Cuarta luna de Cosquín: Y se abrirá todo el cielo
Con una plaza colmada de gente, anoche se llevó a cabo el cuarto encuentro coscoíno en el Valle de Punilla. La noche sabía anticipadamente que sería una jornada especial porque el clima estuvo a la altura de las circunstancias.
Por Alma Rodríguez, desde Cosquín
Cómo todo el mundo sabe, era muy esperada la actuación de Fito Páez quien, desde hace un tiempo, había anunciado su debut en Cosquín. Se sabe de la histórica discusión bizantina acerca de si alguien que proviene del rock cuenta con el permiso “popular” para subir a ese escenario. Fito parece haber quebrado todo tipo de barreras históricas entre géneros musicales. Sin embargo, quienes lo siguen desde siempre tienen en claro que esto ocurrió mucho antes de subirse anoche al Atahualpa Yupanqui.
Su aparición en el escenario junto a una lúcida y eterna Fabiana Cantilo hizo que la cosecha de aplausos no tardara en llegar. Apenas comenzó, salió, como se dice en la jerga futbolística, “con los tapones de punta” y lo hizo con una hermosa y conmovedora versión de “Me voy quedando” del Cuchi Leguizamón para continuar con lo más folclórico del propio repertorio: “Yo vengo a ofrecer mí corazón” y DLG (muy pocos saben que esa sigla significa “dia de los grones” y, como tal, constituye un canto a la libertad).
El repertorio, muy estratégicamente pensado para la ocasión, recorrió los temas más emblemáticos de discos como “El amor después del amor” y “Circo Beat” interpretados en versiones que lograron renovar las ganas de volver a escucharlos una y otra vez. Una poderosa versión de Ciudad de pobres corazones y una muy sentida interpretación de “Al lado del camino” coronaron la actuación.
Pero ese fue sólo el comienzo de una noche que se lució como pocas. La actuación de Charo Bogarín constituye una clara muestra de cuán variado y rico puede ser nuestro folclore que no abarca sólo el canto, sino también la danza en su máxima expresión. En el caso de Bogarín, su compromiso y su militancia por las causas de las mujeres y los pueblos originarios la convierten en una artista implacable y completa tanto arriba como abajo del escenario.
El tango también tuvo su lugar durante la noche de ayer con la presencia de Omar Mollo, que logró conmover con su propia versión de clásicos de este género. Un Franco Luciani todo terreno y unos Tipitos que se animaron al aire de chacarera estuvieron a la altura de las expectativas y circunstancias.
Pero la coronación mayor llegó hacia el final con un Luis Salinas virtuoso y extraordinario, un “fuera de serie”, “un fenómeno”, como se dice en el barrio. Cuando ya se habían apagado las luces de la televisión, la noche hizo que se encendiera la guitarra de Luis. Con una formación que sabe cómo acompañar tanto virtuosismo, y de la que participan su hijo Juan y Juancho Farías Gómez entre otros, Salinas logró que el público lo aclamara emocionado y de pie.
Sin dudas, desde algún lugar del universo, estaba la Negra disfrutando también de esta noche única e irrepetible.