El regreso del “poeta depuesto” en la palabra
Recuperan la obra poética de Leopoldo Marechal
El poeta depuesto
Leopldo Marechal, “el poeta depuesto”, como se autocalificó a partir de 1955, es uno de los bates más originales y diversos de la poesía nacional. El libro “Obra poética” realiza la tarea de recuperar los poemas de Leopoldo Marechal, –nacido con el siglo XX y fallecido en1970–, desde sus primeros trabajos publicados en “Los aguiluchos”. Cuatro años antes de su muerte, en 1966, cuando transcurría el gobierno de facto del general Juan Carlos Onganía –con el que tendría problemas al tratarse de un gobierno impuesto por la fuerza, fuera de la legalidad constitucional–, se recogerían poemas que resultaron en esos años prácticamente desconocidos, y que fueron publicados cuando el bate ya no estaba en los recorridos de la vida sino en la evocación y el recuerdo. Marechal hizo trabajos de bibliotecario, maestro, profesor de secundaria y perteneció a su manera a la generación de la revista Martín Fierro en la década radical de 1920. En 1929, con sus “Odas…”, obtuvo el Premio Municipal de Poesía. Prohibido en 1955, asumió su razón de peronista como un acto de resistencia con el que acompañó la suerte de su pueblo.
Había nacido en Buenos Aires el 11 de junio de 1900 “en la calle Humahuaca 464, Leopoldo Marechal. Son sus padres Lorenza Beloqui, argentina, de ascendencia vasca y Alberto Marechal, uruguayo, de ascendencia francesa. Sus abuelos maternos son Juan Bautista Beloqui y Ángela Mendiluce, oriunda de Olazagutía (Navarra); y sus abuelos paternos, Leopoldo Marechal (francés) y Mariana Garans, de ascendencia francesa”, como lo recordará María de los Ángeles Marechal.
“La ético-estética de Marechal se halla presente, in nuce, desde sus primeros libros de poesía; Los aguiluchos (1922); Días como flechas (1926) y Odas para el hombre y la mujer (1929), obras en las que se afirma una temprana inclinación filosófica, un constante sentimiento de la finitud, y cierta intuición primordial sobre la unicidad y significación del Universo que viene a coincidir con el pitagorismo, recobrado a fines del siglo XIX por los simbolistas franceses y los modernistas hispanoamericanos. La religiosidad naturaliter cristiana del joven Marechal adquiría en sus dos primeros libros cierto toque niestzcheano propio de la época, en que circulaban las traducciones españolas del filósofo”, reflexionó la escritora Graciela Maturo al abordar la poesía de Marechal. También abundará Maturo en la pasión americana del autor: “La fenomenología cultural de Rodolfo Kusch, al indagar en lo no dicho de la sociedad en sus niveles más populares o en sectores indígenas y mestizos, ilumina aspectos de la cultura americana que permanecían ocultos, como la vigencia de la negación, la participación, la sabiduría mística relegados por el cientismo objetivante”, analizó como parte de su rico pensamiento. En 1923, el poeta se vinculó al martinfierrismo y comenzó a escribir en “Caras y Caretas” y “Proa”.
Una palabra a Omar Kayam
Es posible afirmar que las hijas de Leopoldo Marechal realizaron un trabajo meduloso para dar con la poética no hallada en años y que pertenecía a su inspiración permanente. Leviatán, publica ahora la obra en verso de un peso pesado de las letras, narrador, dramaturgo, ensayista, poeta. Como novelista dio una de las obras principales de la narrativa nacional como lo es “Adán Buenosayres”. Luego, al pasar por tantas otras obras, con “Megafón o la guerra”, recuperó su capacidad de sorprender desde el arte, como los mayores creadores de un país pueden hacerlo. Se revelan entre los poemas descubiertos, apenas el conocimiento de algunos especialistas, que fueron rescatados por las hijas de Marechal. Se mencionan, entre otros poemas de la juventud de Leopoldo, “La antigua canción” y “Canción del amor que llama”. Ambos fueron publicados en 1924 por la revista “Plus Ultra”. Un detalle de singular significación, por el interés que tuvieron las Rubaytas en la Argentina, traducidas incluso con imprecisiones por Bartolomé Mitre, es la oda que dedicó Marechal a Omar Khayam y que publicó la revista “Caras y Caretas” en 1924:
“Con los ojos unidos en simas pavorosas,
yo buscaba el cerrado misterio de las cosas,
y el porqué de la muerte y el como del destino,
hasta que el buen maestro se cruzó en mi camino”.
