueda tener, nadie discute realmente. Los pases de factura de aquella interna en provincia de Buenos Aires entre Julián Domínguez y Aníbal Fernández aún hoy siguen cobrándose secciones electorales y territorios enteros. La renuncia de Florencio Randazzo y la negación a la unidad, siguen haciendo ruido del otro lado de la General Paz, y más allá también.

Pero, ¿qué pasó el domingo en las primarias abiertas, obligatorias y simultaneas? En esas PASO el presidente Mauricio Macri y Cambiemos quedaron mejor colocados que el resto de las fuerzas políticas que participaron. Sin embargo, el gobierno CEOcrático de Casa Rosada debería prestar atención al resultado, ya que si bien crecieron, tampoco representan una mayoría indiscutible, apenas política, con proyección a mantenerse en los primeros lugares en octubre y mejor posicionados para 2019. Las rutinas democráticas reconfiguran o sostienen los escenarios, y esta vez, mantuvo lo que se vio en 2015. A diferencia de 2015, donde Cristina Fernández de Kirchner dejaba la presidencia y no asumía ningún otro cargo, el escenario se repite pero con Cristina otra vez fuertemente en escena, mucho más después de la victoria -o de la que sería la victoria de Unidad Ciudadana en provincia de Buenos Aires- convirtiéndola en la principal opositora al macrismo del país, no sólo desde su lugar provincial sino con proyección nacional.

A simple vista y haciendo un análisis rápido de lo sucedido el domingo y en el último mes, ni Unidad Ciudadana ni Cambiemos cambiaron la estrategia política que utilizan desde 2014. Ninguno de los dos espacios se movió de su lugar de polarizar, dentro de una sociedad que se construye desde la ruptura y las diferencias, enaltecida por la “grieta” que se recalienta al calor de los medios hegemónicos de comunicación.De esa manera, ni macristas nikirchneristas-pejotistas pudieron interpelar realmente al tercio de la población que no se deja representar por Macri ni por Cristina. Y podemos adelantar sin miedo a equivocarnos, que una vez repartidas las bancas, salvo que pase algún hecho extraordinario, los referentes de la escena política nacional seguirá siendo exactamente los mismos y representarán más o menos a las mismas personas que en 2015.

En la disputa de sentidos libramos nuestra batalla política, sobre todo en esta era digital de hiper conectividad, pero hay una cuestión territorial que sigue pesando fuerte, más en el conurbano profundo. El kirchnerismo sigue subestimando el impacto y las causas de su derrota en 2015, reducen todo a deserciones y transfugueadas, a tibios y mediocres. Se repiten en señalar nombres propios y en resaltar principios ideológicos, dejando de lado los armados y acuerdos. Aunque no se pueda creer, en el kirchnerismo puro y duro siguen explicando el crecimiento y victoria de Macri por las limitaciones o carencias de Daniel Scioli o las traiciones del PJ Nacional. Tampoco Mauricio Macri ganó por las mentiras que dijo, ni el domingo volvió a revalidar sus votos por las mentiras que dice ahora.

La posible victoria de Cristina Fernández de Kirchner no puede confirmarse oficialmente debido a que Cambiemos decidió manipular la carga de los datos oficiales a medida de sus caprichos e intereses.

El domingo, alrededor de las 4 de la mañana, Cristina salió al palco montado en el gimnasio de la cancha de Arsenal y dijo: “El resultado de las elecciones parlamentarias en la provincia es que hemos ganado”. En ese momento había un 94% de las mesas escrutadas en la provincia de Buenos Aires y los votos de Cambiemos y el kirchnerismo representaban el 34,15% y el 34,14% del total, respectivamente. “De cada tres ciudadanos, dos le dijeron no a este ajuste. Vamos a pedirle al gobierno que cambie el rumbo económico”.

La posible victoria de Cristina Fernández de Kirchner no puede confirmarse oficialmente debido a que Cambiemos decidió manipular la carga de los datos oficiales a medida de sus caprichos e intereses. Mauricio Macri y “el mejor equipo de los últimos 50 años” salieron a festejar a las 22:00hs, sin contar con cifras reales y definitivas de ningún tipo, se pararon en el escenario como si hubieran ganado en la Provincia de Buenos Aires por 6 o 7 puntos, Macri hablando mientrasVidal repartía besos a los cuatro costados, caían los globos y la música se subía. Con eso Cambiemos buscó garantizarse los títulos de los medios dominantes a la mañana siguiente y montar así un show de triunfalismo e imbatibilidad.

