BOLIVIA: HISTORIA DE UNA FUGA EN LA ISLA COATI

En la actualidad, Coati es oficialmente la Isla de la Luna e integra un circuito turístico y una antiquísima trilogía mítico-religiosa con la población de Copacabana y la Isla del Sol, donde, según las tradiciones, surgió la estirpe de los incas, pero en el pasado también fue una cárcel para detenidos o perseguidos políticos.
En este 2020 se estrenó una película del director Okie Cárdenas, la que recrea el escape de presos políticos de la cárcel emplazada en el lago Titicaca durante la dictadura de Hugo Banzer (1971-1978). Esos «fugados» fueron en su mayoría jóvenes universitarios, lograron uno de los episodios más memorables de la historia andina en el siglo XX, al escapar por distraer a los carcelarios con un partido de fútbol.
El doctor Fidel Aguilar Medrano, recientemente recordó: «A las 14:00, aproximadamente del 2 de noviembre de 1972, en plena dictadura militar de Hugo Banzer Suárez el sol amarillo de noviembre reflejaba sus rayos en las aguas celestes y gélidas del lago de los incas que rodeaban la prisión: la Alcatraz de los Andes hasta entonces.
De pronto comenzó un partido de fútbol en la cancha que estaba delante de la prisión y al borde del lago. Los presos contra sus carceleros. Los primeros habían lanzado el desafío después del almuerzo y lo anunciaron a gritos. Los comunarios estaban soprendidos, el partido no era usual, así que no podían perdérselo.

Y comenzó el juego. La pelota iba de acá para allá, de un pie a otro, atrapando la mirada y la atención de los que lo presenciaban… hasta que uno de los detenidos pateó el balón con tal fuerza que éste pasó por encima del muro de adobe de más de 10 metros de alto y cayó en el patio, dentro la prisión.
“La pelota se entró a la prisión. Un preso entró a buscarla, pasó un buen rato y no regresó, se perdió. Otro preso más entró. ‘No hay la pelota, dice que están buscando, ¡vayan a ayudar!, gritó alguien y otro confinado más salió, y se perdió igual. Pasaron unos minutos nomás y los jugadores aparecieron con armas. ‘¡Ha caído el Banzer’, gritaban. Nosotros nos asustamos, no entendíamos nada”, cuenta Miguel Rojas.
Entonces tenía 23 años y junto con su hermano Juan miraba el partido.

“Al gobernador, el coronel Burgoa, le sacaron el revólver y lo pusieron con las manos atrás. Hicieron arrodillar a los agentes y éstos les entregaron sus armas. La mayoría de los presos eran jóvenes universitarios y corrían por toda la playa armados. Subieron corriendo hacia donde estaban los policías que vigilaban la playa y la cárcel, y también los redujeron”, continúa Miguel.
Mientras relata la fuga se mueve y señala hacía diferentes lugares de la isla, como queriendo dibujar con sus dedos lo que fue la temida prisión, de la que ya no queda el mínimo rastro.
Y si los presos amotinados daban vueltas en la playa, armados con los fusiles Mauser de los policías era porque no tenían oportunidad de salir de la isla Coati sin las embarcaciones de los comunarios (seis botes a vela y uno a motor), que no estaban a la vista.

