Archivos para un repaso sensorial de los juicios de lesa humanidad
La tónica judicial genera un registro del proceso intentando mantener la imparcialidad, que debiese primar en un juicio, sin embargo sucesos de la magnitud histórica como el juicios por los DD.HH. requieren de una cobertura, en términos de registros de los hechos, más amplio. Cécile Dazord, Monica Zwaig, Eugenia Bekeris y María Paula Doberti realizaron la labor y realizan expocisiones permitiendo a todos acceder a este repaso.
Por un lado el ciclo «Juzgar y filmar los juicios por crímenes de lesa humanidad» impulsado por Cécile Dazord y Monica Zwaig, mientras el otro es «Dibujos urgentes», producto de un colectivo que potencia escenas y testimonios de testigos y víctimas en estos juicios.
Con el objetivo de ampliar sentidos y resignificar la palabra dicha en las salas de audiencia, la curadora y museóloga Cécile Dazord y la abogada, actriz y dramaturga Monica Zwaig impulsan el ciclo «Juzgar y filmar los juicios por crímenes de lesa humanidad», una iniciativa que propone pensar en el archivo desde distintas perspectivas; mientras que las ilustradoras Paula Doberti y Eugenia Bekeris son parte del colectivo «Dibujos urgentes», donde mediante la ilustración potencian las escenas y los testimonios de testigos y víctimas en estos juicios.
Muchas veces la palabra que se pronuncia ante los tribunales es procesada por la maquinaria judicial o mediática que transforma el testimonio en insumo de un proceso coyuntural pero, ¿qué pasa con ese discurso que tardó años en elaborarse como parte de un proceso de reelaboración de lo sucedido para víctimas o sobrevivientes? ¿Cómo se pueden extender los efectos de ese decir que denuncia pero también reconstruye momentos de tortura o represión sostenidos en el tiempo?
«Nuestros dibujos estudian gestos de los declarantes, muestran y comunican ideas. Replican lo que sucede sin interponer emociones por sobre los hechos. Por este motivo los consideramos dibujos testimoniales. Nuestro archivo trae a la memoria un pasado doloroso que manifiesta su necesidad de hacerse un lugar en el hoy a través de quienes estuvieron allí. También estimula a quienes los observan, a participar activamente a través de un trabajo interno de memoria», explica Bekeris, quien asiste a los juicios desde 2010 junto a Doberti.
«Nuestros dibujos estudian gestos de los declarantes, muestran y comunican ideas. Replican lo que sucede sin interponer emociones por sobre los hechos. Por este motivo los consideramos dibujos testimoniales. Nuestro archivo trae a la memoria un pasado doloroso que manifiesta su necesidad de hacerse un lugar en el hoy a través de quienes estuvieron allí. También estimula a quienes los observan, a participar activamente a través de un trabajo interno de memoria»
Eugenia Bekeris
¿Cómo comenzaron a asistir a los juicios y se conformó el colectivo «Dibujos urgentes», que además en 2020 se constituyó en libro editado por la editorial Mónadanomada? «Todo comenzó en 2010, como consecuencia de la segunda desaparición de Jorge Julio López, ocurrida dos años antes, cuando el Tribunal Oral federal Nº 5 de la Ciudad de Buenos Aires prohibió que las cámaras periodísticas registraran los juicios de lesa humanidad. El objetivo era resguardar a las víctimas-testigos, pero al mismo tiempo se dejó en la invisibilidad a los genocidas. Ante esta situación la Agrupación H.I.J.O.S. y el Departamento de Artes Visuales de la Universidad de las Artes (UNA) convocaron a clases con modelo vivo gratuitas en Comodoro Py», recuerda la ilustradora. Ese trabajo que se convirtió en una tarea colectiva puede verse también en https://dibujosurgentes.weebly.com/, ordenado por causas y audiencias.
Para Bekeris, esta trama ilustrada «dialoga o enriquece el registro judicial y periodístico por todo el material abordado en la urgencia frente a quienes, al brindar su testimonio, vuelven a revivir aquellos hechos dolorosos que nos permiten acceder a sus recuerdos, reconstruir los hechos, las marcas que ha dejado el terrorismo de Estado en nuestro presente, porque los hechos interpelan a toda la sociedad en su conjunto, para consolidarnos en nuestro reclamo por Memoria Verdad Justicia».
Si de archivos se trata, la filmación de las jornadas de juicios es otro de los registros que se constituyen en material documental. En esa línea, con el objetivo de reflexionar sobre cómo se sistematizaron las distintas experiencias de estos juicios se está haciendo desde el 20 de abril y se extenderá hasta el 22 de junio el ciclo «Juzgar y filmar los juicios por crímenes de lesa humanidad» en la Alianza Francesa. Se trata de una iniciativa concebida por la museóloga francesa Cécile Dazord; en colaboración con Martine Sin Blima-Barru, responsable del departamento de administración de datos; Claudia Feld, investigadora de Conicet; y la escritora y abogada Monica Zwaig.
«Francia filmó en total 22 juicios desde la ley que lo autoriza en 1985. Entre estos juicios, ocho son por crímenes de lesa-humanidad, tres están relacionados con la Segunda Guerra Mundial, uno con la dictadura chilena (14 militares chilenos fueron juzgados en París en 2010 por la desaparición forzada de 4 franco-chilenos) y tres con el genocidio de los Tutsi en Ruanda. La idea del ciclo era presentar fragmentos de estos ocho juicios y contemplarlos desde una mirada argentina o chilena. Las prácticas en cuanto a la filmación son muy distintas entre los tres países», cuenta Dazord a Télam.