Sencillez, destino poético, hondura sobre el horizonte de un camino sobre el que es posible andar, la conformación de una propuesta que es todo pero también, es parte. Del mismo modo, Marechal elaboró su “Epitafio a Ricardo Guiraldez”, y deslizó: “El elogio no es costumbre en su boca, sino perfume de su corazón”. Evoca así también a “Oliverio Girondo”, el que “trae recuerdos de malón”, detalles que hacen a una zona del libro reveladora, inquietante y sabia.
Sus palabras del Che guardan relación con su viaje a Cuba, que el semanario “Primera Plana” (que sufrió la censura por las notas de Marechal en La Habana) respaldó por el riesgo que implicaba durante el gobierno de Onganía imaginar a la isla como parte de rehacer la conciencia cultural de América. Marechal, escribió entonces:
“Porque otra vez contemplo una balanza ya puesta en equilibrio por tu combate último.
Y frente a esa balanza, diré a tus enemigos y los nuestros: ‘Han hecho ustedes un motor inmóvil de un guerrero movible’.
Y ese motor inmóvil que alienta en Santa Cruz ya está organizando el ritmo de la futuras batallas”.
El poeta no era un hombre de la revolución pero lo era de la justicia, del retomar las banderas de la reivindicación del hombre como protagonista de la aventura de la existencia. En ese contexto, se identificó con la epopeya dramática de Guevara. Su “Poema de la psiquis”, dedicado a la vida tronchada de una niña de su parentesco, poema póstumo, publicado en el suplemento cultural del diario “Clarín”, loa:
“Porque yo tuve Psiquis en mi flanco derecho
y la senté conmigo en los umbrales
de una Ciudad sin rumbo que mentía su infancia”.
A éste, se une al Poema de la Física, en el que alcanza a deslizar sobre la palabra misma: “Ni un ciclotrón me aturde ni aborrezco al uranio”.
Un Marechal secreto
En 1966 aparece en la editorial Sudamericana, “Heptamerón”, donde aborda los 7 días de la semana y desarrolla siete temas que piensa y siente, dedicados a siete escritores y poetas. Se inicia con “La alegropeya” dedicado a Fernando Demaría y continúa con “La patriótica”, que escribe al notable poeta, fallecido este año, José María Castiñeira de Dios. Con “La Eutanasia” llega el tercer día y el personaje es Ernesto Sábato. Y dedica los poemas a Rafael Squirru, Tomás Eloy Martínez; y a Angel Bonomi, en un cierre poético que era fin y apertura. Ese año ’66, dedica toda su obra a Francisco Porrúa, el notable editor-creador del “Poema de Robot”.
La nueva compilación es un acto para rehacer a Marechal en secreto y luego revelarlo, para que esté una vez más entre nosotros, como si extendiese su mano en cada verso para reconocernos y para reconocerse. “Luzbel” y “Motivo del Alfarero”, “El centauro” y los “Sonetos a Sophia y otros poemas”, “Poemas australes”, “Laberinto de amor” –con el que escribió a María Zoraida–; y “El Canto de San Martín”, entre otros, descubren al Marechal en la plenitud de su sensibilidad.
La Fundación Leopoldo Marechal, conducida por sus hijas, alcanza de este modo el objetivo de reahacer en el camino, la obra de uno de los creadores más destacados de la literatura argentina que, como en otros casos, tiene en las hojas del tiempo, un regreso que perdura y, en ocasiones, se presenta otra vez con su fervor de palabra y de viento