Cataluña hizo sonar las cacerolas contra el pedido de captura de Puigdemont
Movilizados por la indignación ante lo que consideran «presos políticos», los independentistas cerraron con un discurso unificado y convocatorias a huelgas y manifestaciones una semana que había comenzado con la intervención de la autonomía catalana, el cese del Ejecutivo de Puigdemont y su inexplicable viaje a Bélgica.
«Tras cinco años de proceso soberanista (…) habíamos recuperado cierta paz social», opinó hoy el diario catalán «La Vanguardia». «Esa paz ha sido barrida de nuevo. La elección del 21 de diciembre se afrontará ahora con los sentimientos a flor de piel y con el riesgo de que lo sucedido contribuya a engrosar las filas más radicalizadas».
La inflexión entre ambos escenarios se produjo ya el jueves, cuando la Audiencia Nacional de Madrid envió a prisión a nueve ex consejeros del «Govern» de Puigdemont imputados por presuntos delitos de rebelión, sedición y malversación -castigados con hasta 30 años de cárcel-, todos vinculados con el plan independentista.
El tribunal completó hoy ese paso al dictar órdenes de detención contra Puigdemont y los cuatro ex consejeros que lo acompañan en Bélgica, imputados por los mismos presuntos delitos. La reacción fue inmediata: miles de personas se reunieron ante el Ayuntamiento entre gritos de «¡Viva la república catalana!» y «¡Libertad!». Diversas fuerzas políticas nacionalistas consideraron a los encarcelados «presos políticos».
Las cacerolazos volvieron a oírse en la noche de varias ciudades catalanas y las entidades civiles independentistas Òmnium y Asamblea Nacional Catalana (ANC) -cuyos dos líderes están también en prisión por el presunto delito de sedición- convocaron una «semana de la libertad», incluida una «gran manifestación» el 11 de noviembre.
El ánimo combativo contrasta con el clima de incertidumbre y agotamiento que dominó el sector independentista hasta el jueves. Tras meses de tensión en aumento, el ala más dura del soberanismo logró que el «Parlament» aprobara el viernes 27 de octubre una resolución para crear una república soberana. El Gobierno de Rajoy respondió ese mismo día interviniendo la autonomía de la región y convocando elecciones en Cataluña el 21 de diciembre.
La intervención, inédita en 40 años de democracia, incluía el cese fulminante de todo el «Govern» de Puigdemont, que en un sorprendente giro de guión se desplazó en secreto a Bélgica y ofreció el martes una rueda de prensa en la que explicó que no había huido, sino que buscaba llevar el «conflicto» al corazón de Europa.
El ánimo independentista se enfrió definitivamente. Cientos de miles de personas marcharon por Barcelona el domingo en defensa de la unidad con España y la intervención del Gobierno avanzó sin problemas. Mientras en Cataluña las distintas fuerzas se posicionaban ante las elecciones del 21 de diciembre, Puigdemont incomodaba al Gobierno belga y su situación era calificada de «circo» en Europa.
Lo más parecido a la calma que vivió Cataluña en semanas duró poco y la contundente las decisiones de la Audiencia Nacional volvieron a forjar los ánimos al alimentar el imaginario nacionalista de un Estado español «opresor» que persigue a los catalanes con «juicios políticos».
Las consecuencias podrían verse en las elecciones. «El Periódico», el otro gran diario de Cataluña junto con «La Vanguardia», dio por hecho que las detenciones alentarán una candidatura soberanista unitaria y reducirán la posibilidad de captar voto moderado por parte de fuerzas como los socialistas del PSC. «En fin, una operación tan torpe como humillante», criticó el diario.