El escrutinio se manipuló claramente, se cargaron las mesas en las que Cambiemos ganaba ampliamente, se ocultaban las otras, y en la medida que Unidad Ciudadana iba recortando diferencias

El escrutinio se manipuló claramente, se cargaron las mesas en las que Cambiemos ganaba ampliamente, se ocultaban las otras, y en la medida que Unidad Ciudadana iba recortando diferencias, el conteo se fue aletargando hasta que dio empate técnico entre Cristina Kirchner y Esteban Bullrich. La misma actitud se repitió en Santa Fe: a medida que subían los votos de Agustín Rossi el escrutinio oficial se alentaba o detenía por amplios lapsos de tiempo. Como resultado, hubo una presentación penal en contra de Rogelio Frigerio y los cuadros intermedios del Ministerio del Interior encargados en el escrutinio por incumplimiento de funcionario público y defraudación al Estado. En la mañana del lunes, un comunicado de trabajadores del Correo Argentino buscaba desligar a los trabajadores del “bochorno” en la carga de los resultados. “Por orden del Ministerio del Interior” se manipuló, engañó y defraudó al electorado bonaerense y del resto del país. El Gobierno apuró el conteo en sus principales bastiones: la Cuarta, la Quinta, la Sexta y la Séptima. En la Tercera sección electoral, el conglomerado más densamente poblado del país que concentra, en el sur del GBA, el voto duro del peronismo, la carga fue manipulada y se dejó de registrar votos en el 94,34% del escrutinio.

Los resultados en Buenos Aires, madre de todas las batallas por peso electoral, político y simbólico impactarán en tres cuestiones claras: el ya mencionado reposicionamiento de Cristina hacia 2019, la composición de la Legislatura provincial en los últimos dos años de mandato de la gobernadora María Eugenia Vidal y la disputa por la conducción del peronismo, que no estaba en duda realmente, pero siempre su conductor debe revalidar con votos su condición de líder. En el peronismo se sabe, conduce el que gana, los demás acompañan.

Cristina mantiene su núcleo duro de votos, sin sumar votos blandos y sobre todo, sin lograr sumar a los aparatos de la CGT y PJ al espacio, algo importante si realmente se quiere frenar el avance neoliberal de Macri. Se notó en muchos distritos esa falta de apoyo y de aparato para contener a los punteros del macrismo y algunos jefes comunales díscolos. La falta de participación de Intendentes que no son los más cercanos a Cristina es clave en el crecimiento de Macri-Vidal en la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, el nuevo armado de la lista de Senadores y Diputados, permitieron sentar a la mesa a sectores marginados anteriormente. En la lista había representantes de la CTA, de la CGT, de la Ciencia, de la Justicia, de los Movimientos Sociales, del PJ Provincial. Los apoyos conseguidos por Cristina son territoriales y sociales, de manera muy evidentes. Ella sigue siendo la referencia de las personas y barriadas más humildes.

Los apoyos conseguidos por Cristina son territoriales y sociales, de manera muy evidentes. Ella sigue siendo la referencia de las personas y barriadas más humildes.

La estrategia de la Alianza Cambiemos fue en un primer momento plebiscitar la gestión de Macri a nivel nacional, pero ante las encuestas y focusgroup adversos, viraron esa estrategia y volvieron a la vieja polarización entre pasado o futuro, mafias o cambiemos, Cristina o Macri. Ese giro le alcanzó y sobró para posicionarse en estas primarias.

Macri y su equipo lograron superar la división antikirchneristaque planteaba de antemano la polarización, logró superar la división de votos que le generaba Massa-Stolbizerpor un lado y por el otro, el último en llegar y menos importante, FlorencioRandazzo. Por el lado de Unidad Ciudadana, es interesante ver cómo el kirchnerismo-peronismo no murió ni fue sepultado como tanto desea y necesita el sector conservador y reaccionario de la Argentina, aunque lo resucita sistemáticamente cada vez que debe crear un escenario de confrontación determinado. El resultado confirma que el kirchnerismo está lejos del fin que le vaticinan desde 2015. Ganó en la provincia de Buenos Aires, ganó en Sana Fe, Tierra del Fuego, Río Negro y Chubut, fue segunda fuerza en Santa Cruz y Capital, tercera en Neuquén.

