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Alegría es resistencia a la ocupación en la adversidad

Escribe Alejandro C. Tarruella

Alejandro C. Tarruella

Alegría es rebelión

La alegría del pueblo es un modo de rebelión colectiva en tiempos de resistencia. Los triunfos de la selección argentina de fútbol tienen una marca indeleble en el corazón del pueblo. Es más, el fenómeno de la selección, resistido por la oposición política que llega a identificarse con equipos europeos con tal de desmerecer lo propio, tiene un aspecto poco observado. El pueblo expresa también en su alegría, una metáfora profunda e indelegable: su deseo de una unidad nacional bajo una sola bandera como expresión política que supere desavenencias internas para alcanzar un destino común. De ahí que se identifique al peronismo como portador de los símbolos del festejo, aunque el fervor es amplio, es un frente que involucra al conjunto de los argentinos.

Expresa, además, como reiteración, que la Argentina es una cultura común que habla, conversa y se comunica de la puna a la quebrada, del chaco al litoral y a las sierras, a la llanura y los valles, desde los ríos a los arroyos y los lagos, pasando de las grandes ciudades a los pequeños pueblos. Y eso no puede ser negado por la cultura de la avaricia, la usura y el saqueo, que representa el neoliberalismo grosero de las fugas y la negación nacional y regional, a través de destruir la autoestima. Decir que el pueblo es una mierda, expresión de un legislador que fue expulsado de un país suramericano por racista, va en ese rumbo que procura despojar al pueblo de sus valores para justificar la ocupación de la economía, de la que son empleados.

Arturo Jauretche expresaba esa necesidad de negar al pueblo y arrojarlo a la tristeza de un modo sencillo e inapelable: “Nada grande se puede hacer sin alegría, nos quieren tristes para que nos sintamos vencidos. Los pueblos deprimidos no vencen ni en el laboratorio ni en las disputas económicas. Por eso venimos a combatir alegremente, seguros de nuestro destino y sabiéndonos vencedores a corto o largo plazo”.

Belgrano y la felicidad colectiva

Cuando el 30 de diciembre de 1810, el general Manuel Belgrano comunicaba desde Tacuarí a la Junta su Reglamento para el Régimen Político y Administrativo y Reforma de los 30 Pueblos de las Misiones, escribió: “… cumpliendo con las intenciones de la  Excelentísima Junta de las Provincias del Río de la Plata, y a virtud de las altas facultades que como a su vocal representante me ha conferido, he venido en determinar los siguientes artículos, con que acredito que mis palabras, que no son otras que la de Su Excelencia, no son las del engaño, ni alucinamiento, con que hasta ahora se ha tenido a los desgraciados naturales bajo el yugo del fierro, tratándolos peor que a las bestias de carga, hasta llevarlos al sepulcro entre los horrores de la miseria e infelicidad, que yo mismo estoy palpando con ver su desnudez, sus lívidos aspectos, y los ningunos recursos que les han de dejado para subsistir”. En sus escritos, el general señalará luego: “Qué más digno objeto de la atención del hombre que la felicidad de sus semejantes; que esta se adquiere en un país cuando se atiende a sus circunstancias y se examinan bien los medios de hacerlo prosperar, poniendo en ejecución las ideas más bien especuladas, nadie duda” (Manuel Belgrano, “Escritos económicos”, editorial Hyspamérica, Buenos Aires, 1988, pág. 7 y 8.

Belgrano se refería a la infelicidad de esos pueblos, que son en parte y otro momento de la historia, las que sufren en la actualidad. Y promueve que una labor de los gobernantes, consiste en llevar felicidad a su pueblo, conceptos que adoptó el general Perón resumiendo mandatos históricos. La represión de la alegría es algo propio del cipayaje local, cosa que realizó la ciudad de Buenos Aires caba. Asumía Marcelo D’Alessandro, como ministro de represión ligado al grupo Clarín, la representación de una republiqueta de filibusteros, que no aporta divisas al presupuesto nacional, y creen sus poseedores, que el lavado de divisas y la fuga, son razones se imponen sin ley que valga. Y para afirmar ante los colectivos humanos esa tropelía, los mandamases de turno encomiendan destruir la autoestima de los pueblos. Tarea que realizan en todos los campos, en el fútbol, se ha escuchado afirmar desde ese espacio, que Alemania era “la raza superior” y que Croacia era “el mejor equipo del mundial”.

