Bolsonaro o el Regreso de las Ideologías
Por Carlos Caramello. No tengo nada que ver con Jair Bolsonaro. No podría estar más en las antípodas de su pensamiento y su acción. Detesto su misoginia explícita, su homofobia de homosexual reprimido, su xenofobia tan idéntica al miedo al otro, su desprecio por los pobres, los discapacitados, los débiles.
Siento una repugnancia sorda por este personaje. A la distancia, sin haberlo visto más que en algún video por las redes, reconozco en él la síntesis de esas personas con las que siempre siempre tuve (y tendré) problemas de piel. Me espanta. Me enferma. Su triunfo es lo peor que me ha pasado en un año particularmente malo para la Argentina.
Pero… ¡Atención! Bolsonaro es la Política. Al menos, la base de la política, que es la Ideología. No sé dónde andará esa melange de japonés con Harvard llamado Francis Fukuyama pero, donde esté, quiero avisarle que no sólo no han muerto las ideologías sino que han regresado para ganar elecciones y adueñarse de las construcciones políticas.
“Creíamos que Adolf Hitler había perdido y no es verdad. Perdió una batalla, pero todavía gana sus guerras. Los líderes Rodrigo Duterte (Filipinas), Jair Bolsonaro, Donald Trump, Matteo Salvini (Italia) y Víktor Orbán (Hungría) representan los signos de un nazismo emergente y triunfante en todo el mundo”, sostiene el filósofo italiano Franco Berardi, autor de La Fábrica de la Infelicidad, una despiadada crítica al neoliberalismo.
¿De dónde sacan, entonces, los analistas cool que Bolsonaro es la anti-política? ¿Tienen un corpiño en los ojos, que no ven? ¿Una bigornia en los oídos, que no escuchan? ¿Piensan que el Nacional Socialismo fue antipolítico? El Partido Nacionalista Obrero Alemán obtuvo, en 1933, casi el 44% de los votos, 288 escaños, lo que le dio a Hitler la mayoría necesaria para gobernar a su antojo, con la esperanza de que sacara a Alemania del estancamiento político y económico en el que se hallaba desde 1930. O sea…
El nuevo presidente de Brasil es de todo menos la negación de la política. Tal vez se lo pueda definir como lo anti-stablishment político. Porque en lugar de bailar un minué con reverencias, ha ido al hueso de lo ideológico. No hay medias tintas en él. Cortito y al pie. Brutal, en el sentido más amplio de la palabra. Feroz en sus concepciones. Bestial en su manejo discursivo. Bárbaro por donde se lo mire… pero, político.
No en el sentido de la negociación (insisto), que, de negociar, nada. Pero sí en lo que la mayoría de los mortales -que no pertenecen al áulico círculos de los partidos pseudo social demócratas de estos tiempos-, entienden por política.
Bolsonaro es un muestrario de posturas ideológicas extremas. Un abanico de negros y blancos. Un nazi con todas las de la ley. Nada de fascismo disfrazado de progresía. Nada de mentirillas de campaña. Nada de marketing del engaño. Así, a lo bestia. Sin medias tintas, sin dobleces.
Y claro, seguramente no es esto lo que le gusta a la política melindrosa de la posmodernidad. Pero: ¿y a los que votan? Esa frontalidad parece deslumbrarlos. Cansados, quizá, de tanto mensaje endulzado para envaselinarles las resistencias, el Pueblo, posiblemente prefiera este tipo de animales que les va de frente. O, por lo menos, lo prefiera por un rato: el necesario para ganar en las urnas.
Habría que preguntarse, entonces, qué piensa hacer la política sensible frente a estos mensajes. Porque Trump ganó más o menos con las mismas herramientas y contra el mismo stablishment partidario-empresarial. Y Putin asumió su cuarto mandato con argumentos similares. Y nada tiene que ver con el costado ideológico de Donald ni de Jair.
¿Pasa por expresar una ideología con claridad; con rigor; con pasión? ¿Y de hacerlo de verdad? ¿Y mantenerlo a rajatabla? Preguntas retóricas. No importa si la progresía intelectual de los medios se tapa la boca y abre los ojos copiando el gesto de los emojis de sorpresa; ni si el Mercado levanta su dedo acusador (el mismo que usa para violar consumidores): el buen entendedor (léase Pueblo) quiere más autenticidad y menos corrección. Eso es la Política como la entiende la mayoría de los mortales.
Por eso Bolsonaro gana de la mano de la ideología explícita. De la barbarie serial. De las promesas de violencia fáctica.
De esa Política… que no hacen el resto de los políticos.
Fuente: La Tecla Eñe