“Tres semanas antes, el coronel Burgoa nos dijo que nos llevemos nuestros botes de la playa porque tenía sospechas de que los presos querían fugar. Nosotros nos los llevamos, pero no se de cómo los presos sabían dónde los teníamos y nos llevaron hasta donde estaban, apuntándonos con las armas”, cuenta Rojas.
Antes, los presos amotinados, después de reducir a los guardias, hicieron formar a los comunarios y los obligaron a quedarse en el lugar. Félix Mamani, que entonces tenía 11 años, está convencido de que todo estaba planeado. “Lo han planeado con tiempo. Los confinados eran como 82 y los agentes 19 y 11 estaban jugando fútbol, ocho nomás se quedaron en la prisión y estaban durmiendo”, concluye 46 años después.
Tiene razón. Eusebio Gironda, uno de los fugitivos de Coati, en su libro Furia de los Andes, Fuga de Coati lo confirma: “La fuga fue planificada con anticipación pero no todo salió como estaba pensado. El primer ensayo se produjo durante los últimos días de octubre de 1972, a la hora del té (…) se activó la segunda opción: plantear al gobernador un partido de fútbol con los guardias (…) en principio se negó porque consideraba incogruente que presos y guardias jugasen un partido de fútbol”.
Cruzando el Titicaca
A las 17:00 de ese 2 de noviembre de 1972 todo era confusión para los coateños. “Los presos nos agarraron hasta a los que estábamos pasteando”, dice Félix Mamani.
Miguel Rojas cuenta que los confinados querían que los llevaran en sus embarcaciones hasta Puno, Perú. “Nos asustamos y les dijimos que Puno era lejos, que en medio del lago íbamos a morir. Aceptaron que los lleváramos hasta la frontera”, cuenta.
Remigio Mamani es otro de los propietarios de los botes que los presos necesitaban para salir de Coati. Afirma que fue obligado a transportarlos en su embarcación.
“Nos hicieron llevarlos hasta la frontera con Perú. Pasamos la frontera y los peruanos no nos querían soltar. ‘Su gobierno es malo (dictadura de Banzer) y los van a liquidar’, nos dijeron. Llegamos hasta Lima, estuvimos ahí una semana y nos devolvieron a la Guardia Nacional, en el Desaguadero y de ahí directo al Ministerio del Interior y a la cárcel de San Pedro nueve meses, donde fuimos incomunicados, y torturados, acusados de complicidad”, afirma.
Fueron seis los balseros que fueron acusados de complicidad en la fuga de Coati y encarcelados: Remigio, Lorenzo y Juan, aún vivos, y Juan, Benjamín, Simón y Florencio, ya fallecidos.
Sus paisanos Miguel, Félix y Remigio rememoran la fuga de parados en medio de una cancha de cemento a la que bautizaron como Fidel Huanca, el nombre de un locutor de radio Méndez que visitó su isla hace muchos años.
De la prisión de Coati a La Habana
En la fiesta de Todos los Santos de 1972, más de 60 presos políticos fugaron de la cárcel de Coati. La noticia se conoció en La Paz, el 4 de noviembre. El periódico El Diario tituló: “50 presos fugaron de Coati”.
“Utilizando el soborno, los políticos detenidos en la isla lacustre huyeron a Yunguyo (…) contando con la complicidad de algunos agentes, a quienes se entregó un cuantioso soborno financiado en el exterior”, informó el periódico.
De acuerdo con los reportes periodísticos de la época, después de salir de Coati, los fugitivos, “en los cuales figuran profesionales de distintas especialidades y estudiantes universitarios, en su mayoría izquierdistas”, llegaron a Yunguyo, Perú, solicitando asilo político. En ese país no recibieron una respuesta inmediata a su pedido, así que decidieron solicitar ayuda a Chile.
El 7 de noviembre, El Diario informaba que los evadidos habían llegado a Cuba, donde recibieron asilo político. “Viajaron anoche de Lima a Cuba. El Ministerio de Interior proporcionó la nómina de todos los comprometidos”, precisaba el medio. Al mismo tiempo revelaba que cinco confinados murieron durante la fuga: “Jorge Satorce, Luis Véliz y otras personas identificadas solamente como Ojopi, Ossio y Raúl”. Ángel Quispe, un estudiante de 15 años, estaba entre los fugitivos, “también funcionarios del MNR, del Partido Comunista, del Partido Indigenista, del Ejército de Liberación Nacional, del Partido Independiente Nacionalista y otras organizaciones”
EL libro “Coati 1972 – Relatos de una fuga” de Carlos “K’echi” Soria Galvarro Terán (La Paz 1997) contiene datos precisos. https://www.alainet.org/es/active/78423





