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“Comía fideos con leche”: la historia de Oscar, el peón rural rescatado de la esclavitud

La historia es un fiel reflejo de lo que sucede en buena parte del campo argentino, donde los “empleadores” obligan a los trabajadores a vivir en condiciones inhumanas.

Oscar tiene 32 años y desde los 12 trabaja en un tambo de la zona rural de Rufino, localidad de la provincia de Santa Fe. Hasta hace unos días, vivía bajo un régimen de esclavitud, a tal punto que no podía salir, tenía jornadas interminables sin días de descanso ni vacaciones, no estaba bien alimentado y vivía en una casilla de por más precaria.

“Estaba en muy mal estado, vivía en condiciones inhumanas. Dormía en un catre sin sábanas, entre unos bidones. Comía fideos con leche. No sabe leer ni escribir. No conocía el dinero, nada, pero él decía que el patrón le pagaba”, contó Juan Flaherty, delegado de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE) de Venado Tuerto.

“En el último tiempo, él había estado en nuestra seccional de Rufino y contó lo que le estaba pasando en el campo. Se ve que el patrón lo amenazaba. Decía que tenía COVID, por eso después lo llevamos al hospital”, apuntó Flaherty, quien formó parte de los operativos que constataron la situación del obrero rural, que derivaron en el rescate.

La fiscalización comenzó el 1 de septiembre, en una inspección realizada por el Renatre y el ministerio de Trabajo de la Nación.

Vida y muerte en el campo

Oscar no conoció otra vida más que la de peón esclavizado. Desde sus 12 años trabaja en el campo. “Cuando era chico fuimos a trabajar con mi papá, mi mamá y mis hermanos. Después se fueron todos y quedamos mi papá y yo”, contó quien tenía a su cargo siete decenas de vacas, no estaba registrado, tenía una jornada de trabajo diario que superaba el máximo de la actividad.

El padre también pasó por la misma situación de trata que Oscar, a tal punto que se vio forzado a ejercer la profesión mientras atravesaba una dura enfermedad: “Tres meses lo atendieron y le decían que no era nada, pero cuando lo llevaron a Rosario le dijeron que ya era tarde y se murió de cáncer”.

“Andaba con esa bolsita porque no podía orinar y trabajaba igual”, reveló el peón en diálogo con el medio rufinense La Tribuna del Sur. Tras luchar con la enfermedad, y en medio de las condiciones inhumanas a las que se veía forzado a vivir, el padre falleció.

“Mi papá murió hace un año y quedé yo solo. Quiero que se haga justicia por mi papá”, pidió.

“No era mi empleado, era un socio”

Fernando Rossi, el empresario propietario del tambo, ensayó una suerte de descargo donde afirmó que Oscar no hacía las de empleado suyo, sino que era un socio.

Existía un contrato asociativo de explotación tambera, que no es una relación laboral sino una asociativa de naturaleza agraria. Él percibe su retribución o participación de acuerdo a lo pactado, y por contrapartida tiene a su cargo una serie de obligaciones fiscales, seguridad social y previsional”, explicó.

Por otra parte, a través de una carta enviada al mismo medio, desestimó las denuncias sobre las condiciones en las que trabajaba el peón: “Nuestra empresa cumplía con las obligaciones a su cargo, en especial la de proveer una casa habitación y distribuir las utilidades según lo estipulado, sin que cupiera a nosotros proveerle alimentación como vigilar las condiciones de higiene en las que esta persona habitaba dentro de su propio hogar”.

“Ni la Uatre ni el Renatre ni ninguna otra entidad gremial tenía derecho a hacer procedimientos. Le hago saber que no he recibido denuncia alguna hacia mi persona y que toda la documentación respaldatoria, tales como contrato inicial, denuncias, liquidación y rescisión de contrato firmados por ambas partes serán presentadas ante quien corresponda con el fin de demostrar la verdad de los hechos”, concluyó.

“Le hicieron firmar un contrato a un analfabeto”

“Yo firmé eso que él dice”, reconoció Oscar, pero advirtió que lo hizo forzado por la situación económica y, además, se aprovecharon de él porque no sabía lo que firmaba dado que es analfabeto.

“Yo no sé leer ni escribir, apenas escribo algo. Yo firmé y eso es lo que me caga. Pero no sé bien qué era porque ya le digo, no sé leer”, lamentó. Y agregó: “A mí me tenían que pagar como decía ese contrato, pero yo no sé sacar cuentas y agarraba la plata que él me daba: no me alcanzaba para nada”.

Flaherty, por su parte, advirtió que “se le había hecho firmar un contrato abusivo ya que el trabajador es analfabeto. Por ejemplo le descontaban gastos de energía y gastos bancarios, pérdida de animales”.

Tras el rescate, el peón rural de Rufino fue trasladado a un hotel de Venado Tuerto. Recibió atención social y jurídica, y le fue entregada ropa y alimentación de parte del gobierno provincial. Ingresará a un programa de alfabetización rural y contará con ayuda de la UATRE, según indicaron representantes del gremio.

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