César Isella, caminante de la canción popular argentina
Hacía meses que César Isella estaba convaleciente de varias dolencias. Hablé con él semanas antes de su partida, este sábado 30 de enero, y como siempre, era un entusiasta que no se quebraba ante la adversidad. Estaba consciente de su lucha sin pausas contra los males que lo aquejaban.
Escribe Alejandro C. Tarruella
Su esposa, Graciela, incansable, generosa y solidaria, hoy desconsolada, se mantenía dándole esperanzas, aquello que lo hiciera feliz porque recordaría que César era parte de una familia plena donde el afecto era profundo y perdurable. Fernando y Luciana, sus hijos, son su testimonio en días de adversidad cuando comparten los momentos difíciles. Fue la Secretaría de Cultura de la Nación quien confirmó la noticia a poco de que se conociera públicamente su deceso debido a una cardiopatía severa.
“Mi viejo era un personaje tremendo. Nació en la extrema pobreza de Salta. Lo salvó la música, la poesía, la palabra”, escribió en redes Fernando, su hijo que revelaba que César se escribía con el Papa Francisco. Fernando está en España y no puede volver en estos días, seguramente, su música será más intensa, doliente, luego de este sentir en soledad. En el mundo de la canción popular, el folklore en particular, fue una noticia dura, porque César era de los creadores que hacen camino y él lo recorrió desde la pobreza en una provincia donde casi todos le cantaban a la vida.
Sin dudas, su “Canción con todos”, escrita por el poeta mendocino Armando Tejada Gómez, parecía en el tiempo, sintetizar su entrega solidaria a las artes que precisaba de una razón multitudinaria para expresar su amor por la profesión que abrazaba. No hay país en el mundo donde no se ha escuchado aquello de “Salgo a caminar…” que se une a otras tantas aventuras poéticas de la humanidad. Caminar acaso porque “se hace el camino al andar”, ese fue su espíritu.
Me contó en alguna tertulia, en su casa, en SADAIC, donde fue vicepresidente defendiendo los derechos de los autores que, en cierta ocasión, llamó a Horacio Guarany y le silbó una melodía y Horacio comenzó al mismo tiempo, a pasarle la letra que le brotaba. Era “Padre del Carnaval”, uno de los temas que en el folklore evocan al poeta persa Omar Kayam y al Cuchi Leguizamón, unidos en la poesía en la canción argentina. Su fina labor como melodista, le permitió ser una de las voces de Los Fronterizos cuando era un muchacho, componer con César Perdiguero “Se lo llevó el carnaval”, que alcanzaría miles de discos vendidos en tiempos en que el folklore ganaba como fuerza de integración del país, la voluntad del público argentino y del mundo.
Un encuentro con Evita
César contaba con 7 años, allá por 1945, ganó un certamen de nuevas voces cuyo galardón fue una pelota de fútbol. Tenía un destino popular marcado. Años después, iría a la colonia de vacaciones de Mar del Plata, cuando el peronismo construyó esos espacios para los niños, y con sus compañeros de escuela, conoció a Evita que los visitaba.
No pasaba mucho más de 15 años cuando junto a Tomás Tutú Campos y Javier Pantaleón (que integrarían “Los cantores del Alba”), formó parte de Los sin Nombre y en 1956, cuando Los Fronterizos debían reemplazar a Carlos Barbarán, pasó a formar parte del conjunto que iba echando fama por la originalidad de ser una suerte de contracara de Los Chalchaleros. El sonido fronterizo asumía la hermandad boliviana y su sonido. César hizo época junto a Gerardo López, Eduardo Madeo y Juan Carlos Moreno viajando al mundo, presentándose en Eurovisión a pedido del príncipe Bernardo de Holanda, en la ex URSS y siendo figuras reconocidas en España y otros países.