El triunfo nacional de Macri tuvo un esqueleto radical invisibilizado por la mesa chica del PRO que no soporta a los hijos políticos del Coti y la Coordinadora. Sin embargo, fueron candidatos radicales los que entraron segundo en Santa Fe, ganaron en Entre Ríos, Neuquén, Corrientes, Santa Cruz, Mendoza y Jujuy. Ese dato no es menor, si es que el centenario partido quiere renacer de sus cenizas después de morir en 2001 con De la Rúa y humillarse a los CEÓcratas del PRO.

Cambiemos quiere que lleguemos a las elecciones en octubre hablando de lo mismo que se habló en 2015, tema de discusión que lo llevó a ganar el balotaje. Todavía le falta a Unidad Ciudad sumar votos de la clase media que perdió en 2013 y el sector medio del campo que votó a Cristina en 2011. Hay que ver qué estrategias políticas utiliza de ahora en más para conseguir eso. Repetir lo que vino haciendo hasta el domingo no le alcanza para que Cristina suba su techo político.

Macri instaló una marca política, logró retener y mejorar los números de las PASO de 2015. El que perdió fue Massa que pasó de los votos que obtuvo en 2013, con su victoria 35,06% a 29,66% sobre Martín Insaurralde, a un lejano tercer puesto en 2017. En aquel entonces se decía que Massa había logrado una “contundente victoria sobre el kirchnerismo”. Ayer Cristina sacó el mismo porcentaje de votos que Massa, pero los mismos medios dicen que está acabada. El ex jefe de gabinete de Cristina, hoy ladero de Macri en sus avances sobre derechos laborales y sociales, perdió 20% de su caudal de votos y la tendencia es seguir en caída libre hasta que sea un mal recuerdo político. Hablar de Randazzo no sería casi necesario, pero fue parte de la elección, el ex ministro de Cristina confirmó el 5,9% que le daban casi todas las encuestas antes del domingo, demostrando que tiene poca repercusión en el electorado bonaerense. Massa y Randazzo son variantes al modelo neoliberal que no contradicen sus principios rectores esenciales, los dos asemejan populismo a corrupción, garantizan leyes o silencios para restaurar la revolución conservadora, cogobiernan con el macrismo a nivel provincial y nacional, se sienten ejecutores de políticas de ajuste y defienden la represión del conflicto social. Van separados, pero dialogan y acompañan al macrismo. Los dos hablan igual que Macri y se presentan como Macri, y no lo digo porque copien la estética comunicacional que indica Duran Barba a los hombres y mujeres de Cambiemos.

Cambiemos quiere que lleguemos a las elecciones en octubre hablando de lo mismo que se habló en 2015, tema de discusión que lo llevó a ganar el balotaje. Todavía le falta a Unidad Ciudad sumar votos de la clase media que perdió en 2013 y el sector medio del campo que votó a Cristina en 2011.

El kirchnerismo va a poder imponerse sobre el resto si representa más cabalmente la necesidad del electorado en la situación actual, si presenta propuestas concretas y le asegura a la clase media dejar atrás la confrontación y les permite volver a la senda del crecimiento económico sostenido, sin tener que pagar ganancias obviamente. Cristina Fernández de Kirchner ya demostró que es la única expresión del peronismo que contradice en todos los planos al proyecto restaurador de Cambiemos, ahora debe invitar a la mesa política a los sectores que se fueron alejando desde 2013 en adelante. Cristina Kirchner es, con virtudes y defectos, la más importante de los referentes opositores. Por mucho, es ya senadora, merced a la decisión popular, falta determinar los votos para saber si es primera minoría y el caudal con que cuenta para enfrentar las políticas de ajuste del macrismo.

Vuelve a quedar demostrado que Cristina es la que más votos saca y más representa al pueblo, pero sin el aparato político del PJ y la CGT no podrá superar su techo ni contener los embates del gobierno de Macri. Por otro lado queda, el enorme caudal de votos que sacó Cambiemos, ¿la sociedad argentina realmente está dispuesta a volver a los índices de desigualdad de los años 90´por no soportar “cadenas nacionales”? ¿Es verdad que es preferible perder derechos laborales o previsionales por el afán de tener libertad cambiaria para comprar y vender dólares libremente? ¿Es una decisión social la de “achicar el Estado para agrandar la Nación”? ¿Se justifica la represión para solucionar los conflictos que se justifican en la pobreza estructural de un país que siempre evade y fuga capitales y responsabilidades?

Sea como sea, estamos a mitad del partido, la otra mitad se juega en octubre. Hay mucho por hacer.

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