Si la felicidad es una confluencia y la alegría su expresión más evidente, es posible imaginar que una y otra, se realizan en lo colectivo, no en el individualismo enfermizo de los propiciadores de la miseria, la desmemoria y la negación de los pueblos y su historia. Y retomando el fenómeno cultural que producen los triunfos de las selecciones, las figuras de Messi, Julián Álvarez, Enzo Fernández, Emiliano Martínez y el técnico Lionel Scaloni, resumen esa decisión profunda de la Argentina, de contar con un destino común. Es un clamor que se expresa en las calles, en las reuniones de los grupos que quieren vivir en unidad el seguimiento de esas celebraciones en las que cada uno y todos, se conmueven ante un sentimiento semejante. Y la felicidad es presente, no jugar a la falsa filosofía y ofrecer el futuro. El futuro no es asunto de gobernantes porque para ellos, hay un solo modo de apostar a su llamamiento. Y es realizando el presente. Los jóvenes no son el futuro, esa es una piolada para diferir una responsabilidad. Los jóvenes, son el presente.

Para Aristóteles la felicidad es un estilo de vida que consiste en ejercitar lo mejor que tiene cada ser humano. Y para ello, es preciso cultivar la prudencia del carácter y así alcanzar la plenitud. Los gobernantes entonces, deben proveer las condiciones materiales y espirituales para alcanzar ese estado de cosas. Estos conceptos son válidos para imaginar que acaso, hay que pensar que, entre tantos abogados como mandatarios, habría que tentar con pensadores como lo fueron Perón o de modo reciente, Mandela o Pepe Mujica o el Lula de estos días.

Clamor popular en las calles

Una competencia del fútbol, que tiene muchas aristas criticables, se transforma en un hecho social por la actitud del pueblo argentino. Por lo que sucede con el pueblo de Bangladesh (que entonces era parte de la India Británica), que fue hambreado hacia 1942 por Gran Bretaña por orden de Winston Churchill, lo cual provocó más de un millón y medio de muertos. Y el pueblo de ese país, mostró su acto de amor hacia la Argentina, cuando el 1986, la selección de Maradona venció a la de Inglaterra. Otra vez, el deporte es afín a la cultura porque en realidad, lo que marca el fútbol es una realidad cultura política de la mano de los pueblos. Expresa esa sensibilidad que promueve la unidad para el logro de un camino común. Lo cual explica en parte, la reacción de los que pretenden que el país, se convierta en un campo de ocupación por parte de las corporaciones de la globalización. Maradona, como exponente cultural de su pueblo, remite a Malvinas, lo que es expuesto en la canción de La Mosca.

La publicidad ideológica y globalista, alude siempre a una falsa felicidad, la niega como deseo de la sociedad, y la promueve en el deseo de los productos de las corporaciones y el sometimiento a las reglas de su mercado. “La idea de la felicidad individual impregna el ámbito de la publicidad y el consumismo”, escribió Humberto Eco al tratar el tema. Así, el régimen es la negación de cualquier proyecto común y hoy el fútbol, abre el campo de la reflexión en la actitud de millones de personas que celebra en común en el difícil arte colectivo de la unidad. Y eso es lo que no soportan los entregadores. Ojalá sea posible que muchos de los dirigentes de valor, comprendan ese mensaje y activen la renovación generacional y el fin de la etapa Malvinas del sometimiento nacional cuyo símbolo es hoy la Caba.

Y es tanto el impacto que los ceos de la ocupación globalizadora, lo sienten que producen hecho como el que decidió el gobierno de la CABA (Ciudad Autónoma Británica Asociada), a través de su jefe de policía, Marcelo D’Alessandro, el mismo que visitó a su jefe mayor en el sur, Joe Lewis, súbdito británico, junto a varios jueces macristas y ejecutivos del grupo Clarín.

Se trata entonces, de escuchar la voz del pueblo, percibir su mensaje y trabajar para que ese clamor que se siente en el país, en la región y hasta en Bangladesh, sea parte del camino a recorrer sin postergaciones y dando fin a las imposiciones de un régimen que lo somete.

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