En cuanto a la relación entre filmación y audiencia, la curadora del ciclo considera «cada vez más borrosa la frontera entre lo documental y lo ficcional», y grafica: «El juicio de Nuremberg fue filmado por el director de cine John Ford. El historiador Fabien Teofilakis mostró que la figura de (Adolf) Eichmann como tecnócrata obediente y disciplinado -que popularizó entre otros Hannah Arendt- se puede interpretar como la construcción por el mismo Eichmann de un personaje a lo largo del juicio, que cristalizó e inmortalizó la filmación».
Y cita también con lo que pasó con la película de ficción «Argentina 1985» que retoma el juicio a las Juntas. «Cuando se estrenó, en todo el país al final de la película se repitió la misma escena: el público de los cines se alzaba y aplaudía como lo hizo en su momento el público presente en la audiencia del juicio después del alegato del fiscal Julio Strassera. Fue como una suerte de reconstrucción del verdadero juicio».
Zwaig fue convocada por la museóloga francesa Cécile Dazord para participar de la elaboración del ciclo y se entusiasmó con la idea de juntar las experiencias de los tres países a la hora de juzgar y filmar los juicios de lesa humanidad. «Los tres tienen experiencias muy distintas en el tema de la filmación de los juicios y poder reflexionar sobre el origen de las filmaciones, su presente y su potencial es muy enriquecedor -resalta-. Ver por ejemplo que tanto Francia como Argentina arrancaron el mismo año a filmar juicios de lesa humanidad (1985) pero con un sistema de difusión y de almacenamiento y tratamiento de los archivos diferentes. Y en la actualidad Francia tiene un sistema interesante de tratamiento de los archivos que aún no tiene Argentina, pero tiene muy pocos juicios filmados, en cambio acá hay muchísimos».
El dibujo y el archivo fílmico como herramientas para potenciar la palabra del testigo
Para la abogada y autora de la obra «Cuarto intermedio», que por estos días se puede ver en el teatro Picadero, «el registro fílmico es una herramienta de trabajo dentro de la propia causa, pero también se transforma en un archivo histórico que tiene un valor en el presente y en el futuro, para el resto de la población. En cuanto al presente es una garantía de la justicia, aunque no sean todas iguales las reglas de difusión y de almacenamiento de estos archivos».
«Y para el futuro es un archivo histórico también. La dificultad está en definir cómo se difunde, con qué propósitos y quién lo puede hacer. También es interesante ver que hay varias formas de filmar los juicios, no solo de almacenamiento, difusión etc, pero el hecho mismo de filmar, ¿quién filma?, ¿cómo?, ¿cuántas cámaras, qué planos? Hay experiencias distintas en distintos juicios y distintos países», sintetiza.
Acerca de ese protagonista, testigo y sobreviviente que se sienta ante un tribunal, Bekeris dice que con el tiempo, la tarea de acompañar con el retrato las declaraciones, las constituyó a ella y a Doberti «en testigos de los testigos». «Supimos entonces que dibujar en los juicios es una manera de acompañar la recuperación de la palabra de quienes fueron violentados, de disponer la escucha atenta para transmitirla al conjunto social en la acción, dibujando durante ya trece años, diez de modo presencial y remoto luego de la llegada del Covid 19 en 2020», repasa.
Zwaig advierte que siempre les avisa a los testigos que «el testimonio de un juicio es mucho más acotado y limitado que lo sería un relato personal sobre un hecho en otro contexto». Y amplía: «El testimonio de juicio es limitado por el contexto mismo del juicio, por las condiciones en las que se presta el testimonio, la formalidad o la solemnidad del ritual judicial, por el juramento de decir verdad, por el trauma, por el público presente, por el objeto judicial que puede impedir contar algo alejado del hecho puntual».
A pesar de todas estas «limitaciones», ese testimonio tiene para la autora de la novela «Una familia bajo la nieve», una potencia «que supera la ficción judicial y es transmisible a los que le escuchan en el presente y a las generaciones futuras que podrán verlo. Tal vez sea por la sensibilidad del tema abordado en cuanto a los crímenes de lesa humanidad, pero la transmisión de los sentimientos de los testigos, de sus vivencias, de su recuperación, es impactante y construye historia a pesar de ser dado en el contexto judicial y sin pensar y todo lo que queda afuera».
En ese punto admite que la fascina «cómo a pesar de estas limitaciones del juicio aparece lo humano en los testimoniantes». Es algo que, de alguna forma reconoce que toman en la obra «Cuarto Intermedio», que hace con Félix Bruzzone y Juan Schnitman. Esto es: «cómo el escenario judicial hace para transmitir una historia y quiénes son los que van a poder tratar esta información en el futuro y qué van a hacer con eso. Nosotros pensamos en el teatro para hablar de eso porque no hay nada más teatral que una escena de juicio, pero puede ser la literatura, el cine, los dibujos, y seguro que hay más formas. Está lo que el testigo dice, lo que puede decir, lo que no puede decir y todo esto es parte de la narración, así como el cuerpo del testigo. Están los que declaran los ojos cerrados, los que deciden cantar una canción, los que miran a los jueces, lo que prefieren mirar al vacío y muchos más», concluye.
Fuente: Telam