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Alemania y Francia prohíben sembrar con las semillas transgénicas de Macri

Alejandro C. Tarruella

Se trata de semillas de colza que proceden desde la Argentina. Lo hicieron una vez que detectaron que las mismas tenían un 0,005 por ciento de su volumen total de elementos de semillas transgénicas. La agencia de noticias británica Reuters difundió al mundo la noticia, y al entrevistar a Catherine Lamboley, responsable de operaciones de Bayer en París para toda Francia, ésta expresó: «Decidimos detener de inmediato toda la producción de semillas de colza en Argentina».

Escribe Alejandro C. Tarruella

Habrá posiblemente reclamos legales por cuanto la semillas fueron plantadas en una zona que está determinada como “libre de transgénicos”, lo cual fue violado al aplicar las semillas argentinas que, como se sabe, en su mayor parte por las políticas del gobierno de Mauricio Macri, sufren la manipulación transgénica que está prohibida en buena parte de países europeos. Es el caso de Francia y Alemania, donde se produce un rechazo contundente a los transgénicos producidos bajo los auspicios del gobierno de Mauricio Macri.

Para dar una idea de la trampa alimenticia que se puede producir con el uso de esos transgénicos, cabe recordar que el productor sojero Gustavo Grobocopatel  había reconocido que al aprobar el gobierno macrista la soja y el maíz transgénicos, sabían que había diferentes riesgos en su uso, pero igualmente, se los aprobó. En la última campaña de las praderas argentinas, esos transgénicos dejaron un ingreso de 22.000 millones de dólares. Para el gobierno y los empresarios, el privilegio, por encima de la salud de la población, es la fiesta de los dólares. Recuérdese, además, que Grobocopatel se inició en el festín de la soja durante la dictadura militar de Jorge Rafael Videla.

En la última campaña de las praderas argentinas, esos transgénicos dejaron un ingreso de 22.000 millones de dólares

No hay países que hayan aprobado a la fecha que se comercialicen granos manipulados genéticamente y modificados en el caso del trigo, alimento clave en la zona occidental del planeta. La semilla que permite Macri se plantea como pionera en la tolerancia a la sequía y la realizó la firma Biocers con la francesa Florimond Desprez. En espacios con ausencia de lluvias y procesos de sequía, pueden aumentar hasta un 20 por ciento el volumen de cosecha previsto. Medios internacionales sostienen que Macri duda hoy en el uso de esa semilla impuesta porque tiene una oposición muy fuerte en la Argentina, y tendría rechazos a nivel mundial como el ocurrido en el caso de Francia donde, además, podrían generarse procesos judiciales que pueden afectar a los generadores de esos alimentos artificiales modificados de acuerdos a los intereses corporativos de las empresas. El rechazo de los consumidores afectó incluso en el país los intereses del coloso Monsanto.

Un escándalo internacional

«Cada vez que alguien plantea algo que sale de los usos y costumbres aparece un acto reflejo inicial a no cambiar las cosas. Tendemos a pensar que lo haga primero un americano, un europeo, un asiático y cuando sea normal lo hacemos nosotros. El desafío es quebrar esa lógica y que nos animemos a liderar. Tenemos una tecnología que puede ser importante para el planeta en su conjunto», expresó al diario “El País” de Madrid, Federico Trucco, máximo ejecutivo de Bioceres.

La Argentina de Macri persiste en la producción sin valor agregado

En 2018, el país tuvo su peor sequía que provocó la pérdida de casi un 40% de su cosecha. Trucco explicó que con la semilla HB4 habrían obtenido dos millones más de toneladas de trigo en esa campaña, un 10% del volumen total. La Universidad del Litoral creó la tecnología sobre la base de un gen de girasol y le dieron capacidad para soportar la escasez de lluvias. La semilla es resistente al herbicida Prominens lo que no implica que el trigo no lo tenga luego, rodeando su estructura y transfiriéndolo en el uso cotidiano. La Argentina de Macri persiste en la producción sin valor agregado, sin contar con que Rusia y China, como otros países, procuran hoy tener su propia cosecha en territorios de sus países, y así evitar la compra en el exterior. Este hecho va a afectar en los próximos años el jolgorio sojero de los parasitarios productores argentinos, que siembran con tecnología casi sin personal, para luego cobrar al Estado y fugar dólares al exterior.

A propósito, el ejecutivo Truco adelantó que se trata de “un trigo que nadie quiere. En Canadá y Australia las multinacionales que estaban ensayando con trigo transgénico lo abandonaron, no porque no fuese negocio sino porque los consumidores no lo quieren”. Sin embargo, los apáticos productores corporativos argentinos, y los funcionarios que ocuparon el Estado en funciones en Agricultura, apenas ejecutivos de las empresas sin mayor conocimiento ni intenciones,  desconocen lo que sucede en el mundo. Solo esperan servir a las empresas y anular el Estado de Derecho, los intereses del pueblo y la ciudadanía para concentrarse en la cosecha de divisas.

Macri y el viva la pepa

Explica este proceder el hecho de que en 2019, solamente, Macri aprobó sin más 12 transgénicos diferentes, nuevas variedades de soja, maíz, patata y alfalfa, entre otros. El trigo HB4 en cuestión fue aprobado sin demasiados análisis por el Senasa, la Conabia, la Secretaría de Agroindustria (que aprueba la comercialización), organismos del Estado que deben abocarse a garantizar  que no se produzcan riesgos para la salud y el medio ambiente. Agroindustria está en manos de Luis Etchevehere, titular de la poderosa Sociedad Rural Argentina, que está procesado por mantener personal en estado cercano a la esclavitud en sus campos, lo cual indica que no hay seguridad plena en las aprobaciones que produce el clan Macri.

El gobierno de Macri no observa la realidad internacional, que indica que hay rechazo de esos transgénicos en países de alto desarrollo

El titular del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), Juan Balbín,  expresó que «Argentina corre el riesgo de perder colocación en los mercados» si se toma en cuenta la aprobación inmediata del peligroso transgénico. Brasil y Paraguay, donde la ley “es tela de araña”, como lo graficó el poeta cantor Alfredo Zitarroza, son los espacios donde los fabricantes del transgénico esperan ahora poder imponer su semilla artificial modificada. Como se ve, el gobierno de Macri no observa la realidad internacional, que indica que hay rechazo de esos transgénicos en países de alto desarrollo, que existe la posibilidad de un creciente rechazo a la producción de soja en grandes consumidores de hoy, como Rusia y China, y sin embargo, continúan su producción sin leyes claras, en procura de acumular divisas para fugarlas del país.

Un nuevo gobierno, a partir de diciembre próximo, deberá evaluar las condiciones internacionales de la soja y otros transgénicos, y observar las recomendaciones de economistas de reconocimiento internacional, como el cordobés Walter Formento, que trata esta temática en sus libros “Crisis financiera global. La lucha por la reconfiguración del orden mundial” (2011) y “Geopolítica de la crisis económica mundial” (2015).

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