César inició antes de “La Misa Criolla”, una carrera como solista que fue tan exitosa como su paso por Los Fronterizos. Sus creaciones propias fueron muchas, y musicalizó a poetas como José Pedroni, a Nicolás Guillén (“Canción para despertar a un negrito”), a Hamlet Lima Quintana (“Crónica de un semejante”), Antonio Porchia, Armando Tejada Gómez (“Canción con todos”, “Fuego en Animaná”, “Triunfo agrario”, “Resurrección de la alegría”, “Canción de las simples cosas”, que se escucha en un filme de Almodóvar), Horacio Guarany (“Padre del Carnaval”), Héctor Negro (“Levántate y canta”), Julio Cortazar (“Noticia para viajeros”). Cosquín fue otro escenario de su presencia que no iba por el éxito sino por ese hacer camino con el público de todas partes, porque la Próspero Molina era un lugar en el mundo donde residía el corazón de los pueblos.
En 1966 inició su camino como solista y en el festival de Jesús María recibió la aprobación del público y su sensibilidad de creador más su compromiso social, se unieron para hacerlo vocero de inquietudes del pueblo en días difíciles para la Argentina. César fue de los que no callaban y eso alguna vez, años después, con prohibiciones y amenazas, lo llevó al exilio español con su familia.
En Chile, con la canción
Antes, cantó ante el presidente de Chile, Eduardo Frei Montalva, en su debut en ese país que amó y donde hizo grandes amigos. Y en 1995 cantó ante presidentes de Iberoamérica en el mismo país, y estaba entonces en la presidencia, el hijo de aquel demócrata cristiano, Eduardo Frei Ruíz Tagle, que representaba a la Concertación. Se encontraban allí Fidel Castro, el rey Juan Carlos y Felipe González. Chile amó a César, cuya versión de “Te recuerdo Amanda”, de Víctor Jara, es siempre recordada y se escucha en las radios.
En 1976 se conoció el larga duración “Juanito Laguna”, sobre la obra del pintor Antonio Berni. Había música y poesías de Astor Piazzolla, Horacio Ferrer, Atahualpa Yupanqui, Gustavo Leguizamón, Manuel J. Castilla, Armando Tejada Gómez, Eduardo Falú, Jaime Dávalos y suya. Los militares prohibieron su difusión y secuestraron la obra.
Al regreso de la democracia en Argentina, fue parte de los artistas que representaron a las demandas del pueblo junto a Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa, Chito Zeballos, Hilda Herrera, Horacio Guarany, Tejada Gómez, Ariel Ferraro, Víctor Heredia, Ariel Petrocelli, Antonio Nella Castro, el Cuarteto Zupay, León Gieco y tantos otros que pusieron su responsabilidad social por encima de su seguridad personal. Grabó con infinidad de artistas, trajo nuevamente al escenario de la canción a Nicomedes Santa Cruz, grabó con Chany Suárez y el Quinteto Tiempo del querido Gurí Jauregui, trajinó el país llevando su mensaje y en años recientes, en Canal 7, hizo un programa en el recuperaba a los grandes artistas y realizó reportajes memorables como el que compartió con Joan Manuel Serrat. Era pleno e incansable.
Por eso, escribió un libro en que colaboré con su autobiografía, “Cincuenta años de simples cosas”, en el que recogió asuntos del mundo de su vida, su canción, su dolor y su amor incansable. Había nacido en Salta, el 20 de octubre de 1938, bajo el signo de Libra y nunca abandonó su convicción de arte y de vivencias. Quizá me olvide algo, pero como no hay olvido sino camino, otros traerán al recuerdo aquello que está impreso en el viento sereno de sus pasos.
“Me voy amor», cantó César desde lo profundo, «y no hay motivo para el olvido», continuó, la voz serena de quien se conmueve para cantar lo que siente, como si lo hubiese dicho en el tiempo y para cada día, pensando en sus amores de cada día. No hay olvido. Gracias por todo eso, gran César. Así lo llamé tantas veces en estos años de contar con él como hoy sé que lo encontraré en una canción, en un poema y una melodía de aquellas que no se van. Caminan con uno cuando se hace, una vez más, el camino al andar.