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Conducir, persuadir por la unidad nacional cuando se cae Milei

En nombre de Dios

Alejandro C. TarruellaEl “Financial Times” cerró un análisis sobre la Argentina y el triunfo de Massa con una síntesis: “Dios es argentino”.

Lo cierto es que una vez más, el país desconcertó a “especialistas”, analistas y a toda laya de creadores de escenarios ciertos e inciertos. Los encuestólogos en general, y entropados, le erraron fiero porque hacen compulsas por teléfonos y no a “ojos vista” como quien mira la pampa a lo largo y cree ver tropillas imaginarias en instancia creativa. Esperaban que el malón se sumara a los votos del desencajado Milei y apenas alcanzaron un “malón de ausencia”.

La bronca de las PASO era eso, un estado de ánimo que tenía razones pero no destino. El resultado del domingo 23 ayudó a hacer camino para definir quién gobernará en función de las necesidades inmediatas del país con una visión estratégica.

Sergio Massa, fue el único dirigente que supo transmitir con sencillez y profundidad ese imaginario. Así, la bronca se convirtió en proyecto común, en abrazo para establecer pautas y salir al camino desde las humildes calles de los pueblos hacia cada punto del país. De la periferia, al centro.

Massa dijo el martes que la etapa en ciernes, “no es vinculada sólo al peronismo, vamos a un gobierno de unidad nacional” y que por eso, “convocará a los mejores sin importar su procedencia”. Había decidido no ser el jefe de un proceso político, sino su conductor. Hacer un arte de la construcción política que tiene que forjar. Una diferencia que consolida los términos de su campaña. Allí, eliminó el carácter ideológico, casi tradicional que hoy ejerce la oposición en general.

Tanto Milei como Bullrich, Bregman, incluso, hicieron base en ese recurso y lo abusaron. Massa, tuvo dos cosas importantes en su formulación: contar qué se iba a hacer y hacer. Dar certidumbre al escenario, exponerlo ante el Pueblo, tomar medidas y demostrar que estaban al alcance del bolsillo de los más necesitados, o en la proyección empresarial de pymes y renglones de la producción.

Sugerir, persuadir

Las políticas necesarias para poner al país de pie superan los límites de una sola fuerza política. El primer paso que está dando Massa es hacia el Radicalismo y al despojar de ideología a ese acercamiento es posible poner a la historia y a la cultura en primer plano y desde ahí, concebir la política.

Hay que contar con que el peronismo es producto de una tradición histórica que viene de Belgrano, Güemes, San Martín, Rosas, los caudillos y luego Hipólito Yrigoyen, el Radicalismo, Forja y el 17 de Octubre. En ese punto, se consolidan los liderazgos de Perón y Evita. De manera que, para abordar una nueva etapa histórica signada por el multipolarismo, se trata de poner al país en condiciones de asumir un legado y hacerlo presente.

No se conoce gobierno en Argentina que haya tenido los apoyos internacionales con que se cuenta a la fecha. Los BRICS, el Papa Francisco, algunos países europeos, parte del poder político de Estados Unidos, López Obrador, Petro en Colombia y Luis Arce en Bolivia, y de modo terminante, Lula.

Por eso, a Massa le cabe la tarea de ser protagonista en la construcción de la unidad regional a partir de un acuerdo histórico con Brasil que va a ser la base del consenso suramericano, sostenido en la recuperación del UNASUR, y consolidar el camino que se viene anunciando con Andrés Manuel López Obrador que desde México es líder de la América del Norte de origen hispano y de Centroamérica. Esa es la etapa y el candidato Unión por la Patria el que la está abordando.

El peronismo regresa y va

No hay que olvidar que los jeques de la globalización están heridos y lo expresan medios como “The Economist” de Londres, que expone que “el resultado electoral de Argentina es el peor de todos los posibles”. Deja ver que lo mejor para el pueblo argentino, como en las invasiones inglesas o en Malvinas, es lo peor para ellos. Se preguntan en un rapto de dolor cómo es posible que con casi 140% de inflación, el ministro de economía haya ganado una elección con el 37 por ciento de los votos. No lo van a comprender pues desconocen la realidad Argentina. El peronismo es un fenómeno cultural, histórico y político que los hijos de la Tatcher además, no soportan.

La construcción de la unidad nacional es entonces lo justo y lo correcto. Los riesgos de los globalizadores, las corporaciones que han depredado el país en estas décadas, el peso británico post Malvinas, deben ser reducidos a partir de su vigencia y su profundización. El llamado del gobernador de La Pampa, Sergio Zillioto a la UCR en la misión de defender La Pampa “no solo desde el peronismo”, sugiere que la propuesta comienza a dar sus frutos y los gobernadores van a ser decisivos en la gobernabilidad. Si para conducir hay que convencer en la persuasión, Massa pasó con solidez ese momento y tiene ya la credibilidad que otorga el pueblo a sus conductores para ampliar su influencia.

Si Milei no se cae y el régimen quiere desplazarlo para negociar ya con Massa, lo que se avecina es un posible triunfo de Unión por la Patria el 19 de noviembre.

Sin embargo, el martes, la UIA se expresaba en contra del candidato del establishment, Macri no reunía a su propio frente porque se avizoraba un estallido interno, los bancos no nacionales se fisuraban en sus posiciones y se caían los apoyos y aportes. Se aseguraba que el hijo de Franco debía hacer su “aporte” en divisas al libertario para su campaña (o su compra, recordemos que ellos juegan en el mercado) y no lo hizo.

En la madrugada del miércoles 25, Macri fallaba otra vez al intentar buscar apoyos para reunir a JxC en medio de rumores de rupturas. Milei precisa ese sostén porque de lo contrario cae en un agujero negro. La conferencia de Patricia Bullrich y Luis Petri, con Macri escondido, no fue más que un bochorno que incluyó a Milei y dejó que ver que se caen el macrismo y el “gatito mimoso”. Hoy el régimen exige su cabeza y ese dato puede marcar un retiro prematura y el adelantamiento de los pasos que debía dar la política en noviembre.

El radicalismo por su parte, rompió con el macrismo y ahondó la crisis. Y si faltaba algo, Rodríguez Larreta se distanció de Macri dejando a la oposición en un quiebre que hoy habilita más a pelearse que a concordar en un punto. Todo lo contrario de lo que sucede en Unión por la Patria.

Al bajarse de La Libertad no Alcanza, el presidente del Banco de Valores, Juan Nápoli, había expresado que el objetivo de ese colectivo estaba logrado (por no poder decir, terminado) al entrar al ballotage. E hizo elogios sobre Sergio Massa. De algún modo, anunciaba que para el establishment hay que poner punto final a la aventura Milei. El régimen expresaba a través suyo que no había más para hacer allí: “con la situación que vive el país, Massa conduce, si no le ves mérito estás loco”, expresó Nápoli y se fue.

“The Economist”, analizaba que todo este escenario al que mira el mundo, sucede “en un país donde los peronistas han estado en el poder durante 28 de los últimos 40 años, es difícil para los outsiders entrar”. Y señala que se equivocó Milei en campaña al atacar al Papa Francisco “en un país donde casi dos tercios de la población es católica”. Y no le falta razón. Por eso, para Sergio Massa se trata ahora de persuadir, conducir apelando a esas artes, abrir las puertas para ampliar el marco de referencia de Unión por la Patria e inaugurar la nueva época con el apoyo del pueblo argentino en su conjunto. Quizás antes de lo previsto. El peronismo y su arco de alianzas, como casi siempre, están preparados para tempestades que anuncien mejores días.

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