Cambia el escenario, entran nuevos actores
Ante la recuperación china, EE.UU. busca salir de su doble crisis agudizando la confrontación en el Sureste de Asia y el Pacífico, lo que fuerza a los países de la región a definir posiciones
por Eduardo J. Vior
Las diferentes maneras en que Beijing y Washington han lidiado con la pandemia y la crisis económica se manifiestan también en sus contrapuestas actitudes en la escena mundial. Mientras que China se concentra en la reconstrucción de su economía y de la red que la sostiene a lo largo y ancho del mundo, Estados Unidos busca soslayar su creciente pérdida de influencia con gestos de fuerza en el Mar de la China Meridional, obligando a los estados linderos a alinearse. La tradicional ausencia de reglas que controlen la contienda por la hegemonía sobre una de las zonas económicas más importantes del globo y los dispares intereses de los involucrados aumentan los riesgos de un escalamiento que tendría repercusiones mundiales.
Además de la República Popular, también Taiwan, Filipinas, Indonesia, Malasia, Brunei, Vietnam, Camboya y Tailandia se asoman a sus costas. Desde el sábado 4 los portaviones USS Ronald Reagan y USS Nimitz están participando allí en maniobras que se traslapan con las que también está realizando China. El pasado lunes 6 el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Zhao Lijian, a su vez, acusó a EE.UU. de haber enviado los barcos con el ánimo de provocar un incidente.
El actual episodio se suma a una larga serie de mediciones de fuerza entre ambas potencias en el Mar Meridional de China, pero ahora con el triple trasfondo de la pandemia y la crisis económica, que la petrolera china CNOOC acaba de confirmar el descubrimiento de un inmenso campo de petróleo y gas en la desembocadura del Río de las Perlas, entre Guangzhou y Shenzhen, y, finalmente, que una reciente encuesta entre la población taiwanesa ha arrojado un 52% de opiniones favorables a la separación definitiva de China. En este contexto el último informe del Instituto Nacional de China para los Estudios sobre el Mar Meridional (CNISCSS, por su nombre en inglés) advierte sobre el riesgo de que el aumento de las tensiones en el área desate un conflicto armado. Al presentar el pasado viernes el reporte, Wu Shicun, presidente del CNISCSS, avisó que “si la situación se sale de cauce y se produce una crisis, el impacto sobre las relaciones bilaterales puede ser devastador. Tanto más necesitamos restablecer el diálogo”.
China reivindica derechos históricos en zonas del mar muy alejadas de sus costas y cercanas a Filipinas. Al mismo tiempo, su persistencia en lograr pacíficamente la reintegración de Taiwan (conquistada por Japón en 1894 y desde 1949 refugio de las fuerzas chinas anticomunistas) mantiene viva la tensión en una de las principales arterias comerciales del mundo, por la que pasa un cuarto del tonelaje marítimo total, por un monto de tres billones de dólares por año.
Consciente del riesgo que entrañan las crecientes tensiones en Asia Oriental, el gobierno japonés anunció el pasado 25 de junio que su país renuncia a la adquisición del sistema de defensa de cohetería Aegis Ashore, que Tokio había comprometido con Washington. Así lo informó el Ministro de Defensa Taro Kono, quien dijo que se trataba de una decisión del Consejo Nacional de Seguridad, organismo de planificación bajo la conducción del primer ministro. Es que, más allá de los peligros que para la población civil trae que se instalen bases de cohetes en un país tan densamente poblado, Japón no quiere quedar atrapado en el medio de una eventual confrontación entre Estados Unidos por un lado y China y/o Corea del Norte por el otro. Aún más sabiendo que los sistemas de defensa que los norteamericanos están hoy ofreciendo han sido superados por la tecnología de sus adversarios. Japón mantiene fuertes vínculos comerciales con China y Corea del Sur y cualquier escalamiento de las tensiones en la región afectaría profundamente su economía.
Los australianos, en tanto, tomaron el camino contrario. Estrechamente aliados a Estados Unidos por el Tratado de Seguridad entre EE.UU., Australia y Nueva Zelanda (ANZUS, por su nombre en inglés) de 1951, y gobernados por el conservador Scott Morrison, han votado en el Parlamento un presupuesto de 185 mil millones de dólares para la adquisición en EE.UU. de cohetes de largo alcance, vigilancia satelital y otros instrumentos de disuasión. Previsto para ser entregado en los próximos diez años, el arsenal indica que Canberra ha pasado de una doctrina defensiva a una disuasoria, intentando amenazar a Beijing con un ataque a su territorio, como forma de evitar una supuesta agresión al continente-isla.
También por el flanco occidental asoman peligros para China. Si bien Beijing tiene un sólido vínculo estratégico con Moscú, desde 1961 los rusos mantienen también una alianza con India. Consecuentemente, en el último tiempo han apoyado a Nueva Delhi en sus reivindicaciones territoriales en la mal delineada frontera con China en el Himalaya, en la que ya ha habido varios enfrentamientos. Para endulzar un poco el clima, en tanto, Sergei Sanakoyev, director del Centro de Investigaciones sobre las relaciones entre Rusia y China, de Moscú, manifestó en una entrevista de Radio China Internacional el apoyo de su gobierno a la nueva ley de Seguridad para Hong Kong.
Obviamente, el interés comercial manda. India compra en Rusia cerca del 60% de su armamento. Una semana después del último y sangriento choque en el Himalaya, el Ministro indio de Defensa, Rajnath Singh, acompañó en Moscú el desfile por el 75º aniversario del triunfo en la Gran Guerra Patria y aprovechó para comprar 33 cazas de combate (21 MiG-29s and 12 Su-30 MKI), así como contrató la modernización de 59 jets por un total de $2.400 millones de dólares.
La debilidad de EE.UU. como superpotencia decadente y la creciente preponderancia de China como potencia ascendente, pero no dominante, acrecen la inestabilidad de las relaciones internacionales. El desplazamiento del foco del conflicto al Sur de Asia y el Oeste del Pacífico, donde nunca han existido acuerdos que regulen la competencia entre las potencias, entraña el enorme riesgo de que la presente “guerra fría” se caliente repentinamente. El corrimiento de la confrontación mundial hacia nuevos escenarios invita a nuevos actores al podio. Habrá que ver quién reparte ordenadamente sus roles.