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Córdoba sin kirchnerismo: el final de un ciclo político y el desafío de reconstruir identidad

Agustina Sosa

El mapa político cordobés acaba de confirmar algo que se venía insinuando desde hace tiempo: el kirchnerismo ha quedado prácticamente sin representación institucional en la provincia. Sin banca en la Legislatura y sin renovación en el cargo de diputado nacional, el espacio atraviesa su momento más débil desde su surgimiento, evidenciando una crisis de liderazgo, de territorialidad y de conexión con el electorado local. 

Un ejemplo de ello es la salida del legislador cordobés Federico Alesandri, quien obtuvo su banca gracias al espacio “Creo en Córdoba”, espacio del kirchnerismo cordobés en el año 2023, y ahora acaba de anunciar su incorporación al bloque oficialista de Martín Llaryora. La decisión de Alesandri no fue solo un movimiento individual: son muchos los “alfiles” kirchneristas que a lo largo de estos años han buscado acercarse al schiarettismo o al llaryorismo, ya sea por priorizar proyecciones locales o beneficios personales antes que la lealtad a los sectores nacionales del espacio. El kirchnerismo, así, quedó sin una voz propia en la Legislatura. 

En paralelo, Pablo Carro, quien ha desempeñado una trayectoria leal a los lineamientos de Cristina y Máximo Kirchner a nivel nacional como diputado identificado con el kirchnerismo en Córdoba, no logró renovar su banca. El magro desempeño electoral de su fuerza terminó de confirmar el repliegue del espacio, que sólo obtuvo un 5% de los votos a nivel provincial. La pérdida de representación en el Congreso implica también la pérdida de una plataforma política clave: sin tribuna institucional ni visibilidad legislativa, el kirchnerismo cordobés queda relegado a un rol meramente testimonial. 

Crónica de una muerte anunciada 

El kirchnerismo en Córdoba existe, sí, pero en sus bases. En el pueblo que día a día se levanta y brinda la disputa de sentido en el supermercado, en las escuelas, en la oficina y en grupos de amigos. Una disputa de sentido difícil, desgastante, y hasta casi inútil si pensamos que la hegemonía mediática de la que goza -pauta millonaria mediante- el gobierno “cordobesista”. Desde el 2015, el kirchnerismo en Córdoba nunca logró superar la barrera del 10% de los votos en las elecciones nacionales. Las distancias históricas entre el kirchnerismo y el pejotismo cordobés -que se remontan a las tensiones entre Néstor Kirchner y José Manuel de la Sota, que siempre deseó ser presidente- nunca se saldaron del todo. Esa fractura propiciada por la obsecuencia del pejotismo cordobés hacia gobiernos como el de Mauricio Macri, sumada al rechazo de una parte importante del electorado provincial (por ejemplo el sojero, luego del conflicto por la 125) hacia la figura de Cristina Fernández de Kirchner, limitó cualquier intento de crecimiento. 

Con el paso del tiempo, la estrategia de competir por fuera del pejotismo provincial se volvió necesaria pero cada vez menos efectiva ya que nunca tuvo la contundencia que debería haber tenido: tibios pronunciamientos contra medidas neoliberales de los gobiernos de Schiaretti y Martín Llaryora, o sobre el ecocidio protagonizado por los incendios voraces en los bosques nativos, y hasta supuestos arreglos que podría haber realizado la diputada Gabriela Estévez con el gobierno pejotista cordobés, negociando cargos para sus militantes a cambio de una actividad moderada en Córdoba.  Mientras el llaryorismo consolidaba poder territorial y una narrativa propia de “peronismo cordobés”, el kirchnerismo se fue quedando sin intendentes, sin estructura y sin referentes con peso electoral, con unidades básicas cerradas, sin recursos bajados a territorio, sin intervenir el PJ de Córdoba a pesar de que Schiaretti no apoyó la candidatura de Alberto Fernández, ni De la Sota la candidatura de Scioli frente a Macri, y mucho menos condenaron la proscripción a Cristina.  

El futuro: de abajo para arriba y con representantes realmente populares 

Durante el gobierno de Alberto Fernández, una de las provincias más beneficiadas fue Córdoba: por ejemplo en la ciudad de Río Segundo, el sistema de riego de la cancha del club Juventud Católica y sistema lumínico de la cancha del Club Atlético Central, fueron creados gracias a recursos del gobierno nacional. Nadie sabe eso, ya que fueron dibujados como “gestión municipal con apoyo provincial», negando el origen de los fondos. Otro ejemplo es el de una ambulancia totalmente equipada que fue enviada por el gobierno de Alberto Fernández a días de la elección, pero que en la localidad, fue presentada como gestión del ex legislador cordobesista Francisco Fortuna, tal es así que el logo del gobierno nacional fue retirado de la ambulancia para ser reemplazado por el del gobierno de Córdoba. Por su parte, el encargado real de las gestiones, Martín Gill, nunca jamás trabajó codo a codo con la militancia kirchnerista. Además, es parte de la rosca política la sospecha de posibles “retornos” por parte de la línea Buenos Aires, Villa María, Río Segundo y viceversa con los recursos que venían desde Casa de Gobierno.  

Entre la desinformación sobre las obras del gobierno nacional kirchnerista, y el boicot (fue el mismo José Manuel De la Sota el que impidió el normal funcionamiento de la antena TDA o que negó la promoción del programa Precios Cuidados) la opinión pública cordobesa odia a Cristina sin saber bien por qué. El escenario actual abre un interrogante mayor: ¿tiene futuro el kirchnerismo como identidad política en Córdoba? La respuesta, por ahora, parece incierta. Sin presencia legislativa, sin representación nacional y con un electorado que se ha desplazado hacia opciones más reaccionarias y a su vez conservadoras, tendrá que surgir una tarea titánica desde abajo. Probablemente, con anclaje en una representación que realmente defienda los intereses de los trabajadores, en cada movilización, en cada marcha de los jubilados, en cada pueblo o ciudad donde el llaryorismo tiene bajo llaves las unidades básicas. Tal vez con menos posteos de vacaciones en Instagram y más disputa por las condiciones materiales de todos los cordobeses.  

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